Opinión Internacional

Del Informe Mattarollo a la increíble corrupción en YPFB

En nuestra América Latina, la integración regional está tomando un rumbo puramente político. De pronto, ella ha dejado de ser un instrumento económico apto para el desarrollo, para convertirse fundamentalmente en un megáfono de la desprestigiada retórica política que recita, sin parar, la izquierda latinoamericana.

En rigor, la integración de nuestra región está evolucionando en dirección a separar de todos los esquemas regionales de diálogo a los Estados Unidos y a incorporar a todos, en cambio, a Cuba y Venezuela. Vaya cambio.

Por esto, durante el reciente viaje de Cristina Fernández de Kirchner a visitar a Fidel Castro y a Hugo Chávez, seguramente además de agradecer a Hugo Chávez el envío de la valija con fondos ilegales para financiar su campaña presidencial, el insistente denominador común de las dos visitas de nuestra Presidente fue el pedido de mayor «integración», entendiéndose por tal la que nada tiene que ver con la economía o el comercio, sino la que abraza (vociferante) el «discurso único», el ahora llamado «bolivariano», eufemismo que simplemente quiere decir «socialista».

Si había alguna duda de la militancia «bolivariana» de Cristina Fernández de Kirchner, ella se ha despejado ahora completamente.

Argentina ha ingresado de lleno a la intimidad del «eje» bolivariano, formalmente. Como Bielorrusia, Irán, Ecuador, Nicaragua o Bolivia. De cara al mundo. Lo cierto es que ya pertenecía a él, pero más o menos disimuladamente. Casi con actitud vergonzante, como para que nadie de pronto «se diera cuenta» de la verdad. Hoy la cosa ha cambiado, está plenamente «integrada» a él. Y -peor- promete comprometerse aún más.

De todos los esquemas de «integración» que no solo son carísimos, sino absolutamente innecesarios, el más obvio es el de UNASUR, mecanismo de «integración política» cuyo propósito central es el de excluir a los norteamericanos de todo diálogo regional y acompañar a los gobiernos de izquierda cuando lo necesiten para agregar legitimidad a sus posturas, por absurdas que sean.

UNASUR aún no ha sido aprobado por Chile, cuyo Parlamento, más serio que el promedio regional, dilata su ratificación y observa su actual evolución. Tampoco ha sido avalado por Brasil. Ambos gobiernos seguramente verán con preocupación lo que, a estar a los medios bolivianos, ha sido «el papelón de UNASUR». Este es el título de una dura -pero punzante- editorial del diario de Sucre «Correo del Sur», del 24 de enero pasado.

Me refiero al grotesco «Informe Mattarollo» sobre los sucesos violentos del 11 de septiembre de 2008, en los que hubo enfrentamientos violentos entre campesinos y autonomistas, cuya descripción varía rotundamente, según sea el cristal político de quien los cuente.

Cuando, luego de los incidentes, UNASUR decidió apuradamente, pese a no estar aún formalmente constituida, conformar y enviar una «comisión investigadora» para pronunciarse sobre lo acontecido, llamó la atención que se designara como su presidente a Rodolfo Mattarollo.

Este personaje es un notorio ex colaborador del «Movimiento Todos por la Patria» (MTP) liderado por Enrique Gorriarán Merlo, cuyas milicias atacaron a un regimiento militar en La Tablada, el 23 de enero de 1989, durante el gobierno constitucional del Dr. Raúl Alfonsín, causando decenas de muertes inhumanas entre los soldados conscriptos. Hoy es, como suele suceder, un alto funcionario de Cristina Fernández de Kirchner, paradójicamente con un importante cargo nada menos que en la cartera de Derechos Humanos.

La designación de Mattarollo nos hizo pensar a todos en aquello del «zorro en el gallinero» y así lo señalamos. Porque era enormemente sugestiva. Resultaba más que obvio que cualquier informe suscripto por Rodolfo Matarrollo no podía sino ser parcial, a favor de Evo Morales. Y que el «Informe» que pudiera producir una comisión «investigadora» a su mando no podía sino ser «re-torcido». Y ahora se sabe que lo fue. En rigor no sólo torcido, sino mentiroso, lo que es una afrenta grave para los países que componen UNASUR y descalifica a sus autores.

Esto es lo que dice, con otras palabras, el Correo del Sur, de Sucre, que lo califica de «grosera manipulación de los hechos para adaptarlos a las conveniencias del gobierno del Movimiento al Socialismo».

De allí que diga que el «Informe Mattarollo» fue un «papelón de enormes proporciones». Y así fue, como no podía ser de otra manera, por el sórdido personaje actuante.

