Opinión Internacional

García a pesar de todo

El grado de madurez política de una nación se alcanza cuando la capacidad de discernimiento de su colectivo electoral, le permite ver mas allá de las simples promesas electorales y esta en capacidad de identificar elementos que atenten contra la libertad y la democracia.

Lo acontecido en Perú el día 4 de Junio, es una clara muestra de hasta donde una sociedad puede hastiarse de las dictaduras militares o civiles y de la violencia de la extrema izquierda. La victoria del candidato del APRA (Asociación por la Revolución Americana), el ex-presidente Alan García Pérez, en la segunda vuelta electoral por sobre el candidato de la extrema izquierda el militar retirado Ollanta Humala se traduce en un rechazo contundente de la ciudadanía de la nación inca, hacia los discursos basados en el odio, el clasismo, la violencia y la división de las sociedades que encarna el pensamiento neo-marxista de América Latina, del cual Humala es uno de sus más acérrimos exponentes.

Aun tomando en cuenta la nefasta gestión de Alan García como presidente, durante el quinquenio 1985-1990, plagada de corrupción, de desaciertos en materia económica, signada por la violencia de la guerrilla. Su opción se presentaba como una tabla de salvación para continuar la vida en democracia, para garantizar el desarrollo económico que la administración del Presidente Alejandro Toledo puso en marcha desde su ascenso al poder en 2001. Los viejos fantasmas de la dictadura de extrema izquierda del General marxista Juan Velasco Alvarado (1968-1975), de quien Humala se declaraba ferviente seguidor, los más nuevos recuerdos de la autocracia impuesta por Alberto Fujimori (1990-2001) y su infalible esbirro Vladimiro Montesinos, y la violencia sufrida a lo largo de décadas por las agrupaciones guerrilleras de extrema izquierda «Sendero Luminoso» y «Tupac-Amaru», portadoras del mismo mensaje de Humala, hicieron que los votantes de las zonas urbanas se volcaran a las urnas en abierta preferencia por la opción democrática, en detrimento de la dictadura de carácter marxista que de haber alcanzado la presidencia, habrían establecido Humala y sus colaboradores. Perú le dijo no al comunismo, no al militarismo, no a la revolución cubana, no a la ingerencia del chavismo y apostó, a pesar de sus defectos, por la democracia, por un gobierno que garantice el respeto a las libertades, a la vida humana, a la dignidad y a la preeminencia del poder civil sobre los uniformes y sobre las ideologías mezquinas y falsas.

Le toca ahora a Alan García demostrar que no es el mismo político irreflexivo y visceral de hace dos décadas, que los años pasados en el exilio, el aprendizaje a partir de los errores cometidos y la enorme responsabilidad que los votantes han colocado sobre sus hombros, lo han transformado en un líder maduro y preparado para afrontar el reto de guiar a su nación por los caminos de la prosperidad, alejado de los viejos postulados populistas que llevaron al APRA al foso de su existencia política en los tempranos años 90, el tiempo lo dirá.

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