Opinión Internacional

Injerencia autoritaria

Países tan distintos como Rusia, China, Irán y Venezuela comparten, en su diversidad, ciertos rasgos comunes que se proyectan en políticas exteriores propias de nuevas variantes de autoritarismo.

Un estudio reciente del que ha dado cuenta The Economist -“An (iron) fistful of help”, 4 de junio 2009- presenta el análisis de estos cuatro casos. El estudio comentado, disponible en internet (Undermining Democracy. 21st Century Authoritarians bajo el patrocinio de Freedom House, Radio Free Asia y Radio Free Europe-Radio Liberty), ayuda a caracterizar la naturaleza de la “resaca” que siguió a la tercera ola democrática descrita hace casi veinte años por Samuel Huntington. Esa resaca va siendo tan fuerte como duradera e incluye a nuevas formas de autoritarismo que en diverso grado observan algunos ritos democráticos.

Son cuatro los rasgos comunes a los países mencionados, relativos a sus métodos de control político y a sus formas para lograr influencia internacional. Entre los primeros, de orden interno, se encuentran por un lado la adjetivación de la democracia y la adulteración de componentes que le son esenciales; por el otro, el control de la educación, la información y las comunicaciones.

Respecto a las características internacionales, se encuentran políticas de asistencia, junto a formas de cooperación y financiamiento, acompañadas por un compromiso deliberadamente ambiguo con el principio de no intervención. En realidad, cabe aquí lo que el estudio citado denomina “asistencia autoritaria” que deriva en “injerencia autoritaria” (“influencia autoritaria” u “omisión autoritaria”). Así son alentados -por acción u omisión, de modo expreso o tácito- grupos, movimientos, organizaciones, liderazgos o gobiernos antidemocráticos. El otro elemento de proyección internacional es el distanciamiento y, eventualmente, abierta confrontación ante tribunales internacionales y organizaciones internacionales o no gubernamentales que promuevan la defensa de la democracia, los derechos humanos u otra materia de “interés soberano”.

Desde Venezuela, no es difícil recordar los viajes, encuentros, el anuncio de numerosos acuerdos y fotos del presidente Chávez con Vladimir Putin y Dimitri Medvédev, Mohamed Jatami y Mahmud Ahmadineyad, Jiang Zemin y Hu Jintao. Tampoco la reiterada declaración del mandatario venezolano sobre las grandes coincidencias estratégicas, el impulso a la diversificación del comercio (incluidos equipos y entrenamiento militar) y la participación abierta a esos y otros afines en los sectores estratégicos de la economía nacional.

En el conjunto, Venezuela está más cerca de Irán que de Rusia o China. Estos dos últimos países, aunque aspiran a ser reconocidos como potencias y vienen desarrollando y aprovechando oportunidades de “poder”, confrontan el orden mundial prevaleciente en puntos específicos mientras que, en otros, se cuidan de mantener ámbitos para la coordinación. No es nuestro caso, ni el iraní.

El menor peso geopolítico comparativo de Venezuela y las líneas de asistencia que el gobierno mantiene con socios de Petrocaribe y el ALBA, a pesar de los inocultables signos de contracción económica nacional, colocan a nuestro país en posición en extremo radical y de grave vulnerabilidad. No menos importante: desde Caracas, el desconocimiento de acuerdos, normas y organizaciones internacionales suscritos para proteger los intereses nacionales y a los venezolanos, se suma al mantenimento de costosas estrategias de asistencia-injerencia autoritaria. En fin, otra lista en la que no deberíamos estar.

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