Mas aún, dice la editorial mencionada «fue un pesadísimo baldón que hundirá -tal vez definitivamente- la credibilidad de ese organismo porque al haber sido avalado por sus principales impulsores, los presidentes de Chile y Brasil, el descrédito no solo afecta al argentino (Mattarollo) que encabezó la comisión investigadora, sino a quienes lo respaldaron y aceptaron las torcidas conclusiones a las que llegó». Duro, pero cierto. Porque como también dice el diario de Sucre «la aparición de varios muertos, cuya vitalidad ya no es fácil poner en duda, le dio el tiro de gracia a la credibilidad de una investigación repleta de arbitrariedades». A modo de conclusión, el medio agrega: «Lo más probable es que se confirme, dice el «Correo del Sur», que UNASUR nación más muerta que viva». Veremos.

Para «Correo del Sur», «a medida que la verdad va saliendo a luz, se pone en evidencia que la «masacre de Pando», lejos de ser un crimen cometido con premeditación y alevosía por las autoridades prefecturales de ese Departamento, fue una cruel maniobra oficialista que respondía, eso sí, a un muy bien planificado y fríamente ejecutado plan de acción».

Gravísimo, institucionalmente. Pero algunos lo sospechamos de inicio, en cuanto vimos aparecer a UNASUR y a Mattarollo.

Ya han aparecido con vida nada menos que cuatro de los «muertos» específicamente listados en el «Informe Mattarollo», cuya fragilidad congénita se ha transformado en evidencia de complicidad, como sugiere el «Correo del Sur».

El campesino Ervin Villavicencio está vivo y ha hecho declaraciones a los medios que lo han fotografiado profusamente. Cobró notoriedad cuando su esposa, pese a su oposición, pensó en cobrar una indemnización por muerte, a pesar de que sabía que su marido estaba «vivito y coleando».

También están vivos, más allá de toda duda, los autonomistas Vicente Rocha Rojas; Luis Eduardo Zabala López, y Néstor de Silva, descriptos como finados (ahora resucitados) en el increíble «Informe Mattarollo».

Ya hay indicaciones de que una quinta persona dada por muerta por Mattarollo está también viva. Por esto, el diario Los Tiempos, de Cochabamba, en su edición del sábado 24 de enero, acota que la «Comisión de la Verdad» de UNASUR es, como muchos pensamos desde el principio al ver aparecer «casualmente» a Mattarollo, una «Comisión de la Mentira».

UNASUR, ente que ha sido creado políticamente para falsificar la historia ya lo ha hecho, burdamente. Pero no es sorpresa, como hemos dicho.

Quienes conformaron la comisión encargada de producir el «Informe Mattarollo» sabían perfectamente bien que es lo que estaban haciendo. Y era, por demás, muy visible. Lo grave no es sólo el falsear groseramente la verdad, con absoluta desaprensión. También es lamentable el haberlo hecho con los dineros de todos.

Evo Morales: «dime con quien andas y te diré quien eres»

Los llamados gobiernos «progresistas» de toda América Latina tienen -está meridianamente claro- algunos horrendos denominadores comunes.

Como el de pretender eternizarse en el poder, eliminando todas las restricciones constitucionales a la reelección (como acaban de hacer Rafael Correa y Evo Morales, en sus propios países) o recurriendo a «fórmulas conyugales» (a la manera del ex Gobernador de Alabama, George Wallace) de manera de pervertir la prohibición constitucional, mediante el expediente de gobernar «en tandem», esto es alternándose marido y mujer en el timón del país.

Pero hay más. Tienen también en común un nivel de corrupción generalizada de intensidad y profundidad jamás vista, hasta ahora, en América Latina. Los «progresistas» se rodean de testaferros y «empresarios» amigos con los que conforman verdaderas oligarquías que se apoderan, uno tras otro, de los principales sectores económicos. Como es el caso, por ejemplo, de los «boligarcas» allegados a Hugo Chávez, o el de cierta «elite» empresaria argentina.

La corrupción se transforma en una herramienta de poder, sumada a la del poder político, que los «progresistas» (en nombre de la eficiencia) concentran fuertemente en los Poderes Ejecutivos, mientras cooptan a la justicia y trasforman a los parlamentos en obsecuentes «sellos de goma». No creen ciertamente en aquello de los equilibrios entre los republicanos.

Escándalo en YPFB, precedido de una cadena de horror

Un imponente escándalo que acaba de estallar en Bolivia confirma nuevamente que la corrupción forma parte del «progresismo» latinoamericano. No va a ser el último, seguramente. Pero por su dimensión y alcances, no puede pasar inadvertido.

Evo Morales acaba de «relevar» de su cargo al Presidente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), Santos Ramírez. Lo sucedido, como veremos, es de una enorme gravedad institucional.

Primero, porque en tres años y ocho días de gestión esa empresa pública (lejos, la más importante de Bolivia) ha tenido cinco distintos Presidentes. Cuatro de ellos, nada menos, se fueron de la empresa estatal en medio de episodios vinculados con la corrupción.

