Opinión Internacional

Russell no puede hablar

Reclamo que me retornen el dinero que, en mi nombre, han usado para criminalizar a Israel.

Pocos deben saber que Bertrand Russell y Mahatma Gandhi estuvieron a favor de la intervención contra Hitler. Es decir, los grandes líderes del pacifismo del siglo XX estuvieron a favor de la guerra contra el fascismo. Es lo que Russell llamó el «pacifismo político relativo». Sin embargo, también es inequívoca su lucha por un mundo sin armas nucleares -el manifiesto Russell-Einstein- o la lucha contra los desmanes norteamericanos en Vietnam, que plasmó en su famoso Tribunal Russell. Entre los participantes del tribunal, Sartre, Cárdenas, Simone de Beauvoir y… Haika Grossman, líder sionista, luchadora en los guetos de Polonia y Lituania y, hasta su muerte en 1996, miembro de la Kneset israelí. Es difícil saber, pues, qué habría opinado Bertrand Russell, o su amigo Einstein (convencido sionista) o la propia Grossman del uso que hacen un grupo de personas del nombre del tribunal, para perpetrar una aguerrida cruzada contra Israel. Quizás se habría preocupado del uso de niños como bombas humanas, o de la misoginia criminal del fundamentalismo islámico, o del fenómeno totalitario en su conjunto. O quizás no.

Usar el nombre de los muertos en vano -en la línea del soez uso que hace Chávez del nombre de Bolívar- puede perpetrar equívocos, pero, sobre todo, perpetra muchos monstruos. Pero como contra Israel todo el mundo vive bien, especialmente los que tienen un largo currículum en criminalizar a dicho país, un grupo de amigos y residentes en la misma obsesión antiisraelí han decidido usar el nombre de Russell para pasear por el mundo una especie de Inquisición contra Israel, donde el país no puede defenderse, donde los miembros de la cosa tienen la sentencia hecha, y donde las complejidades del conflicto con los palestinos -incluyendo algunas bonitas barbaridades terroristas, o las amenazas de destrucción iraní, o la participación de los países de la zona en contra de Israel- quedan reducidas a una postal de buenos palestinos y malos israelíes.

Sobra la biografía de algunos de sus miembros -incluyendo algún judío de conocido autoodio-, pero todos acumulan declaraciones furibundas contra Israel, y algunos con banalización del holocausto incluido.

Este delirante tribunal ha puesto sus posaderas en Barcelona unos días. Y, como no podía ser de otra forma, la Generalitat y el Ayuntamiento han pagado con dinero público el engendro. Así que los catalanes hemos ayudado a financiar el aquelarre de unos activistas militantes contra un país extranjero, cuyas dificultades para sobrevivir son arduas. Reclamo que me retornen el dinero que, en mi nombre, han usado para criminalizar a Israel. ¿Quiénes son ellos para alentar este tipo de cruzadas? ¿Y quiénes son estos para usar el nombre de Russell en vano? Ciertamente, los muertos no pueden defenderse. Sobre todo de algunos vivos con pocos escrúpulos.

 

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