Opinión Internacional

Muchos caudillos y un conductor en la República Argentina

Introducción:

Los países latinoamericanos, mucho deben su grandeza a los hombres que izaron, por vez primera, la bandera de un ideal próximo al necesario para despertar la conciencia de la independencia. Todo ello en aquellos pueblos opresos por el conquistador, la miseria y la traición, entre otros males.

Ubicar la etapa caudillista como antesala de la conducción, es un punto de referencia y de partida para no desnaturalizar la esencia de la vida y de la lucha por la libertad al alcance de todos.

Rememorar la gesta de los caudillos es desalentar a los oportunistas y trepadores de la política a todo nivel, que siempre dan muestras de su necesidad de figuración y de la confabulación mediocre para desplazar a quienes vivifican las gestas patrias y educan sobre la base de la pertenencia doctrinaria y la lealtad a la causa del pueblo.

Vivimos y sufrimos por culpa de aquellos, que no hacen otra cosa más que fragmentar la educación y postergar la esperanza de un pueblo que quiere vivir mejor, disfrutar sus derechos y gozar en responsable libertad.

Los caudillos:

Hasta 1853, la rica historia patria giró en torno a los impetuosos esfuerzos llevados adelante por los hombres de Buenos Aires, siempre inspirados para organizar la Nación. El éxito de esa acción progresista, se vio obstaculizada por el despliegue de los caudillos.

Los caudillos (del Lat. Capdelus = cabeza), también fueron llamados: «bárbaros», «bandoleros», «salvajes», «desacatados» y/o «reaccionarios».

Así las cosas y por personalismos locales o regionales los caudillos, permanecieron atentos a los movimientos organizacionales de la Nación.

Fue muy evidente la necesidad de conservar los «feudos», por ello fueron siempre reacios a toda organización civilizada, los caudillos fueron los primeros agitadores de las masas populares argentinas. La concepción del Estado (como Nación jurídicamente organizada), no encuadró en sus aspiraciones de lucha porque la subordinación, lo monárquico y lo republicano.

El caudillo generalmente pertenecía a la misma capa social con la cual se identificó y adoptó como causa para la reacción. Lucha y reivindica el ambiente que le permitió ser referente calificado del sentir de las masas.

Las notas distintivas del caudillo fueron: la valentía, la bravura, la audacia, en algunos casos la codicia y la habilidad o destreza gaucha. Existió una necesidad constante de bajar a la realidad teórica a la práctica que son los hechos.

La concepción ideológica-política de los diestros caudillos era el antiliberalismo.

Es muy oportuno seguir a Vicente D. Sierra en una de sus obras: «Historias de las Ideas políticas en Argentina» donde nos enseña que: «Son, muchos de ellos, auténticos guerreros de la independencia, lo que no ocurre con los doctores consagrados, que no salieron de Buenos Aires».

El mismo autor ofrece un breve pero real aporte para conocer un poco más de los hombres de las pasadas épocas, altamente identificados con el caudillismo nacional. Concluye así: «Aldao, el gran caudillo mendocino, ex fraile dominico, que había aprobado sus cursos de latinidad y filosofía, es uno de los mas destacados héroes de la campaña de San Martín, en Perú; Bustos, perteneciente a noble familia cordobesa, ha hecho la carrera de las armas en los ejércitos españoles primero y de la patria después, siguiendo todas las campañas del Norte; Heredia, el caudillo tucumano, tiene una brillante historia militar y se le reconoce como un gran latinista, hombre de cultura humanística refinada; Rosas desciende de la mejor aristocracia del periodo hispano, en troncada con la más pura aristocracia española; hombre de empresa, desarrolla la industria de los saladeros y llega a organizar hasta una flota mercante propia para el envío de carne salada al exterior; Quiroga es uno de los más ricos estancieros de La Rioja, desde donde ha servido a San Martín en su campaña a Perú, con ejemplar acierto, y desciende de una familia nobilísima. cuando llega a Buenos Aires, poco tarda en transformarse en la atracción de los salones porteños por su cultura, la exquisitez de su trato y sus modales. Sus cartas son un modelo de estilo, al punto que, al conocerlas accidentalmente, David Peña inició la labor de su vindicación; Ibarra pertenece a una conocida familia santiagueña y ha demostrado su eficiencia en el problema más angustioso para su provincia: la lucha contra el indio del Chaco; labor en la que descuella el santafecino Estanislao López. Las famosas montoneras entrerrianas y santafecinas no son integradas por gauchos nómades, sino por afincados, que al llamado del caudillo se presentan con sus aperos, caballadas y alimentos, como los caballeros del medioevo y, por lo común, en los períodos de labranza se advierte que entran en paz para atender las labores del campo».

Los caudillos, permanecieron en permanente contacto con las masas a quienes representaban, por eso, identificaron las causas de los problemas y el motivo de las angustias del pueblo porque, como soldados o como ganaderos, se han formado en contacto directo con él.

Cuánta razón tiene nuestro historiador cuando concluye «¿Qué podían saber del pueblo Moreno, Rivadavia, Pueyrredón o Alvear, comparado con Rosas? Lo que ocurre, y es lo que irrita a los contrarios, hasta llevarlos a las acusaciones de barbarie, es que los caudillos levantan una bandera clasista; es que algunos, como Quiroga, se alzan contra los privilegios de las aristocracias pueblerinas que pretenden tener derechos adquiridos para gobernar y que lo hacen rompiendo con vínculos irrenunciables en el sentir popular, y es así como, en su bandera de guerra, escribe aquel “¡Religión o muerte!” que aún constituye la pesadilla de los historiógrafos liberales».

Diferencia entre caudillo y conductor:

El propio Gral. Juan D. Perón, se encarga de diferenciar el rol de cada uno. No se identificaba con la corriente caudillista y la figura del conductor es más integradora de la escena política. La labor del conductor es más trascendente, apunta a la perdurabilidad de sus logros. Expresa en Conducción Política: “La diferencia que existe entre el caudillo y el conductor es natural. El primero hacer cosas circunstanciales y el segundo realiza cosas permanentes. El caudillo explota la desorganización y el conductor aprovecha la organización. El caudillo no educa, más bien pervierte; el conductor educa, enseña y forma.

