Opinión Internacional

Izquierda religiosa versus izquierda realista

Recuerdo que en una ocasión me encontraba con
Schafik Handal, secretario general del Partido Comunista de El
Salvador, viendo un programa de televisión que transmitía una ceremonia
religiosa oficiada por el Papa. La solemnidad y el fervor conmovieron a
Handal, al punto de que exclamó: ¡Algo así necesitamos nosotros!, ¡una
liturgia de la izquierda!

Hay en estos momentos un crucial debate entre la izquierda religiosa
conservadora versus la izquierda realista pragmática. Esta discusión no
es nueva, lo que es nuevo es que antes el continente estaba dominado
por autoritarismos y ahora, por democracias emergentes. Jamás hubo en
la historia de Latinoamérica tantos partidos de izquierda con tanto
poder en tantos lugares.

La democracia resultó de la lucha de la izquierda, pero esta última
apenas se inicia como fuerza política permanente y viene de un largo
período de exclusión, exilio, cárcel, montaña, clandestinidad y calle,
sus debilidades son lógicas y su principal reto es ahora madurar y
aprender a gobernar. Las ideas de la izquierda religiosa son creencias,
mitos, cielos, infiernos, tabúes, dogmas, santos y demonios que derivan
en un proyecto populista dirigido al alma y a las emociones.

La religiosidad se fortaleció como respuesta al igualmente religioso
³anticomunismo². Las dictaduras derechistas dejaron tan pocas opciones
para afrontarlas, que activar emociones fue lo esencial. Por ello, el
aporte más científico del Che no fueron sus ideas económicas
programáticas, que estaban todas equivocadas, sino su consecuencia y su
locura por la revolución que le convirtieron en el santo patrono de la
lucha armada, motivador de la rebelión de muchos jóvenes.

El paso del fusil a la rosa (símbolo de la izquierda socialdemócrata
europea) resulta complicado, porque el autoritarismo obligó a que
ortodoxia y pragmatismo convivieran. La izquierda pragmática intenta
ser terrenal, planteando hacer lo posible ahora, en vez de lo imposible
nunca, pero la descalificación moral y la excomunión por traición son
las respuestas de los religiosos, y esto ocurre en todas partes.

Paradójicamente, para los marxistas religiosos, la contradicción,
pilar de la dialéctica, es pecado mortal. El discurso moderado es uno
de los problemas de los pragmáticos, sobre todo cuando se enfrentan a
sociedades con mucha pobreza, baja cultura política, gran exclusión
social y una discriminación racial que todavía no considera humanos a
los indígenas.

La oferta del cielo y el llamado a vengarse de un enemigo satánico
tienen ventaja sobre propuestas más racionales y eficaces. Podemos
entonces decir que así como Bush difícilmente podría ser jefe de Estado
de Gran Bretaña o Francia, en Chile, Chávez quizás podría ser un buen
pastor evangélico, pero no un presidente, y mucho menos un presidente
de izquierda.

Cuba y Venezuela son la cabeza de la izquierda religiosa, y sus
seguidores más fuertes son el PRD de Cuauhtémoc Cárdenas, en México; el
FMLN de Schafik Handal en El Salvador, el FSLN de Daniel Ortega en
Nicaragua y el MAS de Evo Morales en Bolivia. Entre los más importantes
de la izquierda realista se encuentran los socialistas chilenos de
Lagos, los seguidores de Kirchner en Argentina, el Frente Amplio de
Tabaré Vázquez en Uruguay, el PRD de República Dominicana, el Polo
Democrático de Colombia, el PRD de Martín Torrijos en Panamá y el PT de
Lula en Brasil. Con la excepción de los socialistas chilenos, que son
pragmáticamente más puros, todo el resto libra batallas internas entre
las dos corrientes y, aun en Cuba, existe hoy una izquierda realista en
desarrollo.

Los pragmáticos libran dos batallas, por un lado deben afrontar a los
conservadores de derecha reinventando programas y gobernando con
eficiencia, y por otro deben cuidar su discurso frente a los
conservadores de izquierda. Lo primero les demanda velocidad y soltura,
y lo segundo, lentitud y rigidez. Interesados en generar emociones, los
religiosos proponen un populismo que ofrece resolver problemas de forma
inmediata, absoluta y perfecta. Esto contrasta con el realismo, que
enseña que en política sólo se pueden lograr resultados graduales,
relativos e imperfectos. El populismo no conduce a soluciones, sino a
conflictos, eso es Cuba y Venezuela.

