Opinión Internacional

La conciencia de la humanidad

Esta madrugada, en su querida Viena ha muerto
Shimón Wiesenthal, a los 96 años de edad. «A los
asesinos de masas que he perseguido, los he
encontrado y les he sobrevivido a todos», dijo
Wiesenthal al retirarse hace tres años de la vida
pública.

El implacable perseguidor de criminales de guerra
nazis nació el 31 de diciembre de 1908 en
Buczacz, en la región de Galizia, que entonces
pertenecía a la monarquía de los Habsburgo y que
hoy forma parte de Ucrania.

Wiesenthal estudió y se instaló como arquitecto
en Praga en 1932 y ejerció su profesión hasta
1941 cuando, durante la ocupación alemana de
Checoslovaquia, fue detenido.

Logró sobrevivir a doce campos de concentración
hasta ser liberado por las tropas estadounidenses
en el campo de exterminio de Mauthausen.

Durante su permanencia en los campos de la
muerte, Wiesenthal consiguió tomar nota de los
nombres de cada uno de los criminales nazis que
participaban en el genocidio y una vez liberado
se dedicó exclusivamente a buscarlos.

En 1947 fundó el Centro de Documentación Judío,
que fue cerrado en 1954 debido a los intereses
creados en la «Guerra Fría» que no eran muy
favorables al esclarecimiento de todos los
crímenes de la Segunda Guerra Mundial. Pero en
1954, Wiesenthal consiguió localizar en Buenos
Aires al destacado criminal nazi Adolf Eichmann e
informó de ello al Centro de Investigación del
Holocausto Yad Vashem, en Israel, cuyas
autoridades eran inicialmente muy escépticas al
respecto, pero finalmente el prófugo fue
capturado.

Eichmann, el hombre que planificó la deportación
y muerte en masa de millones de judíos en Europa,
fue detenido en 1960 en la capital argentina,
trasladado clandestinamente a Israel y finalmente
sentenciado a muerte en 1961 tras la celebración
de un juicio transmitido por televisión.

Ese mismo año, Wiesenthal reabrió su Centro de
Documentación con el apoyo de donaciones de todo
el mundo. Uno de los casos descubiertos por
Wiesenthal más conocidos junto al de Eichmann es
el de Karl Silberbauer, que llevó a un campo de
concentración a Ana Frank y que fue descubierto
en 1963 cuando trabajaba como inspector de
policía en Viena.

Otros criminales prófugos corrieron la misma
suerte: el austríaco Franz Stangl, temido
comandante del campo de la muerte de Treblinka,
capturado en 1967 en Brasil, y el alemán Josef
Schwammberger, comandante del «ghetto» de
Przemysl, detenido en 1987 en Argentina.

En 1977 se fundó en la Universidad Jeshiva de Los
Angeles (EEUU) el «Simon Wiesenthal Holocaust
Center», que luego tendría sedes en Toronto,
Buenos Aires, Jerusalén y París.

Más adelante, en 1979, la Oficina Especial de
Investigación en EEUU (OIS) compartió con
Wiesenthal información sobre personas sospechosas
de haber participado en el genocidio.

En 1989 causó conmoción la declaración de la OIS
según la cual el presidente austríaco y ex
secretario general de la ONU, Kurt Waldheim,
había colaborado con los nazis durante la guerra.

Wiesenthal reaccionó de acuerdo a sus principios
y estableció que el presidente austríaco siempre
estuvo enterado de las actividades de los
criminales nazis, pero que no se le podía probar
su directa participación en sus crímenes.

Tras 58 años de trabajo, Wiesenthal anunció en
abril de 2003 su retirada de la vida activa con
las siguientes palabras: «Si hubiese algún
criminal todavía no descubierto, éste sería
demasiado viejo para llevarle a los tribunales»,
dijo, con lo que dio la labor de su vida por
terminada.

El rabino Marvin Hier, fundador y decano del
Centro Simon Wiesenthal en Los Angeles,
California, declaró al conocer la muerte de
Wiesenthal:
«Pienso que él será recordado como la conciencia
del Holocausto. De cierta forma él se convirtió
en el representante permanente de las víctimas,
determinado a llevar ante la justicia a los
perpetradores del mayor crimen que se haya
cometido en la humanidad».

Wiesenthal pasó más de 50 años cazando nazis,
hablando contra el neonazismo y el racismo, y
recordando la experiencia judía como una lección
para la humanidad, trabajando para que la
barbarie no vuelva a enseñorearse de la historia,
rescatando también la memoria de más de dos
millones de víctimas no judías en los campos de
exterminio.

«Cuando la historia analice el pasado quiero que
la gente sepa que los nazis no consiguieron matar
a millones de personas sin castigo», dijo una
vez.

En tiempos actuales en los cuales muchos neonazis
trabajan para hacer parecer que los campos de
exterminio nunca existieron, la limpia conciencia
de un hombre que arrojó sobre sus hombros la
responsabilidad de un mundo entero, brillará
eternamente con la llama de la justicia
alumbrando su nombre.

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