Opinión Internacional

Las enseñanzas de Esteban

 Hay males que se multiplican en la vasta geografía del continente latinoamericano. Se oye como un eco en aquellos países en los que el populismo crece como la hierba mala. La perversidad más frecuente del poder en esas naciones es la victimización de los medios de comunicación, hasta convertirlos en delincuentes y parias. Nadie se llame a engaño: no pretende este columnista suponer que esa institución conocida como medios de comunicación es una comunidad de corderitos de Dios, sin intereses particulares, ni excesos que se han repetido a lo largo de la historia. Pero la solución no puede ser que desaparezcan de la faz de la Tierra. Como trata de hacer la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner (CFK), quien esta semana acusó a los dos medios impresos más influyentes de su país, La Nación y Clarín, de adquirir la empresa Papel Prensa (la principal productora de papel para periódicos de Argentina) bajo persecución y torturas, durante la última dictadura militar. Para entender este complejo episodio de la historia argentina, hace falta remontarse al fatídico año de 1976. En esa fecha un empresario, otrora próspero y en ese momento en aprietos económicos, David Graiver, propietario entre otras empresas de dos bancos en el exterior y de la papelera Papel Prensa, murió en un extraño accidente de avión en México. Este banquero fue acusado de manejar, según se divulgó después, fondos que pertenecían al grupo Montoneros, brazo armado del peronismo más radical. Por esa razón los militares se ensañaron con miembros de su familia, que fueron secuestrados y torturados de manera alevosa por años. Es importante tomar nota de las fechas en las que sucedieron los hechos. Los diarios La Nación y Clarín compraron la empresa Papel Prensa el 2 de noviembre de 1976, cinco meses antes de que familia cayera en desgracia. Cuando la democracia regresó a Argentina, en 1983, la adquisición fue investigada por el fiscal nacional de investigaciones, Ricardo Molinas. Entonces declararon Lidia Papaleo, esposa de Graiver, y su hermano Osvaldo, y nunca mencionaron presión alguna de los diarios para que vendieran. Repentinamente, ahora Lidia Papaleo respalda la versión del Gobierno. No ocurre lo mismo con el hermano del empresario, Isidoro: declaró públicamente esta semana que la venta de Papel Prensa se hizo bajo condiciones normales y respetuosas con sus compradores. La hija de David y Lidia, María Sol Graiver, refrendó las declaraciones de su tío Isidoro. Se confirma una constante: durante 27 años de democracia argentina, nunca un miembro de esa familia cuestionó la venta, ni a los periódicos que compraron. Cabe preguntarse por qué CFK arremete contra dos periódicos, curiosamente los que no callan sus críticas contra el Gobierno: la respuesta resulta sencilla. Quien controle Papel Prensa, manipula los medios de comunicación impresos en Argentina. Y ese es el objetivo de una presidenta que ha sufrido una herida narcisista intolerable: la derrota electoral del año pasado. Lejos de tratar de comprender qué fue lo que hizo mal, se ha ensañado con los supuestos culpables de su fracaso político, los medios. La lluvia no deja de arreciar: abundan las descalificaciones contra los periodistas desde los canales del Estado. El conglomerado de medios oficiales crece con empresas de amigos enriquecidos de los K. Una ley de medios le otorgó al Gobierno la decisión arbitraria sobre la radio y la televisión; y grupos de fanáticos kirchneristas esperan a los periodistas de oposición en las calles y los persiguen con palos y piedras. Como el Gobierno argentino controla, mediante aranceles y la obvia discrecionalidad aduanal, la importación de papel, tanto la producción nacional como la que viene de afuera quedaría bajo el capricho de un gobierno que se vende como democrático. Pero que busca acallar las críticas y los argumentos diferentes. Otra vez la familia Kirchner enarbola la bandera de los derechos humanos, con el episodio de la venta de Papel Prensa, sin importarle que con semejantes argumentos abre heridas insoportables en una familia que sufrió lo inimaginable y que ahora es utilizada como estandarte no para ser reivindicada, sino para taparle la boca a unos medios que no se callan de otra manera. No se puede negar que CFK es digna discípula de Esteban.

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