Opinión Internacional

La discusión central no es sobre los números de Gaza

La organización israelí de derechos humanos “B´tselem” publicó ayer un duro informe en el que sostiene que durante el operativo militar “Plomo Fundido” que tuvo lugar hace algo menos de un año en la Franja de Gaza, “las fuerzas de seguridad de Israel mataron a 1.387 palestinos…de los cuales 773 no participaron en las hostilidades, incluyendo 320 menores de edad y 109 mujeres mayores de 18 años”.

Hace aproximadamente seis meses, el portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel publicó cifras oficiales recabadas por la División de Investigación del Servicio de Inteligencia , indicando que los muertos palestinos en Gaza durante las tres semanas del operativo habían sido 1.166, agregando que de ellos, 709 eran terroristas afiliados a Hamas y algunos pertenecientes a otras organizaciones terroristas.

Pero el tema central no es si la cifra exacta fue la primera o la segunda. El tema principal, a nuestro criterio, se divide en dos. Es importante comprender quiénes fueron los muertos y ser consciente de la situación por la cual Israel lanzó ese operativo en la Franja de Gaza.

Según el Portavoz militar israelí, el problema básico del informe de “B´Tselem” es que incluye entre sus fuentes también información de sitios de internet y blogs de organizaciones armadas y grupos radicales y hasta de la policía palestina, que en el caso de Gaza, es de Hamas.

De esto deriva al parecer uno de los puntos claves en la discrepancia entre el ejército israelí y la mencionada organización de derechos humanos, en cuanto a la categorización de personas como “combatientes” o “no combatientes”.

En B´Tselem, por ejemplo, se hace referencia a “oficiales de policía” de Hamas como elementos que tienen a su cargo la imposición de la ley y el orden y se destaca que no participaron en los combates, agregándose inclusive que Israel bombardeó instalaciones y cuarteles de la policía, al comienzo del operativo, tomando por sorpresa a jóvenes cadetes que no estaban “combatiendo”.

Sin embargo, claro está que aunque los policías de Hamas muertos en sus cuarteles hayan sido sorprendidos por las bombas israelíes sin estar en combate ni disparando hacia Israel, eso no los convierte en inocentes que deben ser incluidos en la nómina de civiles muertos. El propio Hamas hace referencia a sus policías como “combatientes” y en más de una ocasión ha habido comunicados (que conocimos a través del Centro de Información sobre Inteligencia y Terrorismo) en los que glorifican la muerte de miembros de la policía de Hamas o de la Fuerza de intervención rápida, en su segunda condición, la de miembros de los batallones armados Izz al-Din al-Qassam.

El tema de quiénes son “no combatientes” se agudiza en el caso de palestinos que no son miembros ni de Hamas ni de otras organizaciones armadas radicales palestinas, pero que son utilizados por éstas para diferentes misiones, que los exponen claramente al fuego. Hubo desde el campo de batalla testimonios –no sólo en la última guerra sino también en operativos diversos en el correr de los años-según los cuales queda claro que Hamas usa a jovencitos y hasta niños como enlace y letales “mandaderos”, haciéndoles pasar, por ejemplo, cohetes y morteros, de un depósito en el que estaban almacenados, al sitio en el que se apostó una célula determinada para dispararlos.

Todo esto no pretende alegar ni por un momento que todos los muertos eran combatientes y que no murió gente no involucrada. Tampoco Israel lo dijo nunca. Hubo civiles inocentes muertos.

Pero es injusto juzgar a Israel por ello, sin conocer a fondo la situación en la que Israel se manejó. No sólo fuentes israelíes sino también reportes de periodistas internacionales , publicaron testimonios de palestinos que relataron a los cronistas cómo Hamas los tenía encerrados en sus propias casas, que usaban como base de lanzamiento de cohetes Qassam hacia Israel.

Recordamos con especial claridad los valientes informes de Lorenzo Cremonesci de “Corriere della Sera”-porque lo conocimos personalmente en Israel cuando fue corresponsal de su periódico en Jerusalem-, citando familias palestinas con sus terribles testimonios. Leíamos lo que había escrito y temíamos por su vida. Cabe suponer que no inventó testimonios para correr el peligro de que alguien lo mate por contar la verdad…

El Coronel Richard Kemp, británico, ex Comandante de las fuerzas de su país en Afganistán, dijo a la BBC durante la guerra, en vivo, que “ningún ejército, en la historia moderna de las guerras, hizo tantos esfuerzos como está haciendo Israel, para minimizar el daño a los civiles”.

Israel hizo centenares de miles de llamadas de teléfono a casas de palestinos que iban a ser bombardeadas por servir de depósito de armas y municiones, o de escondite a figuras de Hamas. Lanzó avisos impresos en papel, desde el aire , avisando de un inminente ataque, para que la población civil pueda retirarse, aunque ello arruinaba por cierto el elemento clave de la sorpresa. Irrumpió en transmisiones de la radio y televisión palestinas, con el mismo propósito, advertir que de zonas determinadas, la gente debía salir. También allí, en muchos casos, los terroristas tomaron a la población de rehén.

Esto, nuevamente, no significa que no haya habido errores ni tampoco que todos los civiles muertos hayan sido aquellos tomados rehenes por Hamas. Murieron también, lamentablemente, por balas israelíes, por el daño causado por los bombardeos contra Hamas.

Pero es imperioso recordar que lo que sucedió en Gaza fue una guerra en una zona densamente poblada, en la que Hamas convirtió casas de civiles en refugios llenos de explosivos, disparando desde las mismas hacia Israel, una situación infernal en la que si no se hubiese actuado con cuidado, habrían muerto varios miles en una semana.

Serían numerosos los ejemplos a dar respecto a lo que sucede en campos de batalla, en toda guerra, también lejos de la propia casa (aquí, Gaza, vecina de Israel, amenazaba diariamente con sus cohetes a la población del sur ).

Daremos un ejemplo, a fin de ayudar a comparar.

En noviembre y diciembre del 2004, los infantes de Marina norteamericanos libraron lo que se conoce como “la segunda batalla de Faluja”, una ciudad ubicada a unas decenas de kilómetros de Bagdad. En la ciudad había una población de unas 300 mil personas, parte de las cuales se fueron antes de la entrada de Estados Unidos. Entre los civiles, había unos 3 mil hombres armados, “insurgentes”. En Gaza, todo se multiplica por 5: aproximadamente un millón y medio de habitantes y más de 15 mil hombres de seguridad de Hamas. Pero en Faluja, durante el operativo, fueron muertas 6 mil personas, mil de ellas gente armada. Siguiendo la proporción, habrían podido ser en Gaza 30 mil los muertos. No casi 1400, sino 30 mil. No lo fueron, por suerte.

Lo que este análisis pretende dejar en claro es que si Israel hubiese actuado en forma desenfrenada y descontrolada como alegan sus críticos, los resúmenes de muertos habrían sido otros, con cifras terriblemente mayores.

Las muertes fueron consecuencia de una guerra impuesta a Israel, una guerra que durante ocho años trató de evitar, sin responder como debía a los ataques desde Gaza. Pero no fueron resultado de una política intencional israelí de matar a gente inocente en Gaza.

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