Opinión Internacional

El penúltimo conejo

A través del penúltimo conejo, el del diálogo, y gracias a la pasiva docilidad de la oposición fragmentada, culmina, para el gobierno, la semana de la inesperada recuperación. Al menos, de la iniciativa.

De la misma galera, anteriormente salió el conejo del adelantamiento electoral.

Después, el conejo de las candidaturas testimoniales.

Ahora, es el turno del diálogo. Un llamado básico, de manual.

Acaso con precipitada arbitrariedad, el Portal lo calificó, de entrada, como un pretexto, para salir del paso y matizar la espera.

Una paciente distribución de chupetines de madera, ligeramente espolvoreados con azúcar impalpable.

Placebo que sirve, ante todo, para ganar un poco de tiempo. O sea, perderlo. Mientras Kirchner intenta la utopía de recomponerse. De las consecuencias de su penúltima equivocación. La derrota.

Resulta entonces admirable, más que la convocatoria de los derrotados, la respuesta, casi unánime, de los eventuales triunfadores. Carentes de osadía, de imaginación. Como para atreverse a primerear, aunque sea, con una agenda.

Desplazamiento
La Casa de Gobierno venía vaciada de contenidos. Pero volvió a erigirse como el centro distribuidor del poder que se diluye. Desplazó a la residencia de Olivos. Aquel fondo dulce de jardines representaba el decorado pastoril, que emergía como complemento de los discursos altivamente estelares de La Elegida. Con la sucesión de anuncios innecesarios. Celebrados por los aplaudidores del coro estable que fatigaron la cadena informativa, virtualmente nacional.

Ahora es la Casa de Gobierno que sirve de marco. Para que el ministro Randazzo exhiba, de pronto, su condición de maestro de ceremonias. Para fotografiarse en el centro justo del seleccionado, que representa el principal espectro opositor. Dócilmente predispuestos, los sempiternos radicales, a los efectos de entregarse al amontonamiento del diálogo. Atraídos por el conejo más inofensivo, surgido de la galera que se suponía -desde el 28 de junio- fundida. Destruida. Agotada.

Cenando con La Elegida
Es la Era del Diálogo. Por lo tanto Randazzo se elevó, esta semana, como maestro de ceremonias, para distribuir los chupetines de madera ante los radicales democráticamente emocionados.

En la próxima, distribuirá los chupetines entre los pro, positivamente voluntaristas. Los que disuelven, con rapidez, el triunfo que ni saben gerenciar. También, recibirán los chupetines los izquierdistas tardíamente nostálgicos. Como el Pino, que reclama -como si les arrancara una concesión- un chupetín con “agenda abierta”. Con más azúcar impalpable.

Además La Elegida -lo que nunca- mostró los atributos personales, para emular a la señora Mirtha Legrand. Al convocar, en la Casa de Gobierno, para una cena insólita, a catorce miembros de los selectos polos de poder. Cámaras, como la Construcción (Chodos, por ausencia de Wagner). O del Comercio (De la Vega, Eurnekián). Devaluadas asociaciones empresariales, con problemas de cervicales después de seis años de inclinación. Con Méndez, el ex Gordo, hoy recargado, o el desopilante De Mendiguren, el gran devaluador siempre dispuesto a repetir la hazaña. O la asociación bancaria, con el siempre presente Brito. O la Bolsa, con don Adelmo Gabbi, quien tiene manos que sacaron hasta chispas de tanto aplaudir anuncios insignificantes.

La cuestionada representación sindical podía exhibir, con su presencia, la carísima adhesión a la estrategia dialoguista. Lingeri expuso la experiencia de inquilino permanente del poder. Pero sobre todo se imponían Moyano y Viviani, el camionero y el taxista, tal vez no suficientemente prevenidos de la andanada que se les avecina. Según nuestras fuentes, en la próxima semana. Incluyen el desfile minucioso, aún evitable, de ciertos detalles de inversión. Dos bellos departamentos, en la capital de la bella Italia. Para Viviani se reservan remakes del Operativo Palacios, el compañero que debió dar un paso al costado. Será tan ingrato, acaso, como el apriete feroz que le ocasionó, entre compañeros, el compañero Venegas, El Momo. Cuando Viviani, como cuentan, arrugó.

Marco -en definitiva- amablemente feliz, con La Elegida como anfitriona, a la que suele verse exultante cuando su marido, El Elegidor, se encuentra destruido. Un detalle menor, para evaluación de los psicopatólogos.

Hubo que tolerar la insinuación de los reclamos sectoriales. Traducido: los mangazos. Pero fue un marco eficaz para testimoniar acerca del ascenso de las dos figuras que se proyectan, en el medio exacto del vacío. Como los hombres fuertes de la nueva versión del gobierno. Del kirchnerismo que aún intenta la utopía de la recomposición. Como Kirchner, el ausente. Con el desgarramiento que permite que La Elegida se ponga radiante.

De Vido, en primer lugar. Es -De Vido- el aún inadvertido mariscal de la derrota. Pero logró conquistar la posición de insustituible. Por “prepotencia de trabajo”, diría Roberto Arlt. Y por capacidad de acaparamiento. Con poder suficiente para ningunear, incluso, al cada vez más frágil ministro de Economía. Tan flamante y desgastado. Incluso se duda, entre los eruditos en la historia del ministerio de los últimos treinta años, si Boudou, comparativamente, se corresponde más con aquel Juan Carlos Pugliesse, que designó como ministro Alfonsín. O, tal vez, con la etapa de Jesús Rodríguez. Que fue, acaso, el ministro de Economía de la democracia que menos se equivocó.

También De Vido acumuló suficiente poder como para entregarse, en “Cenando con La Elegida”, a la ceremonia del silencio. Y dejar el sabot de la oralidad para el expositor. Aníbal Fernández, el Premier.

A través de la palabra, El Premier se dispone a cargarse, lo que queda del gobierno, al hombro. Y caminar, lo que pueda. La mochila es pesada, pero El Premier sabe que enfrente no tiene mayores riesgos. Ningún atisbo de verdugo. Sólo la estremecedora liviandad de la NADA.

Doble fracaso
En “Poder Vacante”, el estudioso Rosendo Fraga dijo que, desde el punto de vista de la capacidad expresiva, la señora Carrió es la figura más potente de la oposición.

Pero en magnitud política, el principal opositor -según Fraga- es Cobos.

Ambos ejemplos constituyen -para Consultora Oximoron- la representación emblemática del doble fracaso.

Por tratarse del vicepresidente, Cobos ilustra acerca del naufragio institucional del oficialismo.

Por la inútil dignidad del aislamiento, Carrió ilustra, en cambio, acerca de la impotencia de la oposición. La que se encanta, en cierto modo, con la fascinante aparición del penúltimo conejo. Mientras se predisponen, ordenadamente, a saborear los chupetines de madera. Los placebos, espolvoreados con azúcar impalpable.

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