Opinión Internacional

Francia entra al siglo XXI

El mes de mayo es un período del año
especialmente rico en días feriados en Francia.

Además del día del Trabajo se celebra el final de
la segunda guerra mundial (el 8 de mayo), e igualmente es en este mes
que se celebran (en diferentes fechas cada año) el
día de la Ascensión y Pentecostés.

Tantos días feriados había en un corto
período de 31 días que el gobierno de Chirac
decretó; la fiesta de Pentecostés como laborable
sin sueldo (el dinero va a los fondos de asistencia a la vejez),
día conocido como el día de la Solidaridad. Fue
en mayo de 1968 que los estudiantes franceses se rebelaron contra la
represión gubernamental llevando al gobierno a una crisis a
tal punto que el general de Gaulle disolvió; la Asamblea
General y convocó; a elecciones parlamentarias anticipadas

Fue en mayo de 2005 que los franceses, para sorpresa del mundo,
dijeron NO al proyecto de Constitución Europea propuesta por
el ex presidente Valéry Giscard d’Estaing, lo que ha
bloqueado el proceso de la Unión Europea desde entonces.

Finalmente, es en el mes de mayo que, tradicionalmente, se lleva a cabo
la segunda vuelta de las elecciones presidenciales

El domingo 6 de mayo de 2007 los franceses elegirán al sexto
presidente de su Quinta República, y esta
elección, como lo mencioné en un
artículo anterior, es inaudita en muchos aspectos.

(%=Image(5708296,»L»)%) Los dos candidatos que se enfrentarán serán dos
nuevas caras de la política gala : Ségolène Royal, presidenta de la
Región Poitou-Charentes y ex ministra de la Familia del
antiguo Primer Ministro socialista Lionel Jospin, defenderá;
el modelo de sociedad propuesto por el Partido Socialista, mientras que
Nicolás Sarkozy, ex ministro de Finanzas y del Interior del
saliente gobierno de Jacques Chirac, lo hará; por parte del
partido UMP (Unión por un Movimiento Popular

Outsiders

Royal y Nicolás Sarkozy comparten varias circunstancias en sus vidas políticas que los hacen aparecer, cada uno en su terreno, como verdaderas
renovaciones del cuadro político francés. Ambos
son “outsiders en sus propios campos de acción. La señora Royal
no lideraba (ni lidera) ninguna corriente dentro del partido, no era un
rostro visible entre los presidenciables hace dos años y su
nombre no sonaba en ninguna lista de precandidatos hasta muy
recientemente. El periodista Alain Duhamel publicó- hace
más de un año- un estudio sobre las posibles caras
de los candidatos a la presidencia y Ségolène Royal no
aparecía por ningún lado. Interrogado al
respecto, se limitó; a decir que no consideraba seria ninguna
posibilidad de Royal para aspirar a la presidencia. El tiempo se
encargó; de sacarlo de su error.

Ségolène Royal derrotó en las
elecciones regionales en la porción del país que
hoy preside (Poitou-Charentes) al entonces Primer Ministro de Jacques
Chirac, Jean-Pierre Raffarin, y a partir de ese momento
comenzó; un ascenso vertiginoso «por los lados», al punto de
desplazar a los aspirantes «naturales» a la candidatura presidencial,
nada menos que el antiguo Primer Ministro Lionel Jospin, sacado de la
primera vuelta en 2002 por el ultraderechista nacionalista Jean-Marie
Le Pen, a Laurent Fabius, también antiguo Primer Ministro, a
Dominique Straus-Kahn, líder de la corriente socialdemócrata
dentro del Partido socialista y probablemente uno de los hombres mejor
preparados en términos de hombre de Estado dentro del PS, y,
finalmente, el candidato más natural en el mundo
político francés, el Secretario General del
partido Socialista, François Hollande, a la sazón
su propio compañero de vida marital.

