Opinión Internacional

Las elecciones del 2008: el marasmo

Brasil es siempre sorprendente: Recientemente, supimos que estábamos alcanzando el índice de natalidad europeo: el promedio de hijos por mujer, hoy, es de 1,8 (incluso en las áreas rurales o más pobres, el índice se redujo a 2,1). Todo discurso de control de natalidad pasó por el colador de la historia.

Y, en estos días de elección municipal, caerán algunos tabúes más. Puede percibirse en la elección (en especial, en las capitales y los grandes centros urbanos del país) un cierto continuismo o mismo la influencia de los partidos dominantes. Estamos estabilizados desde el punto de vista de la representación política formal. Algunas condicionantes llevan a esa situación La primera es el proceso electoral que limita que se respete la capacidad de voluntad del elector. En virtud del cuociente electoral no siempre fue electo el más votado, ya que la suma de los votos del partido o de la coalición termina dividiéndose entre los que “pujadores de voto” o de “los caciques partidistas”. Un partido estabilizado puede, en virtud de los dos o cuatro pujadores de voto, elegir concejales con baja representatividad, mientras que un candidato de partido inexpresivo, con gran representatividad, podrá quedarse en la lista de espera. Un segundo factor es la consolidación del sistema partidista entre PT, PSDN y PMDB. El PT y el PSDB se afirmaron en el espectro electoral desde los años 90. Allí se van casi dos décadas. Son dos partidos con programas similares: socialdemócratas o social-liberales, que se aproximan rápidamente para construir una alianza anunciada desde Europa (el sociólogo francés Alain Touraine afirmaba desde siempre que esa sería la mayor solución política para Brasil). El PMDB, a su vez, es el partido de varios padres, donde en muchos lugares, por la falta absoluta de identidad nacional, tendrá siempre un candidato que refleje la voluntad de la mayoría. El PMDB es el partido más cercano al “espíritu brasilero”, el “partido autobús” que un día Fernando Henrique Cardoso trató de teorizar sin gran elegancia. Con tantos caciques de carácter regional, es un partido mosaico, co o una familia-mosaico, donde padres e hijos no son exactamente parientes biológicos, pero se reconocen como familia (inestable, sin dejar de presentarse socialmente —por lo menos— como familia).

El mismo marasmo lo halamos en las cámaras municipales. La Transparencia Brasil viene estudiando el índice de relevancia de las acciones de los concejales de capitales brasileras. La relevancia no supera el 20%de sus actos. El caso más absurdo es el de Porto Alegre, donde 86% de la actividad legislativa de los concejales es absolutamente irrelevante. De 1.442 mil proyectos presentados entre el 2005 y el 2008 por los concejales en ejercicio, 694 fueron aprobados. De esos, 171 se referían a asuntos de impacto real sobre la vida de los ciudadanos de Porto Alegre. Los demás proyectos fueron reservados para la fijación de fechas conmemorativas, homenajes y otros asuntos que se aproximan más de la campaña electoral que de la legislación del municipio. São Paulo y Río de Janeiro no están mucho más lejos de esa situación, en ellos la tasa de relevancia llega al 20%.

Otro indicador de los cambios en la política formal brasilera es la faja etaria de los concejales. En São Paulo y Río de Janeiro, la faja etaria más relevante es la que va de 40 a 60 años de edad (76% en São Paulo y 56% en Río de Janeiro). Rui Maluf, que destacó el fenómeno en artículo publicado en el Valor Econômico (del 2 de octubre último) sugiere que el encantamiento con la redemocratización ya se acabó. Recordemos que en las últimas elecciones para las Asambleas Legislativas, el índice de cambio real en los parlamentos estadales fue muy bajo, ocurriendo un cambio de nombres. Pero no de comando familiar. En Minas Gerais, el diputado más votado era el desconocido hijo del todo poderoso secretario de gobierno Aécio Neves, Danilo de Castro. Muchos otos seguían en esa lista, En Belo Horizonte, encontramos a Leonardo Quintão, hijo del alcalde de Ipatinga, destacado, En Salvador, AACM Neto. En Acre, tenemos la dinastía de la familia Viana. Los casos se multiplican a lo largo del país.

Brasil se acomoda políticamente, al final.

La concentración presupuestaria y política que se fue rehaciendo después de la Constitución Municipalista de 1988 es el factor más determinante de esta situación. Hay pequeños municipios que dependen de transferencia de renta federal o estadal, llegando al 80% de su renta disponible. ¿Cómo dejar de apoyar o vincularse a los caiques estadales o municipales? ¿Cómo dejar de arriesgar o cómo eludir tal nivel de dependencia presupuestaria? Ser outsider de la política se volvió una iniciativa quijotesca.

Hay uno u otro fenómeno peculiar y desigual. Pero son menos significativos. Es el caso de las acciones de impugnación de candidaturas que parecen crecer en volumen en el país. No son meras amenazas. Muchos alcaldes tuvieron cuatro años de tortura, disputando recurss, perdiendo el cargo y retornando al mismo. Son muchos los casos. Y parece que se repetirán, como en Recife o Ipatinga. Es un fenómeno en ascensión que requiera atención.

Hay, todavía, fenómenos políticos regionales, como la polarización PT/Dinastía AC;, en Bahía; la constante inestabilidad y crisis de representación en Río d Janeiro, que deshace candidatura y liderazgos hasta ayer poderosos; el papel de las maquinarias partidistas y electorales en São Paulo; la disputa consolidada entre PT-Presupuesto Participativo/Jarbas Vasconcelos-asociaciones de barrio, en Recife. Hay casos como esos, que le dan color al marasmo. Pero no pasan de ser detalles.

El Brasil de la política oficial es cada vez más igual, más estable, más previsible. Está cada vez más “americanizado”, con espectáculos cortos y de gran efecto que transforman al elector en espectador, en platea. Es el país de la política profesional, donde el elector es un mero coadyuvante de la política formal, aparentemente poderoso en el día de la elección. Ni siquiera sus opciones son efectivamente respetadas, siendo el caso más evidente en las elecciones de Minas Gerais, donde un desconocido de siempre fue vendido como el candidato preferido de los caiques de Belo Horizonte y Minas Gerais. ¿Quién gana las elecciones en situaciones de esta naturaleza? ¿El candidato o sus padrinos, los caciques?

Así, tenemos el surgimiento d una nueva generación de políticos profesionales, con perfil próximo al de los yuppies, distantes y formales, con sus trajes oscuros y cabellos con gel o espuma, con sus hablas pausadas, su falta de encanto y originalidad, su mirada fría y su gran intimidad con grandes empresas. Es la vuelta a la grandes obras de felicidad de las grandes contratistas, las expropiaciones conocidas en los años 70. En el área social quedan los proyectos de transferencia de renta de tipo neo-clientelista. Y así, la nave va. Lo que salva al país es la política no oficial. Una vez más.

Sociólogo, Doctor en Ciencias Sociales, Foro Brasil de Presupuesto y del Observatorio Internacional de Democracia Participativa.

Coautor de “A Participação em São Paulo” (Editorial UNESP) y de
Diccionário da Gestão Democrática (Editorial Autêntica)

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