Irán, la otra revolución
¿Pueden convivir el islam y la democracia? Con esta provocadora pregunta la prestigiosa revista The Economist registró la realización de los pasados comicios parlamentarios iraníes, que han despertado un interés obvio en el mundo. De acuerdo con los resultados conocidos hasta ahora, los reformistas del presidente Mohamed Hatami se alzan con un triunfo histórico. De ahí que ya se hable de una nueva revolución en Irán. ¿Hasta dónde llegarán los cambios? ¿Quiénes pierden? ¿Qué sigue en este país sobre el que se vuelcan todas las miradas?
En primer lugar, el que más del 60% de los candidatos reformistas al Majlis, o Parlamento, hayan gozado del favor popular, demuestra que las cosas allá siguen un curso lento pero firme. Con este hecho se da un segundo paso hacia la construcción de un Estado más democrático, en el cual ha prevalecido la teocracia. El primer campanazo del nuevo rumbo lo dio en 1997 Hatami, un hombre moderado que logró seducir a los votantes con un discurso aperturista, y quien a pesar de la oposición de los sectores religiosos, ganó de manera limpia la Presidencia de Irán.
Su siguiente objetivo era el de lograr mayoría en el Parlamento para poder adelantar los cambios necesarios sobre la base de “ampliar las libertades, y disminuir la influencia del clero en el gobierno, la judicatura y la vida de los ciudadanos”. Su propuesta fue calando, en especial entre los jóvenes y las mujeres en una nación de 60 millones de personas. Sin embargo, el propio Hatami sabía que el asunto no iba a ser fácil.
Pero, ¿qué tanto ha cambiado el país en estos últimos años? De hecho, ciertas costumbres se han hecho más flexibles, lo que hace que la vida sea más llevadera. Mientras de un lado los conservadores utilizan los tribunales de la revolución para seguir escarmentando a los opositores, y se cierran periódicos, aparecen otros medios de expresión que voltean la represión de la cual son objeto, como arma para legitimarse ante los electores.
Lo cierto es que a pesar de los obstáculos, las cosas se dieron en las elecciones pasadas, y los reformistas –que desean reinterpretar y democratizar la Constitución islámica del país– deberán dar ahora respuesta a la pregunta que circula con insistencia en estos días, y que ya no parece ser si se van a llevar a cabo los cambios, sino más bien, cuán rápido se pueden hacer.
Uno de los puntos donde habrá más oposición del centro y de la derecha religiosa va a ser el de aprobar la separación de poderes dentro del Estado. Aquí es donde Hatami, quien no cuestiona directamente la jerarquía islámica, debe maniobrar con gran habilidad política en su doble, y paradójica, condición de “presidente y líder de la oposición”, como lo definió The Economist. Sabe muy bien que la sagrada figura del Ayatollah Jomeini se sigue utilizando para atacar a los reformistas, lo que lo obliga a actuar con guante blanco. El mandatario sabe que Irán se está convirtiendo en un Estado anticlerical muy rápidamente.
Por eso algunas personas ven a Hatami como una especie de Mijail Gorbachov, que puede llevar a la transformación del régimen teocrático heredado del Ayatollah Jomeini, dentro de la concepción de la nueva revolución en Irán, esta vez hacia el centro. En la misma línea, el primer mandatario busca mejorar sus relaciones externas, incluso con Estados Unidos, lo que abre nuevos espacios de acción internacional.
Hasta ahora el gran perdedor es el ex Presidente conservador Rafsanyani, quien aspiraba a ser el Presidente del Congreso, y salió derrotado. De momento, Mohamed Hatami tiene la responsabilidad histórica de conducir a su país por la senda del reformismo, pero al mismo tiempo con la suficiente precaución para que los cambios no causen una reacción excesiva del clero en una sociedad que en los últimos 21 años ha vivido bajo un régimen teocrático. Podrá ir lentamente, pero la nueva revolución iraní no parece tener marcha atrás.
Tomado de (%=Link(«http://www.elespectador.com»,»El Espectador»)%) de Colombia del 23 de febrero de 2000
