Opinión Internacional

Europa y su aniversario amnésico

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Roma (AIPE)- El 26 de marzo, los europeos celebraron el 50° aniversario de la firma del Tratado de Roma, el comienzo de la integración que hoy es la Unión Europea.

Con todo lo malo ocurrido en Europa a lo largo del siglo XX –dos guerras mundiales, surgimiento de ideologías asesinas como el marxismo y el nazismo, la exterminación de 6 millones de judíos–, estas cinco décadas de intercambio pacífico es una ocasión para celebrar.

Pero no todos los “eurócratas” sintieron que tenían motivos para celebrar. Jacques Delors, ex presidente de la anterior Comisión Europea, y Jean-Claude Juncker, ex presidente de la UE, piensan que el proyecto de unificación está pasando por su peor crisis. Se refieren a que se da largas a la integración constitucional, rechazada por los votantes franceses y holandeses en 2005. Es poco probable que Bruselas trate de nuevo de imponer su infame tratado constitucional de 511 páginas. Es más probable una estrategia subrepticia de cambios graduales, con el objeto de centralizar el poder en Bruselas, a través de ratificaciones aportadas por las diferentes legislaturas, en lugar de ir a un referendo popular.

La realidad es que indiferentemente de lo que suceda con la constitución, ella no resolvería dos graves problemas. El primero es el continuo malestar económico. Aunque los europeos suelen ser eficientes manejando sus negocios establecidos, numerosos informes indican gran escasez de nuevas actividades, de espíritu emprendedor, especialmente si se compara con lo que está sucediendo en India y China.

Aunque 2006 fue uno de los mejores años para la economía de la UE, en la última década la economía se estancó, mientras aumentaba el desempleo. Esto pone ahora en peligro la promesa política de seguridad económica para todos. Así vemos que hay un mayor porcentaje de pobres actualmente en Suecia (país que se consideraba el paraíso socialdemócrata) que en Estados Unidos.

La Agenda de Lisboa sobre liberalización económica no ha adelantado. Intentos de instrumentar pequeños cambios provocan fuerte oposición, tanto de la derecha como de la izquierda, y vociferantes manifestaciones, logrando que se engaveten las propuestas.

Un símbolo de inercia política es que la mitad del presupuesto anual de la UE está destinado a subsidios agrícolas, para proteger a los agricultores europeos de la competencia de los países en desarrollo, los mismos que los líderes políticos europeos aseguran querer ayudar.

Pero el mayor problema es de amnesia. Como lo manifestó el Papa Benedicto XVI recientemente, durante la conmemoración del Tratado de Roma, la identidad tiene que ver directamente con la memoria. Así como los individuos no se comprenden a sí mismos sin saber dónde han estado y qué han hecho, tampoco lo logran las naciones y culturas.

Expresándolo de otra manera: el Papa dice que la gente que sufre de amnesia confronta serios problemas tomando decisiones sobre el futuro porque no saben de dónde vienen. Eso mismo se aplica a Europa.

El Papa no alega que hay que ser cristiano para ser verdaderamente europeo, sino que es importante reconocer los hechos tras el desarrollo de la civilización europea: que la cristiandad es una síntesis de sabiduría hebrea, pensamiento griego y derecho romano que fue decisivo en el desarrollo de la cultura europea. Pensadores cristianos como Tomás Moro aportaron contribuciones claves a la causa de la libertad contra el absolutismo; que el surgimiento del capitalismo entre europeos cristianos no fue casualidad y que hasta el lema de la Revolución Francesa –liberté, egalité, fraternité- es incomprensible sin la influencia cristiana a tales conceptos.

Todo esto es repugnante para la mayoría de la actual clase dirigente europea. Lamentablemente, el post-modernismo está de moda entre los apparatchiks y altos funcionarios de la UE. Su determinación a ignorar la historia da mala espina respecto a los próximos 50 años de la unión.

___* Director de investigaciones del Acton Institute.

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