Es decir, son maneras diametralmente en la acción política, en mi concepto. Si un conductor, después de haber manejado un pueblo, no deja nada permanente, no ha sido conductor: ha sido un caudillo. Esa es la diferencia que yo establezco; no sé si estaré equivocado. Lo que sí puedo decir es que los partidos políticos triunfan o son destruidos por sus conductores”.

Los conductores y el arte de la conducción política:

Es evidente que no todo pseudo-iluminado o empujado a hacer política es conductor. Me topo a diario con mediocres dirigentes y peores proyectos de políticos (politiqueros baratos) que saltan creídos que son “el conductor”. Es deplorable asistir atónito a los encuentros donde alguno o todos quieren ser cualquier cosa que se acerque al poder.

Son muchos los que se olvidan que para cualquier candidatura hay que nacer dotado de un fuego muy sagrado, con ese don o vocación, todo es posible, todo se resume y todo se resuelve.

No basta ser un idóneo identificador de situaciones reales o ficticias.

TODOS sabemos lo que les pasa a nuestras naciones y conocemos los factores que determinan tal o cual problema. No obstante, no todos tenemos la solución a los conflictos. El conductor es el único capaz de resolver los inconvenientes propios de los avatares políticos y lo hace de cara al pueblo, con humildad y dejando entrever su espíritu de compañerismo y solidaridad. Estas virtudes pertenecen al pueblo y debe anidar en el corazón del conductor.

Realmente me agrada poder decirle a los que se suben a las candidaturas a todo, que siempre hay alguien que descubre la trama armada para llegar sin méritos propios al poder. La docencia política es el currículo para depender de las bases y las doctrinas no se incorporan a uno porque se la lleve a pasear por los círculos del poder. Días pasados, me divertía por dentro, al ver un aventurero de la política paseándose con material que se consulta un minuto antes de entrar a una reunión. Lo peor es cuando lo escuchan, lo halagan y le tapan los errores u horrores propios de los inexpertos. Evidentemente ese hombre no es conductor político, aunque sí puede serlo de vehículos de locomoción. Dejar a los que saben hacer el arte de lo posible (política), es el mejor renunciamiento, el peor mal a los ojos del pueblo.

En definitiva no será conductor aquel que no se haya preparado para conducir. Creo oportuno, gracias al espacio que nos brinda Venezuela Analítica a todos por igual, ofrecer un programa ideado por el Gral. Juan D. Perón para educar a los conductores del mundo.

Me tomé el trabajo de rescatar el programa que el padre del Justicialismo presentó en “Conducción Política” entre los libros de la Biblioteca de mi Padre, aquel, consta de siete bolillas y un apartado de “Estudios complementarios” cuyo contenido textual es el siguiente:

  1. Elementos de la conducción:

    Por eso yo he puesto en la primera bolilla “Elementos de la conducción política”. Los tres elementos de la conducción política son: primero los conductores; segundo: los cuadros auxiliares de la conducción, y tercero la masa y su organización. El conductor político trabaja con estos tres elementos. Dentro de esos elementos están todas las materias con que debe trabajar el conductor político.

  2. Característica de la conducción moderna:
    La segunda bolilla comprende las “Características de la conducción moderna”. Es decir éste es el capítulo que debía comenzar con todo el estudio de la evolución filosófica de la conducción política, y que yo traigo solamente al momento actual, porque no tenemos tiempo para realizar un examen retrospectivo que nos condujera racionalmente desde la antigüedad hasta nuestros días. En esto, que comprende las características de la conducción política moderna, solamente tomo los antiguos sistemas de partidos políticos, los antiguos medios, el caudillismo y la delegación de la conducción; la conducción anarquizada; y, en segundo lugar, los medios modernos.

    • Conducción y cultura: La conducción evoluciona con las conquistas de las ciencias y de las artes, así como también con la cultura cívica.
    • Conducción centralizada: Es decir, en esta bolilla a desarrollar teóricamente voy ha hacer un análisis de cómo la antigua organización y conducción política, a la que muchos de nosotros hemos asistido. Es decir, consideraremos la antigua y inmediata, la anterior a la nuestra y la nuestra, cuales son los medios que hemos puesto en ejecución y porque hemos triunfado sobre la política anterior. Haremos un análisis de las causas porque hemos triunfado nosotros y porque triunfaron todos los grandes conductores de la historia.
    • La buena conducción se mide por el éxito: En el arte de la conducción hay solo una cosa cierta: las empresas se juzgan por los éxitos, por sus resultados. Podríamos decir nosotros: ¡Que maravilla de conducción!, pero si fracasó, ¡de que sirve!.

      La conducción es un arte de ejecución simple: acierta el que gana y desacierta el que pierde. Y no hay otra cosa que hacer. La suprema elocuencia de la conducción está en que si es buena resulta y si es mala no resulta. Y es mala porque no resulta y es buena porque resulta. Juzgamos todos empíricamente por sus resultados. Todas las demás consideraciones son inútiles.

  3. Conducción y doctrina. Teorías y formas de ejecución:

    La tercera bolilla es “La conducción y doctrina, la teorías y la forma de ejecución”, es decir, los elementos de la conducción en el aspecto espiritual, intelectual y material de la acción misma. O sea la doctrina, la teoría y las formas de ejecución. Dentro de esta bolilla tenemos la unidad de concepción y de acción en la conducción.

    El alma cualitativa, la coordinación espiritual, es la base de la cooperación, de los métodos de ejecución: una misma manera de ver, de apreciar y de resolver: unidad de objeto. Eso es indispensable para la conducción.

    En cuanto a la teoría y a las formas de ejecución, las tomamos analizadas dentro de la conducción. El desarrollo racional de la doctrina, la tecnificación y actualización. Y tomamos en la tercera bolilla, la trilogía de la acción, de la doctrina y de la teoría y formas de ejecución.

