Opinión Internacional

Productos culturales

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Lejos de combatir al peronismo, el antiperonismo lo completa.

Fenómeno abarcador. Define su identidad a través de las manifestaciones de desprecio de aquellos que fracasan en el intento de superarlo. A los cuales, sistemáticamente, el peronismo deglute.

Las aventuras civiles, como las obturaciones militares, se acumulan.

Democráticos o fácticos, la confrontación renueva el ciclo permanente de las frustraciones.

Tristes víctimas de la dinámica perversa.

Se amontonan en el reservorio de la historia.

El peronismo funciona como un cuerpo poliforme. Envolvente. Se alimenta de las expresiones que no lo integran. Sólo acepta la adversidad que se sitúa en el interior del propio cuerpo.

Hasta transformarse en sinónimo del sistema político. A los efectos de apoderarse del país y fundirse, en todo caso, con él.

Según indica la superstición fundamentada, quien se hace cargo del peronismo, automáticamente se hace cargo de la Argentina. Y viceversa.

Dentro o fuera
La mística la proporciona siempre aquel enemigo legitimador que lo impugna.

A través de los mitificados actos de arrojo, de los fusilados en basurales. La Resistencia otorga, durante décadas, la densidad emocional que sostiene los desbordes.

Situarse dentro del peronismo constituye un dilema de sobrevivencia digestiva.

Las digestiones deben habituarse al culto del pragmatismo. Contemplan la sucesión de discursos culturalmente antagónicos. Desfila la renovación alfonsinista de Cafiero. El modernismo transformador de Menem, sintetizado en el mote “neoliberalismo”. La escala funcional de Duhalde, que desemboca en la extravagancia patológica de Kirchner. Es el último de sus productos culturales.

Kirchner es el generador de los adversarios internos que, después de cinco años, se multiplican. Hasta impugnarle, por lógica, la propia identidad. La patente indescifrable de “peronista”.

Al desmoronarse, aún, Kirchner es el Jefe. Como corresponde a la superstición, es el que se hizo cargo del país. A pesar del espanto de los precipitados “disidentes”. Los que habitan el mismo cuerpo enfermo en litigio, que impone la dinámica perversa al resto de la sociedad que lo legitima. O lo padece.

A los adictos a la superstición fundamentada, la permanente reasignación posicional los convierte en magníficos acróbatas. Deben renovarse entre los saltos arrebatados de discurso. Habilitan a suscribir la definición más certera que impacta en el academicismo de actualidad.

“El peronismo es la ideología del poder”.

Dista -el Poder- de ser el objetivo prioritario de la lucha. Ahora el poder signa las claves de la propia ideología. La superstición siempre encuentra el sendero para justificar la tendencia hacia la “justicia social”.

Situarse afuera del peronismo constituye, en cambio, un dilema superior.

Ningún antiperonista difícilmente puede aproximarse al poder (fuente de la moderna ideología), sin conciliar un pacto que derive en entendimiento con el cuerpo poliforme, monstruosamente envolvente. O sin sectores que se adquieran, o se tomen prestados. Pedazos del mismo cuerpo. Representan la “pata peronista” de cualquier desventura destinada hacia el fracaso.

Circunstancia -el fracaso- que, para comodidad analítica de los antis, se atribuye, arbitrariamente, a la mera existencia del peronismo. Como si la superstición fuera El Mal que obstaculiza cualquier proyección que no lo incluya. Hipótesis que sólo puede tomarse para salir del paso. Para escaparse pronto del dilema. Desdibujar la culpa colectiva.

Civiles y militares
Quien combate al peronismo, con los componentes prestados -o comprados- que conforman la “pata” de aquello que proponen combatir, se arriesga a la predestinada autodestrucción.

En el plano del facto, le ocurrió a las trágicas experiencias militares. Las que, desde el 55 hasta el 76, se pulverizaron. Hasta situarse en el reservorio de desperdicios de la historia.

En el plano electoral, las experiencias exitosas de confrontación fueron, primero, paulatinamente asimiladas. Pero después también fueron pulverizadas.

La penúltima víctima de la dinámica perversa fue López Murphy y su experiencia pararradical. Mantuvo LM la visión estratégica sustancial, a los efectos de suponerse en condiciones para enfrentarlo. Cayó como consecuencia de la polarización instalada entre los dos sectores en pugna del mismo cuerpo.

Culmina la ponencia durante las vísperas del colapso de la nueva versión antiperonista del debilitado pararradicalismo. Los sucesores de López Murphy caen como consecuencia del juego eterno de la polarización. Les propone la misma dinámica.

La señora Stolbizer, Alfonsín junior, sobre todo la señora Carrió.

Carrió es el árbitro indirectamente principal de la faceta renovada de la inagotable interna peronista.

El desgajamiento de la aventura electoral, en Buenos Aires, puede decidir la interna, acaso, a favor de uno de los dos pedazos en pugna. El que responde, en la coyuntura, al deseo de agotamiento del último producto cultural, Kirchner.

A favor de De Narváez, el producto cultural que se encuentra en proceso de elaboración.

Por lo tanto, cuánto más protesten, explicablemente, por la confrontación artificial de los dos productos, a los que acusan de representar el mismo cuerpo, Stolbizer, Alfonsín y Carrió se debilitan más. Se desgastan. Se autodestruyen. Se comportan de acuerdo a la hipótesis con que se inicia la ponencia, que mantiene ambiciones de derivar en un ensayo.

“El antiperonismo, en lugar de combatir al peronismo, lo completa”.

Para consolidar la interminable vigencia. Y sumarse al reservorio metafórico de la historia.

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