Ségolène Royal, luego de una campaña
interna, que fue pública (debates televisados con sus
compañeros de partido incluidos), se hizo con la candidatura
presidencial con un respaldo masivo de los militantes (más
del 65% de votos en las elecciones internas

(%=Image(8868610,»L»)%) Por su parte, Nicolás Sarkozy, quien en 1995, guiado por los
sondeos favorables dentro de su partido de entonces, RPR,
decidió; apoyar en la lucha interna a Edouard Balladur, en
detrimento de Jacques Chirac, vio su estrella languidecer cuando fue
Chirac quien ganó; la presidencia. Chirac nunca le
Perdonaría tal «traición». Pero desde que fue
nombrado ministro del Interior en 2002 la figuración
mediática del pequeño Nicolás no ha
cesado de crecer. Luego de una pasantía como Ministro de
Finanzas, Sarkozy volvió; al ministerio del Interior («el
ministerio policía») y fue desde esa posición;- que
le tocó- enfrentar los motines de los suburbios franceses a
finales de 2005 por haber dicho públicamente que
limpiará las zonas peligrosas de la «escoria» que los
asolaba, expresión que el mismo Chirac se encargó;
de poner en su sitio: «Ese no es el lenguaje de la
República», dijo, en abierta oposición a su
propio ministro. Pero, contra los presidenciables naturales de su lado,
como el actual Primer Ministro Dominique de Villepin,
Nicolás Sarkozy se impuso dentro del propio partido
gobernante, UMP, para ocupar hoy día la presidencia e
alcanzar sin problemas la posición de candidato del mismo.

El apoyo de Chirac fue mínimo («Yo creé la “UMP”,
la UMP decidió escoger a Nicolás Sarkozy como
candidato a la presidencia, por tanto mi apoyo va para el
señor Sarkozy»). Punto final.

Cualquiera, pues, que sea el resultado de las elecciones del venidero 6
de mayo, una nueva generación política
inaugurará el siglo XXI en Francia. Dos visiones de lo que
debe ser el futuro se han enfrentado en estas dos semanas, dos
personalidades se han dado a conocer a los votantes para que estos
decidan quién debe conducir el destino de esta
nación por los próximos 5 años

Sin miedo y con respeto

El punto culminante de la contienda electoral antes de la segunda vuelta
tuvo lugar este miércoles 2 de mayo, entre las 9 pm y las
11:40pm, hora local de Francia, tiempo en el cual Royal y
Sarkozy protagonizaron, por primera vez en doce años, un
encendido debate en el que quedaron plasmadas las profundas diferencias
que los separan en sus concepciones de lo que debe ser el modo de
conducir el país. En Francia, desde 1974, es
tradición que los dos candidatos de la segunda vuelta se
enfrenten en un debate televisado. Sólo hubo una
excepción: -en el año 2002 Jacques Chirac se
negó; a debatir con Jean-Marie Le Pen

En un decorado preparado especialmente para la ocasión, y
transmitido por las televisoras privadas, estatales y cable, el debate
tuvo una audiencia cerca a los 20 millones de espectadores (un
auténtico récord). Bajo la mirada petrificada y
la presencia casi inútil de los dos moderadores
más célebres del mundo audiovisual
francés (Patrick Poivre d’Arvor y Arlette Chabot),
Ségolène Royal y Nicolás Sarkozy enfrentaron sus posiciones en diversos temas. Inicialmente estimado en una duración de dos horas, el combate se extendió”
por cuarenta minutos”

Varios aspectos hay que destacar para los observadores que, como quien
esto suscribe, son espectadores externos. El debate dio paso, bien
pronto, de la amabilidad y la cortesía a la
tensión y al ataque. Un hecho que sorprende a
quienes hemos seguido de cerca la campaña presidencial fue
la toma de posición de los candidatos “completamente opuesta a la imagen
que se tenía de cada uno de ellos”.

