La OTAN ¿no va más?
Aunque el asunto parece algo confuso por ahora, lo cierto es que pareciera que la poderosa Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, podría estar en camino de su disolución, para dar paso a un nuevo esquema de seguridad en Europa. ¿Meras especulaciones? Es muy posible. Pero una reunión llevada a cabo un par de días atrás en Portugal, a la que asistieron los ministros de Defensa de los 15 países miembros de la Unión Europea, ha dado mucho de qué hablar al respecto.
La OTAN cerró el año anterior con un balance positivo para sus intereses: cumplió los primeros cincuenta años en una Europa en la que el fantasma del comunismo había desaparecido; tres Estados que en su momento engrosaron las filas del Pacto de Varsovia –Polonia, República Checa y Hungría– ingresaron hace un año como nuevos miembros, y para cerrar con broche de oro, la Alianza bombardeó Yugoslavia ante la situación planteada en Kosovo.
¿Qué ha pasado, entonces, para que ahora se hagan cábalas sobre un cambio tan radical que alteraría todo el sistema de seguridad, no solo el europeo, sino el mundial? En principio, todo apuntaría a que los países del Viejo Continente se han tomado en serio el reclamo hecho por Estados Unidos de tiempo atrás, según el cual los Estados comunitarios hacen muy poco para garantizar su propia seguridad.
Ésta sería, entonces, en caso de que se materialice, la respuesta de los socios de la OTAN, al otro lado del Atlántico, a dicho cuestionamiento. Así se crearía un nuevo contingente militar que contaría con un cuerpo político para dirigirlo, que se convertiría en contrapeso continental a la supremacía de los estadounidenses. De hecho, el fin de semana entrante se reunirán en Bruselas los altos mandos militares de los países comunitarios para tratar temas relacionados con la propuesta.
Sin embargo, por ahora no hay nada claro en estos movimientos que se desarrollan en el ajedrez europeo. Para algunos observadores, tal y como lo señala CNN, no se van a duplicar esfuerzos en Europa sino más bien a complementar la actividad que ha venido adelantando la Alianza Atlántica. En ese sentido el general George Robertson, secretario de la OTAN, dijo que “no se trata de acabar con la relación transatlántica, sino de modernizarla y fortalecerla”. Robertson, a propósito, no estuvo invitado a la reunión en Portugal.
Pero como dice el viejo adagio, si el río suena, piedras lleva. Y en este caso están haciendo bastante ruido. Javier Solana, quien representa la política exterior y seguridad común de la UE, ha tenido que correr bases para explicar a los cuatro vientos que la responsabilidad de la seguridad colectiva seguirá siendo de la Alianza Atlántica. Busca así quitarles presión a los crecientes comentarios.
Por ahora no es muy claro que los países europeos vayan a gastar una gran cantidad de dinero en desarrollar un sistema alternativo de seguridad para el Viejo Continente, cuando ya se cuenta con la OTAN como un mecanismo eficaz que fue probado el año anterior en el caso de Kosovo, pasando incluso por encima de Naciones Unidas.
De otro lado, y a pesar de que existen diferencias evidentes entre Washington y varias capitales europeas en materia de comercio y política exterior, no suena lógico que se vaya a sumar a la lista de discrepancias algo que atañe a un tema tan sensible y que por tantos años ha formado un vínculo muy estrecho a ambos lados del Atlántico. Al menos de momento el mecanismo actual no se va a echar al tarro de la basura.
Sin embargo, no estaría nada mal que comenzaran a gestarse nuevos sistemas de seguridad en el mundo, como alternativas viables a los ya existentes. Pero, por supuesto, sobre la base de una actuación que esté subordinada a la ONU, y no para repetir el preocupante ejemplo que quedó patente tras la innecesaria demostración de fuerza en Yugoslavia. ¿Será posible? Ése es el punto.