Con Evo Morales asumió la presidencia de YPFB Jorge Alvarado. Debió renunciar al poco tiempo, cuando se conoció que, a través del manejo de una exportación de 2.000 barriles diarios de crudo al Brasil, el Estado boliviano «iba a perder» unos 39 millones de dólares, a través de manejos irregulares de los precios del crudo exportado. Ese fue el sonado caso «Iberoamérica». Naturalmente a la «pérdida» para el Estado correspondía una ganancia «non santa» para alguno. Por esto, Alvarado debió renunciar. Pero hoy es parte de la legación diplomática de Bolivia en Caracas, Venezuela. Un «premio consuelo», ciertamente.

A Alvarado lo sucedió Juan Carlos Ortiz Banzer, un profesional, que no obstante debió renunciar ante las «presiones» a las que se lo sometía. Su renuncia fue aceptada de inmediato.

Luego asumió Manuel Morales Olivera, hijo del que fuera el candidato de Morales a la Prefectura de La Paz y su amigo personal. Como designara a funcionarios sin competencia, en medio de una ola de nepotismo, también debió renunciar. Esto sucedió sólo cuando se dieron a conocer fotos, en las arenas de las playas de Cuba, de una relajada delegación de funcionarios de YPFB, encabezada por el propio Presidente de YPFB, que también estaba retratado. Presuntamente habían ido a Cuba a «aprender como fiscalizar empresas productoras de hidrocarburos».

Al antedicho lo sucedió Guillermo Aruquipa Copa, quien actualmente se desempeña como «Superintendente de Hidrocarburos». También cayó en el nepotismo y en el tráfico de influencias. Hasta llegó a designar en un importante cargo a un sindicalista sin antecedentes técnicos de ningún tipo en materia de hidrocarburos, proveniente del Sindicato de Choferes de Villa Victoria, escándalo que terminó en su renuncia.

A Aruquipa lo sucedió el recientemente relevado Santos Ramírez, otro amigo y correligionario íntimo de Evo Morales.

Un hombre de la cúpula política

¿Quién es Santos Ramírez? Simplemente un «maestro rural» que, en rigor, es desde hace rato ya uno de los patriarcas más poderosos del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido de gobierno. Pese a su profesión, su ambición no tiene límites y su gestión pareciera que tampoco.

Fue Diputado por el MAS, desde el 2002. Cuando, en el 2005, el MAS triunfara en las urnas, Ramírez fue electo Senador y, como tal, fue designado Presidente del Senado, lo que muestra su relevancia partidaria y su innegable cercanía con Morales. A ese importante cargo renunció cuando se le ofreciera la presidencia de YPFB, que ciertamente apetecía.

A sus fiestas concurría asiduamente el Presidente Evo Morales, quien además fue padrino de su reciente boda, en Caiza, Potosí, con Jiovana Doria Medina, cuyos dos hermanos están involucrados en el episodio al que nos referiremos más abajo, que causara el despido de Ramírez.

Más allá de cualquier límite

Cabe preguntarse ¿por qué fue, de pronto, destituido Santos Ramírez?

La respuesta es clara. Por su cercana vinculación con la contratación irregular de una empresa («Catler Uniservice») para construir una planta «separadora de líquidos» para YPFB, con una inversión de unos 80 millones de dólares. La empresa referida no tenía antecedentes de ningún tipo, desde que acababa de ser creada, «a medida» de la operación.

Para peor, su Presidente, Jorge O’Connor, fue asesinado a mansalva cuando entregaba, en dos valijas (instrumento bolivariano de corrupción, como recuerda el solo pensar en la valija de Antonini Wilson que lastimara la legitimidad de la Presidente de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner), unos 450.000 dólares, en efectivo, en lo que era aparentemente una «coima» que pudo haber estado destinada a Ramírez o a sus parientes políticos, que se estaba pagando (cabe suponer) en retribución por la antedicha contratación. Horrible, por cierto.

Una conclusión inevitable

Por esto lo sucedido, que está siendo investigado por toda suerte de funcionarios y comisiones bolivianos, nos obliga a tener que recordar aquello de «dime con quien andas y te diré quien eres».

Y a sospechar que, también en Bolivia, hay toda una mafia que está enquistada en el corazón mismo del poder.

Muy cerca, demasiado, de Evo Morales, como para que su imagen no quede sucia, claramente salpicada por lo sucedido, no solamente por su visible incapacidad a la hora de elegir sus colaboradores más cercanos, sino porque estos son demasiado corruptos como para que Morales no lo sospechara siquiera.

Ahora la justicia deberá asignar las responsabilidades del caso, actuando bajo las conocidas «presiones» que, como es desgraciadamente real, caracterizan a casi todos los gobiernos «progresistas» de nuestra azotada región. Tremendo. © www.economiaparatodos.com.ar

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