Opinión Internacional

Nuevo multilateralismo: Éramos pocos y se sumó Naciones Unidas

A las propuestas de reforma de los organismos financieros internacionales, se suma ahora la propuesta de renovación de Naciones Unidas; con mayores recursos y facultades, por cierto.

Hasta no hace mucho los países en desarrollo se preguntaban si seguir aportando a los organismos políticos internacionales, como las Naciones Unidas, año tras año, cuota tras cuota, fondo tras fondo, y donación tras donación, sin contrapartida alguna, simplemente para no quedar aislados del mundo y seguir siendo parte de la comunidad internacional.

El debate al respecto fue público en México en 2007; cuando el país analizaba su permanencia en algunos de los 243 organismos internacionales de los que es parte, y contribuyente. Un prestigioso embajador aconsejaba incluir en el informe respectivo “recomendaciones a los organismos internacionales para movilizar a su burocracia abultada y perezosa y para aterrizar programas con beneficios tangibles”.

Pero hoy el mundo es otro.

Los países desarrollados parecen no tomar nota todavía y se aferran a la idea de mantener el viejo orden geopolítico que ya no existe.

Las cuatro grandes economías emergentes, Brasil, China, India y Rusia, avanzan sin pausa en la construcción de un nuevo espacio de poder; la primera cumbre del BRIC celebrada días pasados en Ekaterimburgo es la primera de muchas.

Los países de la ASEAN + 3, por su parte, tras las lecciones de la crisis asiática, empeorada ferozmente por la participación del FMI, concretan su Fondo Monetario Asiático y la ampliación de la Iniciativa Chiang Mai.

Y los países en desarrollo y emergentes, que todavía precisan asistencia concesional y cooperación internacional, reclaman un “multilateralismo responsable” en que cada peso cuente.

Ante este reclamo era natural que apareciera el debate sobre el papel de los organismos “políticos” internacionales, ya que desde hace largo tiempo se sostiene que éstos deben ser reformados: son extremadamente costosos, sus mandatos son potenciales (ni uno de sus mandatos es imperativo); sus resultados, cuando los hay, son cuestionables; gozan de irresponsabilidad ilimitada, recursos financieros eternamente renovables y derrochan irresponsablemente dineros públicos.

Desafortunadamente las propuestas de renovación de Naciones Unidas apuntan en otra dirección. Ni una mención a las cuestiones anteriores. Todo lo contrario, proponen la creación de un Consejo Económico Mundial, por un lado, y mayores recursos y facultades por el otro.

Días pasados, en consonancia con la propuesta de la canciller alemana Angela Merkel, de crear “un Consejo Económico de Naciones Unidas, conforme al modelo del Consejo de Seguridad” –veto incluido– la Comisión Stiglitz propuso la creación de un Consejo Económico Mundial dentro de Naciones Unidas y siete nuevos grupos técnicos de nivel ministerial

Recordemos que en la Conferencia internacional de seguimiento sobre la financiación para el desarrollo que tuvo lugar en diciembre de 2008 en Doha, Qatar, se tomó la decisión de celebrar un período extraordinario de sesiones de la Asamblea General en los primeros días junio; una conferencia al más alto nivel sobre la crisis financiera y económica mundial y sus efectos sobre el desarrollo. En virtud de tal decisión el Presidente de la Asamblea General convocó a una Comisión de Expertos, presidida por el Premio Nobel Joseph Stiglitz –e integrada por prestigiosos académicos–, para formular recomendaciones sobre las reformas del sistema monetario y financiero internacional.

En el primer borrador del informe de la Comisión 1/ se proponen ocho nuevos organismos y/o mecanismos; a saber: un nuevo servicio de crédito, un grupo de expertos sobre la economía mundial tipo IPCC, un Consejo Económico en el marco de las Naciones Unidas, una comisión de seguridad de los productos financieros, un tribunal internacional de quiebras y un nuevo sistema de reservas mundiales.

En el segundo documento, del Presidente de la Asamblea General, se propone también la creación de ocho nuevos organismos, distintos a los anteriores (fondo de estímulo mundial, autoridades de bienes públicos mundiales [mar, aire, ciberespacio], autoridad de impuestos mundiales, comisión de seguridad de productos financieros mundiales, autoridad de regulación financiera mundial, autoridad de competencia mundial, consejo mundial de asesores financieros y económicos, consejo de coordinación económica mundial).