  4. Método de la conducción:

    La cuarta bolilla es el “Método de la conducción”: la situación, la información, los estudios bases, la observación objetiva y la observación subjetiva. Apreciación de la situación, la premisa, el análisis y la síntesis. La resolución y el plan de acción, y las disposiciones, la ejecución y el control.

    Así está toda la teoría sobre el método de la conducción. La conducción tiene un método. Así como los cirujanos tienen sus métodos, y los clínicos e ingenieros los suyos, la conducción tiene un método al cual la conducción debe ajustarse. No es nuevo. Descartes, hace mas de cuatrocientos años, hizo la enunciación definitiva y permanente del método. Es el autor del método.

    La conducción sin método no va adelante. El método de la conducción, como es un método de acción esta basado en la observación de la situación, en su análisis, o sea de la apreciación, en su consecuencia, o sea la resolución (cómo se va a resolver el asunto) o sea el plan, y después la ejecución, y ver y comprobar cómo se realiza. Todo eso es el método de la conducción.

  5. Organismos de la conducción:
    La quinta bolilla comprende “Los organismos de la conducción”. Empezando siempre por el conductor, su acción directa o indirecta en la conducción. Los auxiliares de la conducción. Esto es lo complicado del arte de la conducción, y es que para conducir no es suficiente un conductor. Se lo necesita a Él y a todos sus auxiliares, como así también la información, la acción, la disposición y el control. Es todo un sistema orgánico que condiciona la conducción. Por esos es difícil.

    La transmisión, los medios técnicos y la acción personal, la ejecución; unidad de acción, amplitud de acción y continuidad de la acción son los factores que gravitan en la ejecución, lo mismo que el control superior y multilateral, es decir, el control que se ejerce desde arriba y el que se ejerce en los órganos de ejecución.

  6. El conductor, la teoría, las formas de ejecución:

    La sexta bolilla es la parte teórica. Allí tomamos y estudiamos:

    1. El conductor, parte vital; sus condiciones morales, intelectuales y partidarias.
    2. La teoría, o sea la parte inerte del arte de la conducción; la enumeración de sus grandes principios, la información, el secreto, la sorpresa, la unidad de concepción, la unidad de acción, son todos factores de la conducción. Disciplina partidaria, obediencia, iniciativa, la economía de las fuerzas, la continuidad del esfuerzo, dominio local o circunstancial; el dominio general y permanente; dominio de masas, popularidad; prestigio, libertad de acción, adoctrinamiento, acción solidaria, organización, son todos series de principios de la conducción. Preparación, cultura cívica, selección humana, acción electoral cuantitativa, acción de gobierno cualitativa. La acción política, la acción técnica, el sentido de ubicuidad de la política en la conducción. El sentido popular de la conducción, etc. Hay otras series de esto que se convierten en los grandes principios de la conducción política.
    3. Formas de ejecución; la preparación, publicidad, propaganda, medios de acción, ejecución estratégica, ejecución táctica, agentes de ejecución, métodos de ejecución. La lucha, sus objetivos generales y sus objetivos limitados. Procedimientos estratégicos y procedimientos tácticos en la conducción política.
  7. Parte aplicada a la conducción:

    Bolilla siete: “Parte aplicada a la conducción”. Los ejemplos históricos como fuente de enseñanza, comentarios: el caso concreto. La situación, la apreciación, la resolución y el plan de acción; el juicio crítico: Estudios de las situaciones concretas, resoluciones y fundamentos.

  8. Estudios complementarios:

    Monografías y estudios analíticos de estudios políticos, monografías y estudios analíticos de estudios doctrinarios; monografías y estudios analíticos sobre el tema de la conducción.

    Tanto en lo que se refiere a los temas políticos como a los doctrinarios tomaremos solamente aquellos que tienen relación directa con la conducción. El estudio de la doctrina ni nada de eso me corresponde a mí, sino a los profesores que dictan esa materia. Yo solamente toco eso en lo que tiene que ver en forma directa con la conducción.

    He aquí el fin del programa y he aquí una pequeña reflexión: Hasta el presente no hay egresados de esta escuela de conducción, pero espero que los estudiosos de las ciencias políticas y los respetuosos del derecho político, sepan valorar la obra de la conducción política.

    Con un Peronista de Ley como lo es mi Padre, y con nuestro Amigo Víctor Benamo, Secretario de Acción Política del Partido Justicialista de la Ciudad de Bahía Blanca, compartimos la doctrina política que nos hace diferentes y a veces hasta combatidos, porque claro está, no queremos a los improvisados de costumbre: buscamos reivindicar la doctrina de Perón. Compartimos la virtud de dar no lo que nos sobra sino lo que tenemos, porque somos ricos en la Amistad y en la lealtad, cosa perdida entre muchos hombres. Los saltarines del poder son como los veleros, siguen el rumbo de los vientos.

Un breve repaso doctrinario:

La función de conducir no es cosa sencilla, el un arte y como tal requiere capacidad para la ejecución y aptitudes especiales. La teoría y la práctica se amalgaman y denotan la Capacitar para la conducción, conforme la doctrina: “En los movimientos de hombres, en los movimientos colectivos, siempre la función más difícil es la de conducir. Por eso no existen muchos conductores en el mundo y muchas colectividades carecen de hombres que las sepan y las puedan conducir, porque la conducción es un arte, y los artistas no se forman, desgraciadamente en las escuelas. Las escuelas dan técnicos, pero no dan artistas”.