Así, mientras Ségolène Royal fue criticada por
mucho tiempo como blandengue y poco incisiva en relación a
su contendiente principal, esa noche mostró; una agresividad
inesperada, tan intensa al punto de que Nicolás Sarkozy,
conocido (y odiado por un vasto sector de la población) por
sus discursos explosivos, sin cortapisas, directos y fogosos,
apareció en pantalla esa noche como un escolar
regañado por la maestra. El lenguaje corporal fue revelador:
mientras Ségolène Royal se mostró erguida, con un movimiento severo de las manos (al punto de señalar con el dedo a su oponente varias veces), y con una
mirada fija en su contrincante, Nicolás Sarkozy se vio
disminuido, y, lo que es signo de inseguridad, volteó varias
veces hacia los moderadores, como si estuviese buscando apoyo.

¿Montaje teatral?

Es posible. Ségolène
Royal necesitaba demostrar (especialmente a sus seguidores) que no es
una personalidad blandengue, y que es capaz de ser firme frente a una
personalidad agresiva y explosiva como la de Nicolás
Sarkozy. “Yo no le tengo
miedo, señor Sarkozy
” parecía
decirle. El momento cumbre se alcanzó cuando, a un
comentario del candidato UMP sobre la educación de los
niños minusválidos, la candidata socialista lo
calificó de » inmoral

“Yo no he perdido la calma, pero estoy encolerizada” le dijo a Sarkozy ante el
intento de éste de comentar su pérdida de sangre
fría,;» algo que no debe hacer un presidente de la República

Por su parte, Nicolás Sarkozy tenía un juego
difícil. Enfrentar a una mujer, con el lenguaje duro y
agresivo que acostumbra utilizar, era completamente desaconsejable por
las consecuencias negativas de cara a la audiencia. «No agarrarla contra una mujer” fue una de las consignas recibidas de sus asesores de imagen. A
diferencia de la candidata socialista quien destacó en todo
momento sus diferencias de enfoque sobre cada punto abordado, Sarkozy
trató de mostrarse conciliador y receptivo, “estoy de acuerdo con Madame
Royal en
…»), quizá; para exorcizar su imagen
de provocador de conflictos, y trató, en todo momento de ser
respetuoso de las formas, al extremo, para algunos, de aparecer como
hombre débil y apabullado frente a la impetuosidad y
pugnacidad de su interlocutora

Ambos demostraron que son capaces de actuar en papeles diferentes a los
que los medios les habían endosado. Por otra parte, es
natural que el candidato de la oposición sea más
agresivo e incisivo que el candidato del gobierno , el cual, a
pesar de todo, carga consigo el fardo de los errores cometidos por la
gestión saliente. No obstante, creo que
Ségolène Royal logró, desde el punto de vista efectivo, dominar el debate desde el principio: la agenda propuesta por los moderadores fue, sencillamente, dejada de lado y no sería retomada que brevemente hacia el final cuando los
temas eran ya insulsos y tantos los espectadores como los debatientes
estaban cansados.

Un punto de decepción

A título personal quiero destacar: el debate se concentró; durante la mayor parte del tiempo en temas nacionales de Francia y, a mi modo de ver, en aspectos secundarios que no son la competencia directa del presidente de la
República (aunque, por supuesto, permitían
percibir la visión global de cada uno de los debatientes).

La política internacional brilló por su ausencia
(un error de la señora Royal, a mi modo de ver, porque
Sarkozy es considerado muy pro-norteamericano y es
emblemática la cultura anti EEUU de los franceses), la lucha
contra el terrorismo no apareció por ninguna parte, y mucho
menos la relación que tomará Francia con el
mundo, especialmente con sus ex colonias de África. Parecía
que ambos contendores vivieran en una Francia que no tiene papel ni
importancia en el resto del mundo (como le corresponde a un
país desarrollado
Ideales y pragmatismo

Indudablemente quedaron en evidencia profundas diferencias entre las
concepciones del poder y de la conducción del
país. Más allá de las medidas concretas para problemas específicos (detalles que no vienen al caso y que no voy a dar acá) el combate por la
presidencia es un enfrentamiento de personalidades y de visiones. Ambos
demostraron tener la estatura para ejercer la presidencia de la
República y mostraron igualmente que no se les puede
encerrar en esquemas preconcebidos. La candidata socialista no es la
incompetente madre protectora que la oposición quiere
endilgarle como imagen, y el candidato UMP no es el dictador en
potencia, especie de reedición del pequeño (de
estatura) emperador Napoleón, que la extrema izquierda
quiere hacer ver. Al idealismo de una, se opone el pragmatismo
realista del otro

