Opinión Internacional

En camino hacia la comunidad

No podía ser más propicio el paisaje de La Riviera Maya para que 25 presidentes y los representantes de otros 7 Jefes de Estado decidieran conformar la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CEALC), paso señero de historia y orientador de futuro de una región que por razones de distinto alcance y naturaleza, nunca ha podido contar con un foro que le haya permitido amalgamar acciones conjuntas para satisfacer necesidades compartidas impidiéndole, en consecuencia, consolidar una identidad que le haya permitido actuar como entidad en el concierto internacional.

            Los resultados del cónclave de la unidad celebrado los días 22 y 23 de febrero no podían ser más auspiciosos, al plantear la estructuración de una agenda integrada entre los aspectos políticos que tradicionalmente han sido objeto de tratamiento en el Grupo de Río y los de carácter económicos considerados en el ámbito de la Cumbre de Presidentes de los acuerdos de integración latinoamericanos y caribeños que se reuniera por primera vez en Salvador de Bahía en diciembre de 2008 y ahora en el Estado de Quintana Ros.

            Al estructurarse la agenda del CEALC bajo los lineamientos contenidos en la “Declaración de Cancún” suscrita la semana pasada se puede concluir de que se trata de conformar un sistema sustentado por una nutrida agenda política, económica, social y cultural y no de una organización clásica a las que hemos contemplado desde fines de la década de los años 40 cuando se creara la Organización de los Estados Americanos (OEA), experiencia que se repitiera recurrentemente a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado y durante el primer decenio del presente.

            El sistema que se pretende crear ocasionará, en primera instancia, el desarme del entramado generado por la confusión de los intereses políticos regionales con los hemisféricos, es decir, que podrán deslindarse los primeros de los segundos limitándose, en consecuencia, la consideración de estos últimos al ámbito de la OEA cuyo propósito, entonces, será el permitir el diálogo de los países latinoamericanos y caribeños, por una parte, con Canadá y los Estados Unidos de Norteamérica, por el otro.

            En otras palabras, al trasladarse el relacionamiento intralatinoamericano y caribeño a la CEALC, comienza a vaciarse de contenido la agenda de OEA restringiendo, en consecuencia, la capacidad de maniobra e injerencia de los países desarrollados del hemisferio sobre el resto de los miembros del foro multilateral interamericano.

            En cuanto a los acuerdos de integración, el sistema deberá procurar estructurar un plan orientado hacia la progresiva articulación y convergencia de los mismos, el cual deberá contemplar, en cualquier caso, el respeto de los ritmos y compromisos contemplados en cada uno de ellos, de manera tal que no vuelvan a truncarse las posibilidades de multilateralizar el proceso de integración regional, especialmente, teniendo en cuenta la coexistencia en la región de dos modelos excluyentes de integración, así como de otras peculiaridades que en algunos momentos han conducido a la confrontación de intereses entre países y aún entre subregiones.

            Ahora bien, todo este esfuerzo será realmente eficaz si desde un comienzo los gobiernos involucrados estimulan un gran debate, a distintos niveles, que conduzca a la generación de una movilización social que le conceda al sistema una amplia base de sustentación, única garantía de crear una verdadera comunidad democrática de integración.

            Obviamente, la estructuración de la CEALC no estará exenta de presiones por parte de actores tanto exógenos como endógenos que verán afectados sus intereses políticos y económicos, las cuales ya han comenzado a hacerse evidentes, especialmente, desde el mismo momento en que la Cumbre Presidencial decidiera convocar para el próximo año una reunión en Venezuela en la cual deberían acordarse, por lo menos, las bases definitivas que regirán las acciones de la Comunidad, sino es que se alcanza a suscribir la documentación definitiva que la institucionalice.

            No serán sencillas las negociaciones que deberán llevarse a cabo para darle forma a la CEALC cuyos objetivos y ámbitos de acción determinarán el futuro del relacionamiento intrarregional y a partir de ello, la forma cómo se delimitará la funcionalidad de la OEA que solo ha servido para preservar los intereses de la potencia hemisférica en detrimento de sus demás miembros que ahora levantan su voz en coro y salen al reencuentro de su sendero hacia la independencia.

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