La importancia de las escuelas de formación radica en aproximar la doctrina a los que no tienen aún posibilidad de corromperse. Días pasados, en una reunión, un estudiante de Derecho, hijo de un compañero, se interesaba por aspectos de la política, y apelábamos a darle algo que muy poca gente saca de sí para los demás: lo mejor de nosotros por lo mejor de la Patria. Es obvio que a nadie más le interesaba pero basta que uno capte la idea y la lleve al perfeccionamiento como principio de ejecución. El óleo sagrado de Samuel se resume en el fuego eterno que anima al conductor a trabajar por su capacitación en beneficio del pueblo y no para ser demagogo. Los conductores nacen, conforme la doctrina: “Por esa razón nosotros decimos que puede ser función de la escuela el formar conductores porque los conductores no se hacen. Desgraciadamente, los conductores nacen, y aquel que no haya nacido, sólo puede acercarse al conductor por el método. El que nace con suficiente óleo sagrado de Samuel no necesita mucho para conducir; pero el que no nace con él, puede llegar a la misma altura por el trabajo. Por eso Moltke dijo una vez que el genio es trabajo. Al genio se llega por esos dos caminos. También por la perseverancia, el perfeccionamiento, el trabajo constante, se puede llegar al genio. Esas dos concepciones son las que nos apartan de la escuela fatalista del siglo XVIII, donde decían que si los artistas nacen no habría necesidad de cultivar las artes, ya que si nacen, nacerá solo, y si no, no llegará nunca a conformar un artista”.

Trabajar para ser conductor es una empresa que se lleva a cabo día a día, dentro y fuera de nosotros mismos, no siempre tenemos a mano los elementos para trascender, por ello el aprendizaje en la mejor herramienta para lograrlo. Hay que aprender a no desvanecerse ante los embates de los ignorantes de verdadera conducción política. Perón pide no ilusionar a los aventureros, es difícil bajar de un cuadro de futuro político a aquél que se ve muy arriba de los demás. La conducción política es un arte, conforme la doctrina: “Yo no creo que todos los artistas hayan nacido. Hay un gran porcentaje que con el trabajo se acerca tanto al genio que ha llagado a conseguirlo. Por eso digo que esta cuarta función de la Escuela es quizá la más difícil y la que hay que manejar con una mayor prudencia para no descorazonar a los hombres y para prestar al Movimiento la ayuda más eficaz, en el orden de su conducción”.

La técnica se adquiere desde la oportunidad en que nos planteamos nuestra estrategia de vida. Gracias a la labor educadora de mi Padre, Don José Corbata, puedo vivir a pleno la doctrina del Justicialismo. Cuando era pequeño, con doce años de edad mi Padre me llevaba a su Unidad Básica en la calle Don Bosco y Bravard de la Ciudad de Bahía Blanca para leer por megáfonos la Doctrina política que abrazamos con respeto y admiración por su mentor. Estudiar la técnica es un ejercicio de resultados altamente positivos a los ojos de los transparentes y verdaderos peronistas. Si no se es primero buena persona no se llega a ser nada en la vida, por más que disfracen al lobo con el cuero del cordero. La Técnica de la conducción, conforme la doctrina, se expresa de la siguiente manera: “Por otra parte, la conducción, en el campo político, es toda una técnica. En el mundo, en general, no se ha estudiado mayormente esta conducción, porque los hombres encargados de realizarla, en su mayoría, no apuntaron a ser grandes conductores desde muchachos. Apuntaron a todas las demás inclinaciones, más o menos convenientes para ganarse la vida o para triunfar en la vida, pero pocos se han dedicado a profundizar lo que es la conducción, pensando a los quince años que a los cincuenta ellos serían conductores. De manera que poca gente se ha dedicado en el mundo a estudiar profundamente lo que es la técnica de la conducción”.

La diferenciación existente entre las ciencias y las artes es un punto que aproxima al conductor a las masas y al profesional a su ciencia del saber. Principios y leyes son las pautas a seguir para no desnaturalizar la esencia de las cosas. No debemos confundir el saber de algo con el prepararse para casi todo. El conductor no es guitarrero y payador, no se disfraza para parecer humilde como las masas obreras. Como decía el Gral.: “Puede vestirse como Gardel, peinarse como Gardel pero no canta como Gardel”.

Hay que hablar como uno es y de lo que uno sabe, dando cuentas de la artesanía que se traduce en nuestras obras y del óleo sagrado de Samuel que inspira nuestras palabras. El seguimiento de las leyes y el acatamientos de los principios, es un punto de coherencia y de organización que todo lo puede. La ciencia y el arte de la conducción, conforme la doctrina: “La conducción política es todo un arte, y ese arte está regido por principios, como todas las artes. Si no tuviera principios no sería un arte, así como una ciencia que no tiene leyes tampoco es una ciencia. La diferencia que hay entre la ciencia y el arte consiste en que la ciencia se rige por las leyes, leyes que dicen que a las mismas causas obedecen los mismos efectos, y el arte se rige por principios que son comunes en su enunciación, pero que son infinitamente variables en su aplicación, y ahí está la dificultad del arte, porque el arte no presupone solamente la aplicación de leyes, sino también la aplicación de principios en los cuales la creación representa el ochenta por ciento del fenómeno, y la creación no es producto de una técnica. La creación es producto de una inspiración que los hombres tienen o no. En esa técnica de la conducción es indudable que existen factores ponderables y factores imponderables”.

El respeto por las bases que se encuentran en el pueblo, es la premisa a seguir para que el trabajo del conductor sea un fiel reflejo de lo que necesita la gente, nuestros compañeros y toda la población. La idiosincrasia de los pueblos determina el sentir que inspira el accionar del conductor. No hay recetas para conducir pueblos, conforme la doctrina: “Por esa razón, en este proceso no se puede aplicar un cálculo de probabilidades, porque los imponderables son tan grandes como los factores que pueden ser previstos y contrapesados en el cálculo. El empleo de formas rígidas, en esta clase de acciones, no es posible. No hay recetas para conducir pueblos, ni hay libros que aconsejen cuáles son los procedimientos para conducirlos. Los pueblos se conducen vívidamente, y los movimientos políticos se manejan conforme al momento, al lugar y a la capacidad de quienes ponen la acción para manejarlos. Sin eso es difícil que pueda conducirse bien. No es la fuerza, no es solamente la inteligencia, no es el empleo mecánico de los métodos, no es tampoco el sentido ni el sentimiento aislado; no hay un método ideal para realizarlo, ni existe un medio eminentemente empírico. Es decir, es una concentración de circunstancias tan variables, tan difíciles de apreciar, tan complejas de percibir, que la inteligencia y el racionalismo son a menudo sobrepasados por la acción del propio fenómeno. Y para concebirlo hay solamente una cosa superior, que es la percepción intuitiva e inmediata y la acción contraria que de ese fenómeno vuelve a reproducirse como fenómeno en la colectividad”.

