Opinión Internacional

Entre amor y azufre

Hacia mediados de mes comenzó un cambio de estrategia en la campa ña electoral del presidente Chávez. Aconsejado por asesores internacionales, cariocas, franceses y españoles, el Comando Miranda se convenció ­y parece que Chávez también­ de la necesidad de suavizar la imagen del candidato, bajarle el tono, matizar la estridencia del rojo con un poco de azul. Se trataría de una táctica complementaria, pues Chávez sigue compitiendo con míster Diablo y todo su azufre, personificado en estas tierras por Rosales y otros, pero debe enviárseles un mensaje a los indecisos de que él también representa amor y paz.

Llama la atención este cambio, que no deja de provocar risas socarronas. No porque no pocos quisiéramos ver al Presidente dejando atrás el permanente discurso confrontacional y polarizado, donde quien no está con él está contra él y es agente del imperialismo, sino porque muy al estilo de la «cuarta», el giro ocurre gracias a unos asesores internacionales, a los cuales seguramente se les pagó bastante para que dijeran lo que muchos ya hemos dicho hace tiempo. Asesores nacionales seguramente le hubieran podido aconsejar mejor sobre las formas de este giro, pues hasta ahora cuñas y otras acciones, por exageradas, aparecen artificiales. En días pasados vi a Chávez repartiendo besos a diestra y siniestra, a escolares en Aragua, y francamente la cosa no dejaba de verse exagerada. Dejar lo de «bravo» pueblo, porque lo bravo es agresivo, debe habérsele ocurrido a alguien que no maneja bien el castellano, porque ese bravo significa «valiente», un atributo positivo.

Mientras esto ocurre en la campaña, en política exterior pasa lo contrario. Desde el cambio ministerial de Rodríguez Araque a Maduro se ha producido un endurecimiento del discurso y las acciones. La campaña por la posición en el Consejo de Seguridad fue paradigma de polarización y agresividad verbal. Y el resultado está a la vista. En los días previos a la primera elección en la ONU, el Gobierno estaba confiado de obtener una votación cercana o mayor a los cien votos. Algunos funcionarios, subestimando el poderío de Washington, se atrevieron a adelantar que ganaríamos en primera vuelta. Se había propagado en Venezuela la idea de que Guatemala tenía menos votos que nosotros. Un mes antes, en una columna del Newsweek, el ex canciller mexicano Jorge Castañeda, para nada simpatizante de nuestro gobierno, presagiaba una contienda difícil e incluso una posible victoria de Venezuela, por el enorme desprestigio del gobierno de Bush y la arrogancia de su política exterior.

Sin embargo, la votación estuvo por debajo de las expectativas. Sin desconocer que Venezuela se alzó con una votación sólida y fiel, que expresa la disconformidad con cómo hoy se deciden los asuntos mundiales en ese foro internacional, y reconociendo también que Venezuela ha contado con el apoyo de países estratégicos como China, Rusia o Brasil, algo falló en la diplomacia venezolana. El olor a azufre que Chávez dijo sentir en Nueva York, y los otros epítetos con que caracterizó al presidente Bush, no parece que añadieran más votos en la recta final de esa competencia, más bien es razonable concluir que corrió a algunos indecisos, que prefirieron abstenerse o votar por el otro. ¿Harán falta asesores externos para que sugieran a la Cancillería un discurso que sin dejar de ser firme, sea menos sulfuroso y más diplomático?

Historiadora/Doctora en Ciencias Sociales

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