Opinión Internacional

La Unión por el Mediterráneo

La Unión por el Mediterráneo, lanzada con toda la pompa gala éste fin de semana en París, reagrupa a 43 países, que representan aproximadamente 750 millones de habitantes tanto del continente europeo como de la riviera sur del Mediterráneo, una de las regiones más divididas del mundo. La cumbre, que tuvo como escenario el Grand Palais parisino, y que logró sentar en una misma mesa a rivales de larga data, no produjo la típica «foto de familia» como prueba de la complejidad en lo acordado. Sin embargo, la cumbre, engendró una declaración final de unas 10 páginas, donde se relatan proyectos tales como; el saneamiento de las aguas del mar Mediterráneo, energía solar, seguridad civil y desarrollo de las llamadas «autopistas del mar». De igual forma, la declaración final, incluye pasajes referentes al proceso de paz en Oriente Medio, negociación ésta sumamente delicada y que arruinó el llamado «proceso de Barcelona» de 1995.

El Mediterráneo es una gigantesca encrucijada de religiones y culturas, donde se cruzan barcos cargados de mercancías, con barcazas repletas de inmigrantes en procura de una mejor vida del lado europeo. Así mismo, ese mar y sus recursos acuíferos, están amenazados por la contaminación, al tiempo que, la circulación marítima requiere una organización. Es por ello que, dirigentes de naciones en guerra, como Israel y Siria, han venido a París, a los fines de establecer puentes, que faciliten el tránsito de bienes, en un mar que comparten, con la idea de algún día, convertirse en socios comerciales. En fin, la misma receta que en el pasado permitió la reconciliación entre Francia y Alemania y salvando las distancias, una esencia similar, a la reciente mini-cumbre entre Colombia y Venezuela.

La Unión por el Mediterráneo, de apariencia incierta, bizarra y ambiciosa, tiene igualmente inconvenientes del lado europeo, por cuanto tanto desde Bruselas, como desde Berlín, hubo en un primer tiempo, oposición al proyecto, a causa de la aparente pérdida de poder, de los tecnócratas de la Comisión y de la Cancillería alemana, así como también, a causa, del estilo desenfadado de Sarkozy, quien en principio parecía querer dejar de lado a las instituciones europeas.

En paralelo, la superficial opinión pública francesa, acostumbrada desde la llegada al poder de Sarkozy, a debates fútiles, como la vestimenta presidencial y sus destinos vacacionales, salió momentáneamente de sus frioleras, para abordar la polémica nacida a raíz de la invitación a París del presidente sirio Bachar El-Assad. La discusión, no tenía solamente que ver con que Siria forme parte del denominado por Estados Unidos ‘Eje del mal’, sino que la visita de Bachar El-Assad, se sumó a la existente molestia del estamento militar francés, con Sarkozy y sus planes de reforma militar, y que una parte de la grande muette habría considerado como una «ofensa a la memoria» la presencia del presidente sirio en París, por los 58 soldados franceses que murieron en Beirut en 1983, en un atentado contra su cuartel atribuido a Siria.

De tal manera, que el arriesgado Sarkozy, sigue adelante en su bulímica carrera de trances constantes y permanentes. De momento ha sacado a Bachar Al-Assad de su aislamiento, y éste ha aceptado discutir de paz con Israel, a través de Turquía. Después de todo, la terrible dictadura que ha heredado el presidente sirio y el desinfle de la administración de Bush en sus días finales, le deja una opción a Europa, y es a través del ambicioso Sarkozy que se está jugando dicha carta, con un estilo diplomático que algunos llaman de tres bandas, el cual coloca a Francia como el centro de gravedad del complicado dossier de Oriente-Medio, pero que provoca celos hasta dentro de los atlantistas amigos del propio Sarkozy.

Del esplendor de un radiante fin de semana de verano parisino, a la realidad mediterránea hay una enorme diferencia. No obstante, la Unión por el Mediterráneo, ha nacido bajo el espíritu de Jean Monnet y su estilo de planificación a la francesa, el cual consiste en crear una solidaridad a partir de proyectos concretos, en éste caso, el agua, el tráfico marítimo y la contaminación. Con la esperanza que en los espacios comunes donde hoy persiste la fractura, puede en un futuro cercano convertirse en zona de cooperación, y ¿por qué no? en una zona de paz.

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