En el anteproyecto del documento final, que es una versión muy moderada de los anteriores, se propone la creación de un Consejo Económico Mundial, y siete grupos técnicos (1. estímulo global para la reestructuración y supervivencia, 2. financiamiento para reestructuración y supervivencia, 3. estímulo de emergencia para el comercio y alivio de la deuda, 4. sistemas de reservas regionales y mundial, 5. regulación y coordinación de la economía global, 6. reestructuración de las instituciones internacionales, y 7. papel de las Naciones Unidas), y que la conferencia se mantenga abierta y los grupos en funciones.

Y en el informe del Secretario General se mantiene la idea de crear un Consejo Económico Mundial o la reforma del actual Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC).

Nadie sabe cómo pasaron del mandato de Qatar, de evaluar los efectos de la crisis en el desarrollo, a un programa de reforma integral de la arquitectura política y económica internacional con las Naciones Unidas a la cabeza, en el marco de un régimen cuasicolonial.

Aunque los dos primeros documentos han ido a parar al archivo, por ahora, vale la pena reparar en algunos de los órganos e ideas que se han lanzado al ruedo: un tribunal internacional de quiebras soberanas, sistemas de reservas regionales o globales, una autoridad sobre los bienes públicos mundiales, otra sobre impuestos mundiales y un consejo económico mundial con derecho de veto; en fin, un organismo superpoderoso encargado de todos los asuntos del mundo, incluidos los soberanos, y financiado con impuestos directos.

Parece que alguien no resistió a la tentación de cambiar el mundo a su manera, lo que provocó cierta alarma en algunos círculos. Lo cierto es que la prensa da cuenta de que la cumbre se ha pospuesto a último minuto para fines de este mes, tras “desinteligencias” sobre el enfoque del informe, que han desatado, para decirlo discretamente, un verdadero caos y un nuevo “blaming game”. Diplomáticos de algunos países del G-20 ya han calificado a la cumbre de “broma”, “tragedia” y “pérdida de tiempo”. Parece que las ausencias confirmadas también pesaron a la hora de retrasar la cumbre.

En abril pasado, contemporáneamente con la labor de esta Comisión, el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, levantó su voz por un nuevo multilateralismo, naturalmente que fortalezca a las Naciones Unidas con más recursos y mayores facultades

“El imperativo para un nuevo multilateralismo.

Para el mundo y sus pueblos, el 2009 podría ser un año decisivo.

Necesitamos una nueva visión, un nuevo paradigma, un nuevo multilateralismo.

Un multilateralismo con instituciones que tengan la autoridad y los recursos necesarios.

Sabemos qué es lo que tenemos que hacer. Sabemos quién tiene que hacerlo. La pregunta es ¿cómo lo hacemos?

El fortalecimiento de las Naciones Unidas también debe ser parte de las soluciones. La crisis financiera llevó a los líderes de G-20 a proveer al Fondo Monetario Internacional autoridad y recursos nuevos. También dio lugar a reclamos de reforma tanto del FMI como del Banco Mundial –llamados escuchados durante años pero impulsados recién hoy–. Las Naciones Unidas deben ser, asimismo, fortalecidas y reformadas.

En años recientes, los Estados Miembros han proporcionado a las Naciones Unidas y al Secretario General mayores mandatos. Sin embargo, no nos han brindado la autoridad y los recursos conmensurables. Amargas y serias batallas presupuestarias acaecidas en años recientes, nos han alejado aún más de lo que necesitamos: un instrumento de servicio efectivo y potenciado, capaz de lidiar con los desafíos globales dominantes del siglo veintiuno”.

En el ámbito del mantenimiento de la paz, dijo:

“En el área de mantenimiento de la paz, los miembros del Consejo de Seguridad tienen la responsabilidad primaria del mantenimiento de la paz y la seguridad.

Pero también son responsables de asegurar que los recursos –humanos, financieros, materiales, técnicos y políticos– estarán disponibles para dar cumplimiento a los mandatos del Consejo de Seguridad.

Una década atrás, un nuevo proyecto para el mantenimiento de la paz fue desarrollado, las Naciones Unidas contaban con menos de 20.000 civiles, militares y personal policial desplegados en el terreno. Hoy, ese número excede los 110.000.

Este año, gastaremos cerca de 8 mil millones de dólares en mantenimiento de la paz”.

Dejando de lado toda consideración de orden político –influencia política de los países dominantes, votos, vetos y otras cuestiones– y yendo exclusivamente a cuestiones concretas, veamos tan sólo tres ejemplos –de cientos que podríamos analizar– que ponen seriamente en duda que “sepan qué hacer y quién debe hacerlo”.

