Opinión Internacional

Reivindicaciones

(%=Image(9052121,»R»)%)La lucha por la igualdad étnica y de género se anota un par de triunfos, aun tímidos, en Colombia, colocando a este país a la vanguardia continental. La elección de una bellísima muchacha de raza negra, Vanesa Mendoza, como Miss Colombia, por un lado, y el reconocimiento de las uniones homosexuales por parte del Estado, por el otro, son reivindicaciones aún timoratas, pero trascendentales en tanto evidencia de la transformación de una sociedad.

La reflexión puede iniciarse en la dinámica más contemporánea de reforma en Colombia. Las constituciones no crean cambios sociales pero, en los mejores casos, pueden reflejar transformaciones en el seno de la mentalidad colectiva. La Constitución colombiana de 1991, fruto de una Asamblea Constituyente plural, puede ser representativa de mutaciones que se han estado gestando. En el texto constitucional se reconoce a Colombia como una nación multiétnica y pluricultural, avance que tarda en convertirse en prácticas sociales y de poder que reivindiquen dicha pluralidad.

Este cambio social es un proceso que no carece de historia. La discusión que abrió las puertas a la convocatoria de la Asamblea Constituyente de 1991 fue el reflejo, entre otras cosas, de una presión social para adecuar las instituciones a los cambios que se generaban en la sociedad. Este desfase, que aún existe, entre la sociedad colombiana y las estructuras estatales ha tomado distintos cauces. La constitución aprobada fue el paso más importante para la modernización. El estímulo a la participación, la ampliación de los derechos sociales y el reconocimiento de las minorías, colocó a Colombia en la vanguardia constitucional latinoamericana y fortaleció una nueva cultura.

La discusión constitucional alimentó los debates donde el problema de las minorías es relativamente reciente. La reivindicación de los derechos de las grandes mayorías excluidas relegaba a un segundo plano a las minorías igualmente marginadas. Dentro de la marginación social el racismo tiene una larga y perversa tradición y una impronta mucho más larga en las reivindicaciones políticas.

Colombia se caracterizó, desde tiempos virreinales, por tener un temple tan conservador como católico. Excepciones deslumbrantes podemos encontrar, por ejemplo, en el anticlericalismo modernizador del liberalismo decimonónico, fenómeno que no hace sino mostrar la fortaleza de la Iglesia, y en las importantes reformas que se realizaron durante la hegemonía liberal entre 1930 y 1946. Durante los últimos años el país se ha proyectado internacionalmente por la violación de los Derechos Humanos en el conflicto armado. Estas dos noticias no hacen sino inyectar optimismo en torno al futuro, la sociedad continúa su modernización luchando por superar el conflicto y la herencia histórica de exclusión y represión.

Estos problemas tienden a negarse socialmente, lo que es una dificultad adicional. Una sociedad que no asume su racismo no reconoce el problema, del mismo modo que la homosexualidad es percibida como una “desviación marginal” y no como una exclusión históricamente importante. La elección de la nueva reina de belleza y el reconocimiento de las relaciones entre parejas del mismo sexo son hechos que muestran una lucha contra dos fenómenos particularmente extendidos en Colombia, el racismo contra la población negra y la negación frente a los homosexuales.

La elección de una muchacha negra de veinte años como reina de la belleza no ha de ser entendida simplemente como una evasión estética, sino como signo del cambio. Más allá de la pertinente discusión en torno al carácter machista y consumista del evento es importante reconocer que, en más de seis décadas de concurso, el país nunca había tenido una reina de dicha raza.

Pero la presencia africana en Colombia ha sido importante. Cartagena era un puerto para el comercio de esclavos, de allí que en el Caribe colombiano, la costa atlántica, exista una fuerte presencia de la cultura afrocaribeña. Esta elección no solo es evidencia de que Colombia es un país mestizo, más allá del consenso que generalmente privó entre las elites para ignorarlo, sino que la sociedad empieza a reconocerse a sí misma como tal. Las cifras lo confirman, en Colombia, según el DANE, el 58% de la población es mestiza, el 20% es blanco, 14% es Mulato, 4% es negro y un 1% es indígena. La exclusión es más dura con las minorías étnicas. El departamento occidental de Chocó, de donde proviene la nueva reina, fronterizo con Panamá y con costa tanto caribeña como pacífica, tiene la mayor concentración de población negra del país y es el de mayor pobreza y marginación. Una década después de la promulgación de la Constitución, las minorías se encuentran lejos de alcanzar un goce pleno de sus derechos. Un ejemplo puede ser contundente: entre la población negra, por cada mil niños que nacen 151 mueren antes de cumplir el año. Queda mucho camino por recorrer.

(%=Image(2177015,»L»)%)El reconocimiento de las uniones de homosexuales es también un importante paso adelante en la consecución de la igualdad de género. Dicho reconocimiento es la puerta abierta para alcanzar reivindicaciones más profundas. Una vez que el Estado asume la pluralidad de la sociedad y la igualdad entre los homosexuales y los heterosexuales, el camino se encuentra más despejado. La tensión entre la tradicional agenda igualitaria republicana y liberal, extensión de la ciudadanía, y la novedosa agenda postmoderna de reconocimiento de los derechos de las minorías, apenas se está aplicando en Colombia, pero dará mucha tela para cortar a futuro. Las características conservadoras de las sociedades latinoamericanas retrasan todavía dicho reconocimiento. Con esta medida Colombia se coloca a la cabeza.

Dos preocupaciones adyacentes pueden comentarse como advertencia futura: por una parte, la lucha contra el racismo está lejos de ser ganada, es evidencia la misma sorpresa que ha implicado la elección de la reina, que refleja también una dosis de racismo soterrado. Por otra parte, el reconocimiento de las parejas homosexuales: la resistencia en la sociedad colombiana continúa siendo importante frente a un fenómeno que siempre ha estado presente, pero que ahora se está haciendo visible.

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