Opinión Internacional

Demócratas moldean candidato débil

La muy pareja contienda interna entre los precandidatos en EE.UU. exhibe tanto una envidiable vigencia de un sistema democrático tan lejano a nuestras propias internas a dedo como el peligro de que la ya muy probable eventualidad de que deban desempatar los superdelegados termine generando un candidato que no ha podido imponerse por sí mismo y, por ende, debilitado ante los electores que deban luego elegir entre éste y el ya hace rato nominado republicano John McCain
Una alternativa a esa victoria a lo Pirro sería que concertaran una candidatura común, uno/a a presidente y el otro/a a vice, pero los peligros podrían resultar mayores: el sistema presidencialista requiere de figuras nítidas, fuertes y, sobre todo, únicas, solas en la cumbre. Y cualquiera fuere la composición de esa fórmula de compromiso, debiera descontarse que el tercero en discordia, a la hora del poder real, sería el ex presidente Bill Clinton. La idea de un trío tomando decisiones difícilmente prenda en el electorado norteamericano.

Y no es que el sistema de los republicanos genere candidatos más sólidos. Sucede que, en la mayoría de sus distritos, el que gana la votación se lleva la totalidades los delegados, lo que permite sumaren forma abrumadora. Entre los demócratas es exactamente al revés: en muchos de sus distritos rige la división proporcional, por lo que los perdedores siempre se llevan algunos delegados.

Compacto

Por otra parte, el electorado republicano es tradicional e ideológicamente más compacto, más perteneciente a segmentos muy afines entre sí. Los demócratas, a la inversa, se han ido construyendo como un mosaico. De hecho -irlandeses, católicos, sindicatos, negros, hispanos, gays y otras minorías-conviven allí sin que se les imponga unidad doctrinaria o semejanzas profundas de base. Los propios precandidatos -una mujer, Hillary Clinton, y un negro, Barack Obama- son una evidencia de ello. Por lo tanto, aquéllos suman con más dificultad, pero no pierden electores tan fácilmente como en el mosaico demócrata.

Piénsese, por ejemplo, en la muy distinta respuesta probable del electorado de color si el candidato es Obama o es Hillary. Esto adquiere importancia en un mundo globalizado en el que decrecen los votantes incondicionales y aumentan los independientes, mucho más en un país como los EE.UU., donde las elecciones terminan resolviéndose por diferencias muy ajustadas.

Restan repartirse todavía 501 delegados, a disputarse en nueve primarias distritales más, de aquí al 3 de julio, todas de dos dígitos, menos Carolina del Norte, con 134, el próximo 6 de mayo. Todo apunta a un final con superdelegados que, de todas maneras, estarán tan polarizados como los electores por distritos. Quizá terminen consultándolos en forma reservada en lugar de una convocatoria formal. Un factor que cuenta, y se destaca poco, es el del eventual comportamiento de uno u otro frente a McCain. La popularidad de ambos corre pareja, pero el voto negativo de Hillary es 19 puntos mayor que el de Obama. Y, sin embargo, los primeros sondeos arrojan paridad entre el republicano y Hillary e, inversamente, a Obama aventajándolo por tres puntos, disminuyendo McCain sólo un punto: la diferencia, como casi siempre, la van a aportar los independientes.

(*) Ex vicecanciller

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