1. Renovación de la residencia del Secretario General (Resolución A/61/523, Tema 117 del programa)

En 2006 la Asamblea General aprobó la renovación de la residencia del Secretario General de las Naciones Unidas, a un costo de US$4,49 millones, que incluían una partida de US$202.500 para cubrir el costo del alojamiento temporal del Secretario entrante, Ban Ki-moon, y su familia, en el Waldorf Astoria de Nueva York.

Amerita desglosar los gastos del proyecto, en el cuadro siguiente, porque algunos rubros son sencillamente asombrosos, considerando que se pagan con dineros de los contribuyentes, de las naciones más ricas y de las más pobres de la tierra.

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2. Plan Maestro de Mejoras, Renovación de la Sede Naciones Unidas en Nueva York

El 5 de mayo de 2008 se iniciaron oficialmente las obras de renovación del Edificio de Naciones Unidas, en Turtle Bay, a un costo estimado de US$1.900 millones, que se supone demorarán entre cuatro y cinco años. Los costos han ido aumentando y a la fecha la cifra supera los US$2.000 millones.

A mediados de 2005, cuando el presupuesto ascendía a alrededor de US$1.200 millones, las más reconocidas empresas inmobiliarias de Nueva York sostenían que esa cifra era exorbitante.

Preocupado por el derroche de fondos de contribuyentes estadounidenses, un subcomité del Senado pidió explicaciones sobre los costos del proyecto y se manifestó preocupado por la falta de informes de auditoría y de un presupuesto desglosado.

En las audiencias ante el subcomité Donald Trump estimó que las obras podían costar a lo sumo US$700 millones. Sostuvo, sin embargo, que de adoptarse el enfoque propuesto por las Naciones Unidas, las obras llegarían a costar alrededor de US$3.000 millones.

Pese a todo el proyecto se aprobó conforme al plan de Naciones Unidas, y los 192 miembros han tenido que aportar al mismo, a gusto o a disgusto.

El proyecto contempla desalojar todo el complejo de Naciones Unidas, alquilar edificios para alojar al personal durante el tiempo que demoren las obras 2/, y construir una sala de conferencias temporal.

La sala de conferencias temporal del jardín norte (the Temporary North Lawn Conference Building) costará alrededor de US$150 millones 3/, y será demolida en 2013 cuando terminen las obras 4/.

Un edificio de US$150 millones que será demolido en cuatro años …

Mientras esto se escribe Naciones Unidas denuncia que el hambre en el mundo superó la marca de los 1.000 millones de personas.

3. Haití – Naciones Unidas

En 2004, “habiendo determinado que la situación en Haití seguía constituyendo una amenaza a la paz y la seguridad en la región y actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad, en su resolución 1542, de 30 de abril de 2004, decidió establecer la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH)”.

Para esta misión, que como puede apreciarse más abajo cuenta con tres representantes especiales del Secretario General y 498 funcionarios internacionales, acaba de ser designado además, como Enviado Especial de Ban Ki-moon, el ex Presidente Bill Clinton.

Los siguientes son algunos datos y cifras de la MINUSTAH:
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Haití es el país más pobre de la región de América Latina y el Caribe, y uno de los más pobres del mundo. Alrededor del 54% de la población vive por debajo de la línea de pobreza de US$1 por día y el 78% por debajo de la de US$2 por día. (Banco Mundial/AIF, 2008).

Según datos del FMI y el Banco Mundial, la deuda externa total de Haití era en 2004 de US$1.257 millones y en 2008 de US$1.714 millones, y su producto interno bruto en 2008 rondaba los US$6.000 millones.

Como surge del cuadro, el costo de seis años (2004-2009) de las misiones de Naciones Unidas en Haití asciende a US$2.500 millones, lo que supera con creces la deuda externa de Haití y equivale a poco menos de la mitad de su producto interno bruto.

Y todo este derroche porque el Consejo de Seguridad sostiene que Haití sigue siendo “una amenaza a la paz y la seguridad de la región”.

Cabe mencionar que la OEA, el organismo político regional, lleva 50 años visitando Haití e “informando sobre su situación”. Ha enviado decenas de delegados, misiones especiales, misiones de alto nivel, y hasta una Misión Especial de la OEA para Haití. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por su parte ha publicado ocho informes de país, realizado 15 visitas in loco y cientos de otras visitas.

Tras medio siglo de visitas, por simple sentido común, ¿a nadie se le ha ocurrido que están haciendo algo mal? O que Haití merece ciertamente ser tratado con mayor respeto.

No se nos escapa que algunos de estos foros podrán todavía subsistir sin mucha reforma, porque a estos niveles nadie deja vacantes espacios de poder, por cuestionables que estos fueren, pero coexistirán con nuevos espacios y poderosos nuevos actores, que avanzan al ritmo de una topadora.

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