Opinión Internacional

Primavera eterna ¿la nueva Intifada?

¿Quién está detrás de los atentados de Damasco?

La primavera árabe iniciada hace casi un año en Túnez se ha instalado en Siria desde hace ya nueve meses, es una primavera que parece eterna y amenaza constantemente con aumentar las más de cinco mil personas fallecidas desde que iniciaron las primeras revueltas en el 2011.

Los constantes ataques a la población civil se han convertido en blanco fácil y conveniente para los dos bandos que mantienen una confrontación brutal dentro de Siria. Por una parte el grupo en el poder liderado por Bachar al-Asad, y por otro el ELS, Ejército Libre de Siria, integrado por militares desertores y partidarios de acabar con el régimen por la vía de la violencia. En los últimos días el ELS se ha distanciado de los diversos ataques y han señalado al propio régimen de al-Asad. La versión oficial habla de “terroristas” que, tras el doble atentado del 23 de diciembre donde murieron 44 personas, y el atentado de este 6 de enero, cuyo objetivo fue un autobús que transportaba policías, mató a por lo menos 26 personas y dejó otros 46 heridos, se asociaron con Al Qaeda.

Sin embargo, varios factores siguen sin aclararse y muchos grupos de oposición y ciudadanos sirios apuntan a uno de los grupos más corrompidos y organizados de Siria, el mujabarat. Este servicio de inteligencia sirio ya fue objeto de sospechas el año pasado cuando varias embajadas opositoras al régimen fueron atacadas, obligándolos a marcharse del país. A éstos se les atribuyen las persecuciones en Homs, donde se han cometido decenas de asesinatos sectarios.

La principal sospecha radica en que la mayoría de los atentados han tenido lugar en Damasco, donde el gobierno de al-Asad tiene un control importante. Las especulaciones de la oposición sobre un supuesto auto-atentado se sustentan en que, si se tratara de actos de un grupo terrorista islámico, no se hubieran realizado en Al Midan, barrio islamista. En todo caso se hubiera elegido un blanco del gobierno o donde viven los funcionarios y colaboradores de al-Asad. Este barrio, según testigos y notas periodísticas, estaba bajo protección policial en ese momento, además de que los atentados tuvieron lugar un viernes, día de mayor resguardo para controlar manifestaciones. Otro factor importante es la reputación del régimen al que supuestamente se está atacando, se trata de un gobierno represor, que incluso ha operado fuera de sus fronteras, sólo hay que recordar los atentados en Líbano.

 

Lo cierto es que no hay prueba fehaciente de que alguna de las dos partes esté detrás de los atentados, lo cierto es que semana tras semana, atentado tras atentado, Bachar al-Asad gana adeptos de quienes se ven vulnerables ante una situación fuera de control, y que pareciera atentar contra el Estado mismo. Sin embargo ante la incertidumbre, buena parte de la sociedad siria se ha cohesionado ante un enemigo “siniestro” de nombre Al Qaeda.

El presidente sirio goza actualmente de un 55% de popularidad, según una encuesta realizada por el Instituto Doha. La situación geográfica y cultural juega un papel fundamental en el desarrollo de los sucesos en este país y en la percepción de la sociedad. Gran parte de ella despertó con la primavera árabe hace nueve meses y quiere un cambio radical, pero muchos no están dispuestos a arriesgar su nación para tener el día de mañana un Irak en casa.

La primavera árabe que ha sacudido a países como Túnez, Egipto y Libia, trajo consigo nuevos aires a sociedades oprimidas por regímenes absolutistas, donde el abuso de poder, los privilegios y la carencia de justicia eran una forma de gobernar válida. Estos nuevos escenarios podrían ser la oportunidad de un futuro prometedor, donde los ciudadanos se conviertan en parte activa de la política y de la inclusión en el destino de sus respectivos países.

El futuro de Siria es incierto, los observadores de la Liga Árabe no han sido suficientes, existe falta de información y el panorama luce complicado, más cuando en un país como éste rondan viejos fantasmas que apuntan a fragmentar el país por motivos religiosos. Las revueltas contra el gobierno sirio protagonizadas en gran parte por grupos suníes, hacen que algunas minorías como la alauí y cristiana se mantengan en su mayoría del lado del presidente. Esto sin duda no ha ayudado a crear un proyecto de nación conjunto que dé certidumbre y ayude a saber qué futuro se puede construir cuando termine esta primavera eterna. Como mencionó Enric González, columnista de El País, “quizá el término intifada, traducible como sacudida o revulsión, sería más adecuado, pese a su vinculación a la cuestión palestina, que a la optimista referencia a los brotes primaverales”.

Mientras el panorama se enturbia más en Damasco, el régimen de al-Asad se mantiene con la anuencia de la comunidad internacional y organismos internacionales, que han hecho poco para involucrarse en un proceso que incrementa sus muertes día con día, y que también día con día el panorama sobre un futuro posible luce más lejano. Los culpables son los mismos de siempre, Al Qaeda, “terroristas islámicos radicales” o como se les quiera llamar en esta ocasión. Sólo existe una certeza en este momento en Siria, existe una seria fractura dentro de la sociedad que podría convertir a Bachar al-Asad en la primera víctima de la nueva Intifada.

 

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