Opinión Internacional

La ley y la justicia

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Montevideo (AIPE)- Hoy en día, prácticamente todos los gobernantes se declaran contrarios al despotismo. En la política es mucho más rentable declararse ferviente defensor de los derechos humanos y emprender “cruzadas” a favor de la justicia. Eso lo vemos ocurrir principalmente en Latinoamérica.

No obstante, tras esas repetidas peroratas de las autoridades, las palabras fundamentales “ley” y “justicia” han sido vaciadas de contenido. En los hechos, han pasado a significar exactamente lo contrario de lo que aparentemente quieren expresar.

Friedrich Hayek dice que “El concepto de libertad bajo el imperio de la ley (…) descansa en el argumento de que, cuando obedecemos leyes en el sentido de normas generales abstractas establecidas con independencia de su aplicación a nosotros, no estamos sujetos a la voluntad de otro hombre y, por lo tanto, somos libres”.

En el mundo antiguo, Grecia es ejemplo perfecto de las sociedades diferentes que brotan, según el concepto de la ley. En Esparta, el estado-guerrero, la ley era la manifestación de la voluntad de las élites gobernantes. En Atenas, pueblo de comerciantes, era la expresión de “normas de conducta aplicables a todos por igual”. En Esparta asesinaban a lo niños que no tenían las aptitudes físicas requeridas, mientras que en Atenas surgieron la democracia y el humanismo.

En Atenas, Solón otorgó al pueblo “leyes iguales para los altos y los bajos”. La isonomía, es decir, la igualdad ante la ley, fue lo contrario del gobierno arbitrario de los tiranos. Para Heredoto es la isonomía, antes que la democracia, “el más bello de todos los nombres del orden político”.

Este concepto evolucionó y en la Inglaterra del siglo XVII adquirió el significado de “imperio de la ley”, ante el cual debían inclinarse, por igual, gobernantes y gobernados. Precisamente, su aplicación interpreta el más elevado sentido de la justicia.

En el mismo tiempo y lugar surgió la gran diferencia entre las democracias antiguas y modernas. En las viejas democracias, los ciudadanos podían elegir a sus gobernantes o ser electos, pero desconocían los derechos individuales. Inglaterra dio ese gran salto cualitativo hacia el objetivo de ponerle coto a las arbitrariedades, más o menos encubiertas, de los poderosos. Estados Unidos, gracias a las ideas de sus Padres Fundadores, culminó esa gran labor al establecer como eje fundamental del sistema a un poder judicial eficiente e independiente. Uno que tuviera muy claro que su misión fundamental consiste en defender de las tropelías del propio Estado los derechos del individuo, sin importar su condición.

Estas reflexiones surgen por un reciente informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) indicando que el Gobierno Uruguayo está violando los derechos humanos de los hermanos Peirano Basso.

Para la CIDH, “el Estado uruguayo es responsable de la irrazonable prolongación de la prisión preventiva” de los tres hermanos y por lo tanto está violando el “derecho a la libertad personal” y las “garantías del debido proceso”, por lo que recomendó que “sean puestos en libertad” mientras esté pendiente la sentencia.

En agosto del 2002 se había establecido que la pena máxima no podía superar los cinco años de penitenciaría. Pero ya han purgado prácticamente la condena entera sin haberse establecido su culpabilidad o inocencia. Cuatro veces fue solicitada la libertad provisional y siempre fue negada. Según informes de prensa, 60 por ciento de las personas en cárceles uruguayas están en las mismas condiciones.

El caso es paradigmático. Los Peirano estaban entre los más ricos de Latinoamérica. El presidente Vázquez, al poco tiempo de asumir en 2005, los catalogó públicamente de “delincuentes”. La “ley de descongestionamiento de las cárceles” fue redactada expresamente de tal manera que impidiera que ellos se pudieran beneficiar. Y el fiscal expresó públicamente que estaba buscando delitos más graves para acusarlos.

Es reconfortante el reciente informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el cual trasciende el caso específico de los hermanos Peirano.

___* Analista uruguaya.
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