Como en muchas religiones, la izquierda conservadora es hipócrita. Los
últimos tres años el comercio de Cuba con Estados Unidos creció de
cuatro a más de 400 millones de dólares. Los cubanos compran productos
agrícolas sin poder vender nada a Estados Unidos y además pagan al
contado. Sin embargo, Cuba llama a sus seguidores a oponerse ³digna y
valientemente² a los tratados de libre comercio con Estados Unidos,
mientras ellos aceptan comerciar de forma ³sumisa y humillante².

Los izquierdistas religiosos rechazan los tratados porque dañan a los
agricultores, pero Cuba sólo compra productos agrícolas. Fidel Castro
llama a sus seguidores a luchar contra las trasnacionales organizando a
los pequeños productores, pero el gobierno cubano da puerta libre a las
transnacionales, mientras prohíbe y reprime a los pequeños productores.

Chávez invoca el antiimperialismo y la lucha antioligárquica, pero
Venezuela es hoy la gasolinera de Estados Unidos y es ahora cuando,
teniendo al gobierno como su principal cliente, más ganancias obtienen
los banqueros venezolanos. Entre 2002 y 2003 sus utilidades aumentaron
en 50 por ciento. Distribuir renta petrolera a los pobres es un
beneficio temporal y sirve para ganar elecciones, pero una verdadera
revolución en Venezuela sería acabar con la dependencia del petróleo.

Desde 1999 el gobierno de Chávez ha recibido 107,000 millones de
dólares y es dueño del 90 por ciento de los ingresos de la economía
venezolana, sin embargo, está acabando con los industriales y
desempleando a los trabajadores, mientras beneficia a los banqueros y
aumenta los burócratas. Crea pobreza y luego la subsidia, destruye las
clases revolucionarias y fortalece a las parásitas. Chávez usa el
antineoliberalismo para fortalecer su neomilitarismo. El 50 por ciento
de los gobernadores y gran parte de los funcionarios públicos son
militares. El chavismo hoy se llama de izquierda, pero puede a futuro
virar a la derecha como el peronismo argentino.

En las catacumbas de la izquierda religiosa hay cosas peores, como los
pactos entre Daniel Ortega y el archicorrupto Arnoldo Alemán en
Nicaragua, o las FARC de Colombia, que se han transformado en un cártel
del narcotráfico. Los pragmáticos ganan más elecciones y gobiernan en
más lugares, los religiosos, por el contrario, obstruyen el camino. Las
FARC son el principal obstáculo del polo democrático en Colombia, y
Daniel Ortega, Schafik Handal y Cuauhtémoc Cárdenas son los obstáculos
de la izquierda en cada uno de sus países.

El debate es sobre la democracia y el mercado, el mismo por el que
pasó la izquierda europea, pero, después de la caída del Muro de
Berlín, los religiosos no lo reconocen y lo que hacen es
instrumentalizar la democracia para sabo- tear el mercado sin creer en
ninguna de las dos cosas. Su modelo sigue siendo Cuba y como allí no
hay mercado no le cuestionan a Fidel por los presos políticos, ni por
la falta de libertades, sin embargo, exigen más democracia en
Latinoamérica. La izquierda realista, por otro lado, quiere financiar
la lucha contra la pobreza, pero haciendo crecer la economía; quiere
gobernar y resolver problemas en vez de vengarse y aumentarlos; quiere
convertir el pragmatismo en la defensa inteligente de los principios y
quiere derrotar el egoísmo, pero sin reprimirlo, porque sólo así la
solidaridad y la equidad se volverán valores sociales universales.

En síntesis, la izquierda realista lucha por dejar de ser eterna
oposición resolviendo el problema de la pobreza desde el poder,
mientras la izquierda religiosa reza, llora y se queja, porque otros no
la resuelven.

* Joaquín Villalobos es investigador en la Universidad de Oxford, Inglaterra y antiguo comandante de la guerrilla en El Salvador.

Fuente: El Diario de Hoy, El Salvador

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