Opinión Internacional

La verguenza de Honduras es la verguenza de América

Otra vez los militares con sus uniformes y armamento de Guerra en las calles de una ciudad latinoamericana, esta vez Tegucigalpa. Es la maldición que los indígenas lanzaron a los conquistadores, colonos e inmigrantes europeos por haberles conquistados, colonizados culturalmente, y sometidos por la ley de la selva que imperaba en Europa azotadas de pestes, hambrunas e interminables guerras. Los golpes militares latinoamericanos tienen todos ese común denominador. El uso de la violencia para solucionar conflictos políticos que son hijos de las diferencias culturales, las cuales conducen a los problemas sociales . ¿Quién puede dudar – si es un intelectual honesto que toma distancia de los hechos – que en el trasfondo hondureño se encuentran esa desigualdades de ingresos entre los dos estamentos de la sociedad hondureña? Entre el bienestar de los euro-hondureños y la pobreza general de los misquito-hondureños. En esas circunstancias han venido los sandinistas, los castristas y chavistas a decirle a los hondureños como salir de la pobreza generalizada. Les han presentado soluciones autoritarias, como si fueran esas las únicas disponibles. Parte de los hondureños, quienes adolecen de la práctica de la autocrítica les han creído, aunque tanto la Cuba dictatorial como la Nicaragua sandinista son los mejores ejemplos de cómo NO se debe administrar un país. Los izquierdas de tapa-ojos quieren ilusionarse en cuanto a que la riqueza de Venezuela es producto del socialismo bolivariano, cuando es precisamente producto del sistema capitalista. En vista que el dinero venezolano alimenta al Nuevo Imperialismo Socialista apodado ALBA, los pobres hondureños se creen que ese es el camino para salir de la pobreza. En esas circunstancias, el ganadero y agricultor señor Zelaya transformado en Presidente, olvidando que mantiene con salarios de hambres a sus campesinos, se ha transformado en adalid de las prisas de izquierda por implantar el ALBA en Honduras. Para lograrlo necesitaría de no menos de diez años y su mandato terminaría el año que viene. Zelaya se tropezó con una piedra que es la Constitución de Honduras cuando intentó introducir por la puerta de atrás un referéndum al cual tiene derecho de convocar solamente el Congreso nacional hondureño. En vista de la resistencia que obtuvo de la mayoría de los parlamentarios y de la Corte suprema, desde Caracas, Managua o La Habana le recomendaron apoyarse en los militares usándoles como supuestos soportes sicológicos para realizar éste, de todos modos. Los militares no se dejaron manipular y se negaron a secundarlo. Tanto el Congreso nacional como la Corte suprema fallaron en contra de Zelaya ordenando su destitución y detención. Y aquí viene la prueba de que, o los generales hondureños no piensan mucho, o que están algunos ya manipulados por esas infiltraciones del social-comunismo en los ejércitos, que se vieron en Brasil durante Joa Goulart y en Chile durante Allende. En lugar de cumplir la orden le expulsaron del país, creando la mayor vergüenza de este siglo para Latinoamérica, porque se trataba de un Presidente democráticamente elegido. ¿Por qué tantas prisas y yerros? Me atrevo a sospechar dos hechos: o la mayor parte del estamento Euro-hondureño está desesperado por sustentar su hegemonía, que ve amenazada por la irrupción de una Revolución socialista hondureña; o el personalismo – evidente en todos los presidentes latinoamericanos – hizo lo suyo cuando el Presidente del Congreso, el italiano Michelletti desvergonzadamente asumió el título de Presidente interino. Digo desvergonzadamente porque un parlamentario integralmente democrático jamás se hubiera prestado a asumir ese cargo si conociendo del entuerto de la expulsión de Zelaya. Pero la maldición indígena pudo más que la integridad parlamentaria y el personalismo y las ambiciones desmedidas triunfaron para la desgracia de los Hondureños, que han quedado peor que cuando la Guerra del fútbol con El Salvador.

Cabe, en el ejercicio de la razón retraer un poco la Historia de América Euro-indígena. No historiaré las varias docenas de golpes militares realizados por individuos uniformados – todos ellos euro-americanos – en detrimento de sus propios uniformes. Eso lo sabemos todos. Lo que me parece vital, en vista que nos estamos adentrando en el siglo XXI, que ese tipo de reacciones manumilitaris ya no se podrían llevar a cabo gracias a la Revolución de las comunicaciones. Recuerdo haberlo vaticinado en 1969 en mi columna la Prensa literaria de Nicaragua en relación a la dictadura de la familia Somoza, (contra la cual luché al lado del Sandinismo democrático.) Un elemento de Ciencias políticas cabe destacar. Me refiero al presidencialismo, es decir el caudillismo, esa enfermedad infantil de las democracias. América Latina ha avanzado demasiado cultural, tecnológica, económica y políticamente para seguir siendo el hazmerreír del mundo. En mi modesta opinión, para América ha llegado la hora del Parlamentarismo, que gracias a su carácter impide los golpes militares, porque ¿para qué destituir al Ejecutivo cuando se le puede cambiar gracias a una votación calificada en el Congreso o Parlamento? ¿No es acaso cierto que los Primeros ministros latinoamericanos serían más modestos, menos prepotentes, menos auto-endiosados y menos “yo-se-todo” estilos que practican los presidentes actuales, y de seguro lo harán los futuros? ¿No sería el fin de los caudillos que intentan torcer las constituciones a su favor para reelegirse y eternizarse como dictadores en el poder?
Pienso que este es un reto que hay que afrontar intelectualmente en toda América Latina.

Usted, qué opina?

Prof. Carlos Medina de Rebolledo

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