Opinión Internacional

Respeto a la soberanía

(%=Image(6771497,»L»)%)Bogotá (AIPE)- Tras la reciente crisis que ha perturbado las relaciones entre Colombia y Venezuela, hemos visto a los representantes del chavismo invocar, con su característico lenguaje agresivo, el concepto de “soberanía nacional”, supuestamente violado por Colombia al propiciar la captura en Venezuela del terrorista Rodrigo Granda.

El presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, el diputado chavista Nicolás Maduro, ha invocado nuevamente con agresiva vehemencia el concepto de soberanía nacional. Esta vez para responder a las declaraciones que hizo Condolezza Rice ante el Senado norteamericano, durante su audiencia de confirmación como Secretaria de Estado. Rice expresó preocupación por el deterioro de la democracia y la libertad en Venezuela, y por las enormes molestias que Chávez está ocasionando a sus vecinos. Maduro respondió a esto articulando una especie de teoría de conspiración: en sus palabras, la “élite norteamericana” está resentida por el avance de la integración suramericana. Además, exigió respeto hacia la soberanía de Venezuela y el mandato del presidente Chávez.

Podemos ver entonces que el bloque chavista y sus integrantes profesan un caro y profundo amor hacia la soberanía nacional y su sagrado respeto. O al menos sus palabras así lo indican. Pues bien, hablemos de soberanía nacional.

Desde su llegada al poder en 1999, el presidente Hugo Chávez y su movimiento político han sido la mayor amenaza para la soberanía de las naciones hispanoamericanas. Incluso desde antes de que Chávez llegara al poder, podía verse claramente que esto sería así.

Hugo Chávez nunca ha concebido su movimiento político como una causa limitada a su país. Su proyecto “bolivariano” es expansionista y, de hecho, pretende que se aplique en todos los países del continente. Y esto no lo dicen sus críticos sino el propio Chávez, quien con frecuencia habla de la “internacionalización de la revolución” y de cómo Colombia es “el eslabón más importante en la expansión de la revolución”. Es por esto que la llegada y la permanencia de Chávez en el poder han despertado un enorme entusiasmo en sectores políticos que, hace treinta años, aspiraban igualmente a que hubiera una revolución continental.

Ahora bien, si tales ideas y proyectos se hubieran quedado en el papel o en los discursos de plaza pública, Chávez no sería una amenaza para la soberanía de los países latinoamericanos. Pero lamentablemente no ha sido así. Chávez y su movimiento se han dado a la tarea de propiciar cambios políticos en varios países del continente a través del apoyo directo a movimientos que comparten su ideología y que no suelen actuar de forma legítima y democrática.

Si los chavistas se quejan por los comentarios de Condolezza Rice sobre su gobierno, ¿tendremos los colombianos derecho a quejarnos por el apoyo brindado por Chávez a las FARC, grupo reconocido en el mundo entero como terrorista, y que públicamente celebra su amistad y nexos con Chávez?; ¿no es esto una violación de la soberanía colombiana?; ¿no tenemos derecho a quejarnos por el hecho de que la diplomacia chavista actúa en la escena internacional a favor de los terroristas, como cuando se opuso a que la Unión Europea declarase como terrorista a las FARC?; ¿podrán los bolivianos quejarse de que Chávez apoye abiertamente a Evo Morales, un líder cocalero que, gracias al jugoso apoyo que recibe de Venezuela, ha convertido a su violento movimiento en la mayor amenaza para la democracia boliviana?; ¿o tendrán derecho los ciudadanos de países como el Perú a quejarse por la ocurrencia de hechos similares, detrás de los cuales siempre aparece Chávez?
Resulta harto difícil prestar atención alguna a los reclamos por “soberanía nacional” emitidos por un gobierno que por principio y desde su formación tiene como meta la expansión de su proyecto político “revolucionario” por todo el continente. A los ojos de cualquier observador, eso sí es una grave violación de la soberanía de los demás países.

(*): Director del Instituto Desarrollo y Libertad, Bogotá.

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