Opinión Internacional

Después de la consulta

Nuestro velo de ignorancia

El resultado de la consulta confirma una hipótesis poco convencional sobre el estado de la política: somos una nación desordenada en principios y una sociedad sensacionalista. Ningún principio, significa que heredamos condiciones para el predominio de comportamientos oportunistas; y, sensacionalista porque el poder no depende de la realidad, sino de las impresiones que se puedan dar sobre la realidad. El resultado es importante porque revela microscópicamente los graves vacíos de política institucional y las desviaciones sociales que le acompañan. Petro y Pardo, PP, requieren algo más que acuerdos para demostrar lo equivocados que estamos los escépticos. Aunque ya un acuerdo entre partidos justifica esta maldición y sus posibilidades efectivas frente a Uribe, quedan bajo un extenso velo de ignorancia.

Sin embargo, la consulta ofrece otra reflexión. Vale la pena que distingamos dos grandes procesos en la historia política contemporánea en Colombia: uno de naturaleza económica que evoluciona desde una elevada desigualdad hasta una relativa igualdad durante la década de los 80. Y uno de tipo político, derivado de manifestaciones violentas y formas débiles de gobierno durante los 90. Ambos ciclos se desarrollan dentro de condiciones sociales críticas: emergencia del narcotráfico y ataques guerrilleros. El dilema de conjunto es que la economía legal no ha tenido correspondencia con una política de largo plazo. Por el contrario ha dominado la casuística, una economía de narcotraficantes, se ha alternado con una política desordenada.

Nuestra historia política contemporánea es hobbesiana. Antes que lograr acuerdos prevalecen los egoísmos. Petro egoísta, lograba destronar a Carlos Gaviria, egoísta. Y Pardo egoísta destronó a cinco candidatos liberales, egoístas. Ninguno en realidad responde a un programa de política racional. Se representan a ellos mismos o pequeños intereses locales. Sumados dentro de una misma causa los votos de la consulta revelan mucho mejor los intereses de quienes no votaron. Aquella otra población electoral que confirma el poder del gobernante. Una base lo suficientemente racional como para mantenerlo en las encuestas, y en la conciencia del país.

Contra las probabilidades

La especulación de los analistas se concentra en dos aspectos. La naturaleza ambigua sobre el futuro del referendo, y las posibilidades de una segunda reelección. Ambos aspectos conjugan la desgracia o salvación de los candidatos. Nadie se atreve a observar en público la psicología del miedo. Temor a que los tropiezos normativos sean superables y miedo a confrontar un animal que los devora a todos. Porque juntos PP y conjuntas las fuerzas contrarias, el Leviathan durante el gobierno de Uribe ha demostrado más que autoridad.

En política cuando los contrarios se juntan, no garantizan un mayor poder. Las coaliciones interpartidos se observan a la distancia limitadas. Primero, porque realmente ninguno cuenta con un programa de ideológico que pueda oponerse el gobernante; segundo, porque cada unidad política padece divisiones propias y, tercero, porque los contrastes con periodos de gobierno anteriores, dejan al gobernante como uno de los mejores. Una campaña que subraye el futuro con bienestar social y redistribución de riquezas, seguridad social y pleno empleo, juega al poder con el cálculo de probabilidades.

Pero en política las probabilidades son un fracaso. Uribe ha demostrado que el poder político ofrece variantes irracionales. Una imagen de gobierno personalizada a lo largo de 7 años, con una proyección de trabajo y voluntad calvinista, en medios de opinión que también han ganado. Los fenómenos de psicología colectiva al servicio de una causa común: la seguridad democrática. La forma del Leviathan es expresiva y omnipresente. Y cuenta para asegurar con el poder político el respaldo de los gobernados.

¿Qué probabilidades de ganar la presidencia tienen PP? Las mediciones resultan insuficientes. Aún asumiendo que Uribe no se presente como candidato. Quienes pueden conservar parte de lo conquistado y sumar, son los hermanos conservadores. En realidad ganan con cara o sello. A diferencia de liberales y polistas, los godos tienen disciplina de partido y sus apuestas dependen del interés, no de la razón. Pardo ni Petro pueden ingeniarse una campaña en 6 meses que muestre un país cualitativamente distinto. Y esta es la condena de cualquier campaña. Sencillamente, el gobierno no tuvo oposición durante 7 años. O si mostraron oponerse a Uribe, lo hicieron con el sensacionalismo del perdedor. Mientras el gobierno del Estado comunitario establecía valores perdurables como el Leviathan.

El Leviathan y la Virgen María

El gobierno de Uribe manifiesta debilidades que superan el sensacionalismo. Y que pueden convertirse en corona para candidatos agresivos. Una economía de la desigualdad persistente, por ejemplo, que se manifiesta consecuentemente como una política de la desigualdad. La distancia que separa a los más ricos de los más pobres, no solamente es superior, sino denigrante. Este gobierno ha permitido una concentración excesiva de riqueza en el sector financiero, y una concentración de las mejores tierras en manos mafiosas.

Una personalización del poder político ha terminado debilitando las instituciones. De modo que no existen equilibrios en materia de gasto, ni regulaciones constitucionales que puedan limitar la plutocracia. Una ilustración de caso son las ventajas económicas de la familia presidencial. La fractura institucional no es responsabilidad exclusiva de Uribe, cierto, pero ha colaborado con sus manifestaciones. Una versión parasitaria de populismo ha llevado al mandatario a desvirtuar los mandatos de la Constitución de 1991.

Las consecuencias de lo anterior son evidentes. Uribe ha explorado con ventaja una mentalidad conservadora del colombiano medio. Tierra, tradición y religión, se mezclan ahora como ingredientes de la economía política. Se explica el espíritu reaccionario contra la filosofía de la Constitución de 1991. Son desviaciones de psicología personal trasferidas al dominio del gobierno. O mejor, énfasis del creyente que se revelan como paradigma de acción colectiva, en políticas de gobierno. Estamos cerca a la figura heroica de los mitos fundacionales. La autoridad y el poder en Uribe combinan al Leviathan con la Virgen María.

Afrontar la desigualdad

Para afrontar estas debilidades de gobierno (convertidas en virtudes por las encuestas), la campaña a la presidencia, puede enfatizar como problema fundamental la desigualdad. Quien pueda exponerle al país con suficiente claridad cuáles han sido los costes de esta desigualdad y cómo reducirla, llevará ventajas. La reducción de la desigualdad se relaciona con los ingresos, ¿Cómo demostrar una política pública destinada a corregir las desviaciones del mercado? Quienes se han hecho más ricos mostrarán indiferencia, pero estos son temas centrales para describir otra forma de gobernar a Colombia.

A la doctrina de la seguridad democrática, no se opone una aritmética de la redistribución. La otra cara del Leviathan. No significa quitarle a los ricos, sino trasferir mayores oportunidades de ingresos para los pobres. Uribe ha predicado el derecho a la propiedad, pero a los terratenientes. Y a quienes saben robarle al Estado, como en el caso de Agro Ingreso Seguro. Una política de redistribución en Colombia, debe comenzar por redistribuir las tierras que el gobierno le ha titulado a los mafiosos. Y trasladar una compensación económica a quienes han sido despojados. De modo que es cuestión de reducir la desigualdad creada por el mercado y las desventajas sociales creadas por el poder político.

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