El mismo arte puesto a disposición de la conducción, sirve para la organización de los restantes grupos estructurales básicos que al decir de la sociología determinan las configuraciones de pautas y caracteres de cada uno en la sociedad. La conducción es siempre la misma, conforme la doctrina: “Las conducciones, de cualquier naturaleza, son todas iguales, porque lo que varían son los medios y los factores; la conducción es una sola cosa para lo político, para lo social, para lo económico, para lo militar y para todos los órdenes. Quiere decir, señores, que los problemas que la conducción política plantea son casos concretos, a resolverse en sí concretamente. Si es necesario, tomar el fenómeno objetivamente; preguntarse en cada caso, como el general Verdy du Vernois: ¿De qué se trata? Y la solución surge sola, y cada vez surge más fácilmente. Eso es lo que capacita para la verdadera conducción. Es el caso el que inspira y es el caso el que se realiza para sí”.

Aprender las teorías que integran el arte es cerrar el círculo de la perfecta conducción. El paralelismo con la plástica es ejemplificadora. La conducción es un arte y tiene su teoría, conforme la doctrina: “En cambio, si bien la conducción no puede enseñarse, existen elementos de la conducción que es necesario aprender. La conducción es un arte y, en consecuencia, como todas las artes, tiene su teoría. La teoría se puede aprende. Y también tiene sus formas de ejecución, que también se pueden aprender”.

“Comparando esto de la conducción con la pintura o con la escultura, que en le fondo son otras de las formas del arte, podríamos decir que los principios de la perspectiva forman parte de la teoría de ese arte, forman parte de aquello que permite ejecutar, lo mismo que el manejo de los instrumentos, de los pinceles, de los escalpelos, de todo lo que se utiliza en las artes plásticas. Son las formas de la ejecución del arte. Pero un hombre, aun penetrando y conociendo la teoría, o sea la perspectiva, el color, el ángulo, los desplazamientos, la colocación, todo eso que forma los grandes principios de la perspectiva para el arte plástico, no haría una obra de arte ni con esos conocimientos ni con el perfecto manejo de los instrumentos de ejecución. Si él no es un artista, si no es capaz de crear dentro de esa teoría y dentro de esas formas de ejecución, no será nunca un buen artista”.

“Las obras de arte no se hacen con la teoría ni con los instrumentos de ejecución. Eso se hace con algo que la naturaleza da a los hombres, a todos en una medida diferente. Muchos resultan Miguel Ángel porque han venido dotados de una inmensa cantidad de las facultades de creación; y otros hacen un buen cuadro, que no llega a célebre, aunque posiblemente tenga mejor técnica que la de Miguel Ángel, una ejecución más perfecta, pero le falta algo que ellos no tienen y que solamente hubiera podido dar un Murillo, un Rafael o cualquiera de los grandes hombres. Una obra de arte no se hace ni con la teoría ni con las formas de ejecución. Esa es otra de las cosas que hay que conocer dentro de la conducción”.

El punto de equilibrio entre la justicia y la verdad es lo más difícil de armonizar con la naturaleza humana. La adecuación (debida correspondencia de las partes respecto de un todo) del conductor que hace el conductor de la realidad de vida es un éxito personal con repercusión social. La moral como prolongación de la ética para el fuero interno y siempre de acuerdo con Kant (imperativo categórico), es base para la prédica con el ejemplo que sale de nuestro interior, es así querido y verdaderamente sentido. Nadie es capaz de dar lo que no tiene. Cuanto se engaña al pueblo, es porque se ha perdido el equilibrio. Gran parte de la desazón que sufren nuestros pueblos es porque no se trabaja con humildad. El conductor perfecto, debe ser muy especialmente preparado para la vida, para la hermandad de los que trabajan, para la búsqueda de la unidad nacional. conforme la doctrina: “La conducción debe estar en manos de hombres con un perfecto equilibrio. Napoleón lo definía como un perfecto cuadrado: los valores morales son la base; los intelectuales la altura. Es necesario que un conductor tenga tanto de uno como de otros. Si logra ese equilibrio es el hombre de la conducción; pero cuando se le van los valores morales sobre los intelectuales, lo llevan a realizar cosas inconsultas, y cuando estos últimos lo sacan de las virtudes, ya no deja “macana” por hacer”.

El mando es propio de los cuadros que interpretan la relación poder-obediencia como una respuesta a la organización. La soberanía (población + territorio + poder) se sirve del mando. El conductor sugiere que se haga y da rienda suelta a sus colaboradores. Aquí relaciono la doctrina de Perón con la de Maquiavelo que crucifica al príncipe que no ha sabido elegir entre sus colaboradores a los de mejores o más representativos en sus servicios, artes u oficios. En la actualidad muchos se camuflan bajo la pertenencia a tal o cual agrupación y en rigor de verdad, son nefastos traidores a la causa de Perón. El conductor evoca, convoca y ejecuta sin mandar. Existen diferencias entre la conducción y el mando, conforme la doctrina: “En otras palabras, la conducción no es el mando. Por eso los generales no sirven para esto, porque los generales están acostumbrados a mandar. Son unos hombres que a los quince años son puestos al frente de una unidad o empiezan a educarse en la disciplina. Cuando tienen dieciocho años recién empiezan a mandar y entonces para ellos todo es mando. Luego cuando llegan a general les ponen tres o cuatro mil hombres a sus órdenes, les dan su grado, el código de justicia militar y el mando. Nadie dice que no. ¡Cómo va a decir que no!

