Opinión Internacional

La falsa promesa de la ayuda al Africa

(%=Image(3933179,»L»)%)Washington (AIPE)- No es más que una bonita ilusión creer que los países ricos pueden rescatar de la miseria a las naciones más pobres, pero los miembros del G8 reunidos en Escocia se concentraron en la cancelación de deudas y aumentos masivos en ayuda para tratar de salvar a los pobres del mundo. El presidente Bush ha prometido duplicar la ayuda a Africa y los ingleses exigen un nuevo Plan Marshall para ese continente.

La cancelación de deudas no ha sido efectiva en el pasado. Desde los años 80, los países muy endeudados han recibido más de 30 mil millones de dólares en cancelación de deuda, pero el problema ha empeorado. La realidad es que los países son premiados por sus infames políticas económicas y la ayuda externa asegura la continuación de tales políticas.

Según el economista Adam Lerrick de la Universidad Carnegie-Mellon, 94% de la ayuda externa de los países muy endeudados se debe a préstamos de entes públicos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Desde los años 60, las naciones africanas al sur del Sahara han recibido unos 500 mil millones de dólares en ayuda y la región es más pobre que nunca.

Ante tan nefasto historial, no se puede pensar que la solución es más cancelación de deudas y más ayuda externa. Y la propuesta de un nuevo Plan Marshall pretende ignorar que después de la Segunda Guerra ese programa distribuyó, en dólares actuales, alrededor de 100 mil millones a lo largo de cuatro años, mientras que Africa ya ha recibido el equivalente a cinco Planes Marshall, con nefastos resultados.

¿Por qué la ayuda externa ha logrado tan poco en el pasado y por qué no debemos esperar nada diferente en el futuro? Desde los años 90, el consenso entre los expertos en desarrollo es que la ayuda externa no funciona junto a malas políticas económicas de los países receptores. Además de no haber correlación alguna entre ayuda externa y crecimiento, en Africa ha hecho más bien daño, al financiar y sostener a pésimos gobiernos.

Los países prometen reformas para recibir ayuda externa, pero no instrumentan tales reformas. Un estudio reciente del Banco Mundial sobre la ayuda entre 1980 y el 2000 indica que “la ayuda externa atrasa considerablemente en lugar de fomentar las reformas hacia el libre mercado”. Otro informe anterior del mismo Banco Mundial concluye que “la reforma es más probable que sea precedida por una disminución de la ayuda externa que por su aumento”.

Una explicación de por qué la ayuda externa no promueve políticas beneficiosas es que las agencias de ayuda tienen el incentivo institucional de prestar a como dé lugar. Cuando los prestatarios saben que los prestadores les darán dinero sin importar su comportamiento, las condiciones impuestas pierden toda fuerza y credibilidad.

Quienes proponen conceder más ayuda aseguran que las cosas serán diferentes en el futuro. La ayuda será dirigida por criterios “selectivos” hacia países que tienen buena gobernabilidad y que hayan demostrado disposición a proceder con reformas. La ayuda externa respaldará la salud y la educación, sin las cuales el crecimiento se debilita.

Pero no hay razón para creer que mejorará la efectividad de la ayuda externa. Las instituciones que aportan el dinero carecen de un mecanismo que asegure el cumplimiento y los países ricos siguen dependiendo de esas instituciones con su historial de incapacidad en determinar cuáles son los países que merecen recibir ayuda.

El Banco Mundial ahora alega que dirige sus préstamos hacia gobiernos con mejores políticas e instituciones, pero una reciente evaluación interna del mismo Banco concluyó que “hasta ahora hay poca evidencia de que la gobernabilidad esté mejorando o que la corrupción esté disminuyendo”.

Por su parte, el FMI tiene menos razones para ser optimista al descubrir que la ayuda externa no sólo falla en promover el crecimiento sino que “no hay evidencia de que la ayuda externa funciona mejor en mejores ambientes de política o de geografía”. El FMI añade que “ninguna subcategoría [de ayuda externa] tiene algún impacto significativo…en el crecimiento”.

Las naciones africanas podrían ser prósperas, pero nos estamos engañando si pretendemos que los países ricos lograrán resultados mediante transferencias de gobierno a gobierno. Es hora de que los gobiernos africanos apoyen la libertad económica y que los países ricos dejen de motivarlos a no hacerlo.

(*): Director del Proyecto sobre la Libertad Económica Global del Cato Institute.

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