El programa de Ségolène Royal consiste
en una serie de compromisos de gasto público (subvenciones,
ayudas, subsidios), junto con promesas de aumento de los salarios y
pensiones. Sin atreverse a dar detalles del cómo lo va a
hacer (su punto débil en la campaña y en el
debate), aparte de generalidades como «eliminar el desperdicio de
dinero en la administración pública» o
«reorganizar la burocracia estatal redistribuyendo a los funcionarios
públicos», el despegue de la estancada economía
francesa es una promesa que genera muchas ilusiones, sin que sea claro
el mecanismo que utilizará para ello. Su visión,
especialmente del mundo del trabajo y de la economía, es una
en la que el Estado juega un papel determinante como brazo y motor, y
también como paraguas protector

Nicolás Sarkozy, por su parte, aboga por una mayor libertad
de trabajo “quién quiere ganar mas que trabaje más»,
un ataque directo al límite de 35 horas semanales impuesto
durante el gobierno socialista), mayor importancia a la meritocracia y
a la libertad de elección. Mientras
Ségolène hace de la solidaridad un valor no
negociable y el papel del Estado en la asistencia a las personas en
dificultad piedra angular de su propuesta, Sarkozy alerta sobre las
consecuencias ruinosas de un asistencialismo permanente que, lejos de
ayudar a las personas a salir de su situación, las conmina a
permanecer en un estado de receptores eternos de la caridad
pública. Tales divergencias tienen consecuencias directas en
la fiscalidad, la visión de la educación y la
inmigración. De cierta manera, encontramos nuevamente la
gran oposición clásica entre la felicidad de
todos (izquierda) y la felicidad de cada uno (derecha).

En términos concretos, prefiero el programa de
Nicolás Sarkozy por una razón sencilla:
está cifrado, concreto, es medible (según el IFOP
es el único de los doce candidatos que genera crecimiento en
la economía), y va de acuerdo con los modelos de crecimiento
del mundo moderno: mayor liberalismo y menos Estado. Mientras
Ségolène Royal acostumbra mencionar los modelos
de otros países, especialmente los del norte de Europa,
mucho más performantes en términos reales, su
programa concreto niega, en la práctica, la creencia que
predica. Durante el debate, en torno a muchos temas, se
limitó a expresar su deseo de abrir debates y discusiones en
temas álgidos. Mi visión es que tal modelo no
funciona. Los ensayos recientes de cambios en la sociedad francesa
demuestran que ningún cambio se hace de manera gradual en
los temas que más nos duelen. No negaré, sin
embargo, los temores que en la población, especialmente la
de origen extranjero, genera las posiciones sarkozistas sobre la
inmigración selectiva que propone y el reforzamiento de los
valores naciones de la identidad francesa

El viernes 5 a medianoche la campaña electoral expiraba. Hoy
sábado 5 comienzan los franceses del continente americano
con el proceso de votación en sus consulados. El domingo 6
de mayo, aparentemente por un margen estrecho, uno de los dos
será el (la) nuevo(a) presidente(a). Luego del debate del
miércoles, el prestigioso diario LE MONDE publicaba que,
según los sondeos de opinión, el electorado se
inclinaba en mayor medida por Nicolás Sarkozy. De ser
así la estrategia socialista de moverse hacia el centro
(para atraer el 18% que obtuvo el candidato UDF, François
Bayrou, quien afirmó; que no votaría Sarkozy)
habría fracasado. En todo caso, cualquiera que gane no lo
hará por un gran margen de diferencia, y deberá
comprender que la mitad de la población votó
contra el (ella). Eso no deberá olvidarlo la
persona elegida.

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