En la política el asunto es otra cosa. Primero, que nadie la da los tres mil hombres; se los tiene que ganar el conductor. El grado no lo tiene, ni tampoco el código, y si manda una cosa sin sentido no lo obedece nadie.

Esa es una conducción muy distinta. Aquí hay que arreglárselas para que la gente haga caso y, sobre todo, tener cuidado de no ordenar nunca nada que no se pueda hacer, porque si eso se hace una vez, abre la puerta para que por ahí pasen todos los demás que no quieren hacer lo que deben o lo que conviene hacer.

Es decir, hay que procurar que no desobedezcan por primera vez. Cuando se trata de un asunto escabroso, mejor es maniobrar bien para que no tenga nada que decir nadie.

Desde que estuve en el gobierno nunca tuve que decir: “Hay que hacer tal cosa”; siempre me las arreglo para que me vengan a decir los demás lo que yo quiero que se haga”. “El conductor es el elemento primordial, porque tiene una acción directa y otra indirecta en la conducción.

La acción directa es la que él realiza y la indirecta es la que sugiere, con su propio procedimiento, al resto de las conducciones locales, a las demás conducciones.

Por otra parte, de esa conducción superior es de donde sale la doctrina.

La doctrina no puede salir de otra parte, y es la influencia de esa doctrina la que va superando los métodos y sistemas de acción en la conducción táctica de toda la política”.

La masa debe ser el reflejo del conductor. La beta cristiana del Movimiento Justicialista debe estar siempre a flor de piel y como tal debe brotar como un sentimiento de pertenencia grupal y de identificación ante los demás, así se persuade y se captan adeptos a una doctrina que es filosofía de vida. Hoy por hoy, abundan enfermos del poder que buscan en los cuadros políticos la manera de crecer materialmente. Muchos si fueran ya adinerados no serían peronistas, porque deberían compartir con los más necesitados de oportunidades y de protección. Hay quien cree todavía que hay que vestirse de pobre para ser igual en la apariencia al pobre. Mis 38 años de vida son vividos como auténtico peronista que imita el ejemplo de la Familia como institución y como base de todo éxito en los fines de la vida, que combate al enemigo de la doctrina y al ignorante de la causa peronista.

Mi Padre me enseñó a idealizar a Evita y a Perón, por eso defiendo mi posición porque es mi estilo de vida y mi modelo de Nación Argentina. No hay que sentirse como Perón o Evita, hay que estar al lado de nuestros líderes para custodiar una Doctrina que agoniza en las manos de los oportunistas o que se menciona en el fraseo/payada de los mediocres trepadores que se pavonean en los centros del poder.

Se es responsable primero por nuestros pensamientos para denotar más tarde la responsabilidad de la conducción, que es conforme la doctrina: “Esa acción directa e indirecta del conductor, su ejemplo, sus virtudes, sus defectos, sus métodos, sus sistemas, trascienden todos hasta el último escalón de la masa. “De tal palo tal astilla”. Como él sea, será la masa. Sus virtudes las cosechará en los hechos y sus defectos los sufrirá también en los propios hechos. Eso es sumamente importante. Por eso, uno debe tratar, aunque no sea nada, de serlo todo, si tiene la responsabilidad de la conducción”.

Sostengo la esencia cristiana de la Doctrina de Perón: en definitiva por los frutos se conoce el árbol. Fruto bueno del árbol bueno y fruto malo del árbol malo.

El conductor no es eterno y requiere de su cambio que no quiere decir discontinuidad de acción. Educar a las masas es buscar del semillero político un verdadero líder o conductor capaz de regresar desde su liderazgo al pueblo y vivir siendo líder como se vivió en el pueblo. La verdadera misión del conductor esta finalizada cuando ha elevado el grado de cultura en la población. La cultura es el elemento diferenciador de los pueblos y el conductor educa sin tendencias. Conforme la doctrina: “Indudablemente la elevación cultural de la masa, se facilita extraordinariamente con la difusión, el perfeccionamiento y la elevación del nivel cívico y cultural de la masa”.

“Es más comprensible, más fácil y todo se sistematiza mejor cuando hay una alta comprensión y ésta viene con la elevación del nivel cultural”.

“De ahí que yo crea que el peronismo tiene una función esencial que realizar dentro del pueblo argentino: ir elevando la cultura política, la cultura cívica y social del pueblo”.

“Sin eso estaremos siempre expuestos a que nos saquen la masa, engañándola; pero si le enseñamos a la masa a discernir por sí, a comprender por sí, entonces estamos seguros de que no la volverán a engañar nunca más”.

“Y no engañada, no podrá irse con los que tienen mala intención, sino que irá con los que tienen la buena intención”.

Conforme la doctrina: Cada conductor crea su instrumento, “Eso será a la vez el reaseguro del peronismo, para que nunca estemos tentados de tener una mala intención, para que seamos siempre instrumento del pueblo y no lleguemos jamás a hacer del pueblo un instrumento nuestro”.

“Por esa razón, al hablar del conductor es necesario decir que forma sus fuerzas, las organiza, las instruye, las prepara y las conduce”.

“De lo contrario, no es conductor”.

“Cada conductor crea su instrumento, como cualquiera que debe realizar su trabajo”.

“Nadie lo puede hacer en su lugar, de manera que él tenga algo que agradecer. Si no lo hace él personalmente, con sacrificio de todos los días, con la pérdida constante y permanente, con el ejemplo, si él no se desempeña con todas sus fuerzas y con toda su vida – y la vida de un hombre es demasiado corta para hacerlo todo – no podrá conducir bien. Por esa razón creo – y lo he sostenido siempre – que el genio es trabajo. Nada puede realizarse por inspiración de nada, sino por la pérdida constante y permanente, por la continuidad extraordinaria del esfuerzo. Solamente así se podrán vencer las malas inclinaciones, a las cuales es siempre más propensa la gente, que a las buenas”.

Mi Padre me dice que: “el Gral Perón conocía los problemas de toda la Nación Argentina”. El reclamo (frente al encuentro de una solución) se dirigía a la persona que identificaba el problema. ¡Que inteligente era mi General!: Si se tenía la solución instaba a plantear el problema, de lo contrario, de vuelta a casa y a buscar la solución para el problema y regresar frente a Él, para ser ESCUCHADO, algo poco común en política. La habilidad del conductor, conforme la doctrina: “Está en percibir el problema, en captar cada uno de sus factores en su verdadero valor, sin equivocar ninguno de los coeficientes que, con distinta importancia, escalonan las formas principales y las formas secundarias del hecho. Captado el problema en su conjunto, elaborado por el propio criterio y resuelto con espíritu objetivo y real, el hecho se penetra; el análisis lo descompone, la síntesis lo arma y el método lo desarrolla. Eso es todo cuanto se puede decir de la operación que, naturalmente, se produce en la personalidad del conductor. Es algo tan extraordinario como lo que sucede con los organismos fisiológicos que, ingiriendo distintas sustancias, pueden producir reacciones y efectos similares”.

Gran parte del éxito de los hombres célebres anida en la alquimia que opera en su interior. Hoy me preocupa no ver a las personas demostrando su esencia. Lamentablemente no descubrimos a los políticos como son en realidad. No obstante, entiendo que todos hemos sido claros o transparentes en un principio, o en nuestros primeros años, pero el tiempo, los demás y las cosas de la vida nos originan fracturas y nos dejamos de mostrar en nuestro interior.

Los hombres realmente somos transparencia quebrantada, servimos para correr los telones de nuestro interior muy de tanto en tanto, cuando en realidad deberíamos mostrarnos como somos sin ningún tapujo, con defectos y virtudes, con enfermedades dolorosas del cuerpo y del alma.

Aun así, la referencia a Napoleón siempre es válida. Pocos saben que hasta se dio el lujo de ser comentarista de El “Príncipe”. Napoleón, elogió los consejos de Maquiavelo y reconoció sus desaciertos cuando se apartó de la doctrina del Padre del nacionalismo moderno. La doctrina apunta a incentivar la conducción como un arte simple y todo de ejecución: “El conductor es un ente de transformación maravilloso, que percibe un fenómeno y saca una solución elaborada por sí, parte intuitivamente, parte por el análisis y parte por la síntesis. Difícil de comprender, porque son fenómenos que no creo haya nadie que pueda explicar de una manera certera.”

“Lo que sí se puede expresar es que éste es un arte simple y todo de ejecución, como decía Napoleón. Simple para el que tiene las cualidades y calidades; difícil para el que no las posee. Que esas cualidades y calidades pueden adquirirse realmente, es cierto. De manera que el conductor indudablemente, puede nacer, pero puede crearse y perfeccionarse”.

“De esto se podría hablar con sentido analítico y con sentido filosófico días enteros. Pero no es nuestra finalidad extendernos en conocimientos abstractos de que es un conductor, sino en catalogar algunos de los conocimientos que él debe poseer para ser más “sabio” en cada una de las ocasiones en que debe actuar. Por principio el conductor no es solamente un captador, diremos, de fenómenos y que elabora éxitos y fracasos”.

“Quien proceda con un criterio más o menos formal a cristalizar sistemas, a establecer métodos y a crear recetar para conducir – como para hacer la comida – se equivoca”.

Un conductor es un original hacedor de obras y se perfecciona por lo que crea. Conforme la doctrina: La creación, es exigencia del conductor, no obstante: “Es difícil precisamente porque la principal exigencia de la conducción es crear, y hasta ahora lo que más difícil se la ha presentado al hombre es la creación. Tenemos muchos hecho en el mundo, pero no mucho creado. La tarea del conductor es crear, crear siempre, estar siempre predispuesto a crear. Al dividir el arte de la conducción deben tenerse en cuenta dos partes fundamentales: la parte vital del arte que es el conductor, el artista y la parte inerte, que comprenda toda la teoría del arte y su técnica. Esta teoría del arte y su técnica puede ser aprendida por cualquiera y en consecuencia; cualquiera puede llegar a poseer los secretos de la conducción”.

La teoría, la técnica, la creación y el óleo sagrado de Samuel, son la clave del éxito para un conductor. Conforme la doctrina, existe un secreto superior a todos: “Ahora bien: conducir ya es otra cosa. Los secretos están íntegramente en la teoría y en la técnica, pero hay un secreto superior a todos, que es el de la creación; algunos hombres lo poseen naturalmente, otros lo adquieren, pero lo alcanzan en distinta medida. Yo lo he calificado como el óleo sagrado de Samuel, como califico a menudo las cosas que no se pueden definir exactamente. Uno de los grandes errores en la preparación de los hombres de Estado, en el mundo, ha sido precisamente prescindir de la técnica de la conducción. La conducción política en el orden internacional se distingue muy claramente de la conducción militar”.

No se necesitan profesionales en ciencias consagradas al estudio de los fenómenos políticos. No esta vedada los hombres trabajadores y carentes de educación universitaria la posibilidad de ser conductor. Hay que hacer mucho banco para saltar a ser conductor. Conforme la doctrina conducir es actuar: “El arte tiene un sentido vital que no puede reemplazarse con la técnica. Por eso digo que no son en realidad los conocimientos ni la extraordinaria erudición los que dan la capacidad. Conducir es actuar, es crear. Lo único que la técnica enseña es un sistema, pero no enseña los medios de realizarlo. Eso está en cada individuo o no está. Por eso digo que no presupone un perito en ciencias políticas y sociales un buen conductor político. Tenemos tantos formados por nuestras facultades y, sin embargo, no he visto ninguno que se haya destacado en el orden de la conducción política. La conducción política necesita, para triunfar en este orden de cosas y en primer término, un conductor. Pero un conductor, en la política, no ha de ser sólo eso; tiene que ser un maestro, porque su acción no es solamente conducir, sino que es, primeramente, enseñar, luego formar; organizar después, y, por último, recién conducir”.

No veo la docencia política salvo en cabeza de los más compenetrados con la experiencia de vida política. Poco se respeta a los maestros que se brindan para que lleguen los mejores, sin la búsqueda de puestos relevantes para ellos. Un ejemplo en Bahía Blanca es la del ya mencionado Dr. Víctor Benamo a quien el actual Presidente del Partido Justicialista de la Ciudad de Bahía Blanca, el Dr. Dámaso Larraburu nombró acertadamente como Secretario de Acción Política. No obstante el respeto por ambos no siempre se pone de manifiesto. Detractores siempre hubo y los habrá. Cuando se trata de improvisados, siempre se corren riesgos.

La moral elevada y un igual intelecto consagran al genio, al hombre perfecto: “Napoleón definía así al genio: representando los valores morales por las coordenadas verticales y los valores intelectuales por la base, el genio es aquel que tiene base igual a su coordenada; es decir, un hombre que tiene repartidos muy armoniosamente sus valores morales y sus valores intelectuales, o sea que es capaz de concebir bien y que tiene la fuerza suficiente para ejecutar bien. El conductor necesita tener valores espirituales, vale decir, morales, y también necesita tener valores intelectuales, como capacidad, criterio, método, espíritu creador; en fin, un sinnúmero de condiciones”.

Conforme la doctrina: “En cuanto a los valores espirituales del conductor, lo que pueda afirmarse en este sentido es que un conductor puede carecer de preparación, pero no de valores morales”.

“Si carece de valores morales, no es un conductor, porque los valores morales, en el conductor, están por sobre los intelectuales, porque en la acción la realización está siempre por sobre la concepción. Muchas veces una mala concepción realizada sistemáticamente y tenazmente llega a un buen resultado, pero una buena concepción con una mala realización no lleva nunca a nada. Esa es la razón por la cual, en el hombre de arte y en el conductor, la acción está siempre por sobre la concepción. Puede tener carencias intelectuales, pero lo que no puede tener son carencias morales, porque sin valores morales no hay conductor”.

Es casi seguro que lo más difícil para un ser humano es buscar que los demás vivan mejor que si mismo. Realmente el conductor es un “apóstol” de su doctrina política. Si evoluciona lo hace por lo que deja a los demás. Por ello que no se ven conductores, porque los políticos están bien y el pueblo vive muy mal. Es evidente que el pseudo-conductor explota la doctrina que lo elevó al poder. Porque es real que para conocer a los hombres sólo basta con darle poder. Trabajar para los demás, conforme a doctrina: “Quiere decir que esta complicada personalidad del conductor presupone muchas cosas que son muy difíciles de cumplir. Es indudable que el conductor debe saber, en política, que él trabaja para los demás. En esto, como dijo la Señora, hay dos clases de hombres: aquellos que trabajan para sí mismos y aquellos que trabajan para los demás. El conductor que trabaje para sí mismo no irá lejos. El conductor que trabaje para los demás, jamás lo abandonen a él”.

Más que sacrificio, para enfrentar las tentaciones propias el poder, se requiere de humildad. Ese don de la vida se adquiere n la temprana edad, cuando somos educados por nuestros Padres con un fino sentido de la ubicación. Es más a veces muchos optan por la política porque no triunfaron en nada y son perdedores en todo. A menudo se dice que el político no cultiva la amistad porque fomenta intereses circunstanciales. Nada más real que esta afirmación. Basta con untar con unos pesos para obtener “chismes” e informaciones que nada contribuyen al fin partidario y todo lo canalizan para l fin personal. Robar las ideas de otros es un vil ejercicio de los politiqueros que carecen de originalidad en las exposiciones utbi et orbi, es decir para todos y para nadie. Conforme la doctrina: “Son dos las condiciones fundamentales del conductor: su humildad para hacerse perdonar por los demás por lo que no hace por ellos; y su desprendimiento, para no verse nunca tentado a trabajar para sí. Estas condiciones, que parecen que no tuvieran importancia, la tienen – y extraordinaria – en el conductor político”.

Ulpiano definió a la justicia como: “La constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo”. El conductor es esencialmente justo. Es evidente que la orientación responde a una idea filosófica, porque la madre de las ciencias también orienta la vida política. La justicia de los hombres, conforme la doctrina: “El conductor debe tener encarnada en sí mismo la verdadera justicia, la justicia humana, la justicia de los hombres, con todos los defectos y virtudes. Eso no debe conocerlo, sino sentirlo, porque en sus manos está el discernir los honores y la habilidad a quien le corresponda, porque, como decía Aristóteles: “la habilidad no esta en los honores que se reciben, sino en los honores que merecen.”

“De manera que el conductor debe comprender claramente que su justicia es la base de las buenas relaciones, del respeto que por él tengan y de la aglutinación natural de la masa que conduce. Sin este sentido innato de la justicia, nadie puede conducir, debe enseñar por el mejor camino, que es el del ejemplo. No delinquiendo él, no formará delincuentes. Porque, en la conducción, de tal palo ha de salir tal astilla”.

Son demasiados los golpes que recibe la Doctrina que sustenta a los candidatos de varios partidos políticos. Muchos se sirven de la bandeja doctrinaria y del amiguismo para ser parte del poder. Aun así, hay segundas y terceras vueltas para gobernar pero siempre es tarde para recomenzar a conducir. No se puede aprender a costas del pueblo y es real que cuando un estamento político se cae, el responsable es el conductor.

Para finalizar, creo haber cumplido con un deber ineludible de hacer algo por la Patria y por los futuros hombres de decisión. Que lean y cumplan, caso contrario que no mientan. Nuevamente, considero que nada de esto sería posible si no se cuenta con un espacio al alcance de todos. Gracias, Amigos de la República Bolivariana de Venezuela.

Fuentes consultadas:

“Conducción Política” por: Juan Domingo Perón.

“Lisandro de la Torre” por: Juan Lazarte.

“Humildad: virtud de virtudes” por: José Carlos Corbatta.

“Historias de las Ideas políticas en Argentina” por: Vicente D. Sierra.

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