Opinión Internacional

Señor Presidente, cierre el grifo

La ciudadanía contempla azorada la evolución política del país. Cómo ha cambiado la apreciación del ciudadano de a pie en tan corto tiempo.  Sin duda, fue el gasolinazo  navideño del 2010 el que  hizo volar la tapa de la olla, hasta ese momento mantenida,  aunque a  presión, por la lealtad de los principales sostenedores del gobierno, los “autodenominados”  movimientos sociales (siendo el más destacado, el cocalero del Chapare).  Se hizo patente lo señalado repetidas veces por voces opositoras, como también por otras simplemente técnicas y bien intencionadas: la ausencia de un programa de política económica. El fracaso era poco menos que rotundo, aunque existía la promesa del gobierno de que atendería la agenda económica después de   sacar adelante la nueva CPE, de acabar con la oposición,  y de reforzar el control militar y policial sobre la población con miras a imponer las 100 leyes que amenazan la paz en todo el territorio nacional. 

Hay que recortar los subsidios a los combustibles porque “no da más” el estado de las finanzas públicas. La economía legal está en rojo. El espejismo se rompió y los discursos oficiales se tornaron sombríos tratando de justificar la medida. Evo el 2005 con el 53.7%, o en su reelección del  2009, con la misma promesa de cambio, con el  64.2 %, era el “país de exportadores”. Ahora, al quinto año, el “país de importadores”  no confía en el gobierno (84%), no le cree lo que dice (87%) y no votaría por Evo a un tercer (ansiado) mandato (80.7%). A pesar de revertir el gasolinazo, la credibilidad está perdida.

Que no se la charlen señor Presidente. La reconducción del cambio ya es un mandato. Hace falta  más democracia (escuchar y respetar a todos) para poder trabajar en paz; hay que hacer más y mejor gestión, destrabando la  administración pública;  preste más atención al aparato productivo, primero quitando las trabas colocadas durante estos  años;  ponga voluntad en impulsar de nuevo la producción en los principales sectores,  dotando  de incentivos sin regalar la plata, invirtiendo para mejorar infraestructura  y servicios;  busque  inversión, con políticas abiertas de promoción tanto en el sector público como  en el privado,  dejando de lado el celo contra la inversión extranjera que se someta a la ley; declare la  lucha frontal contra la pobreza, creando empleos.  Somos casi 10 millones y los vendepatrias se cuentan con los dedos de la mano.

¿Por qué es tan difícil escuchar? Dice F. Sabater  “La soberbia es el valor antidemocrático por excelencia”. La ambición de poder es algo legítimo, sobre todo en  los políticos. Pero el poder total está negado a los humanos. La ambición desmedida con frecuencia refleja pérdida de  control de apetitos y emociones, patologías ajenas a la responsabilidad de los pueblos. Además, en la CPE el Estado Plurinacional se declara pacifista, amante de la humanidad, del planeta y de todo el universo.  No importa. Es bueno recordarlo: nunca se tiene todo el poder, y aunque muchos lo intentaron, por muchos años, todos fracasaron.

Hoy el Estado Plurinacional está en la mira, escudriñadora, del lente universal.  El caso del general René Sanabria es un detonante. Por el bien del país, el  Presidente tiene  que escuchar, tiene que  mirar alrededor. Qué solución tan simple.  Verá que, al  contrario de lo que le dicen, no hacen falta más estudios ni investigaciones para determinar que la cantidad de coca sembrada supera ampliamente la cantidad que hace falta para el consumo tradicional. Verá que es fácil deducir que la mayor parte, quizás más del 80%,  se desvía a actividades ilegales, y que por tanto, el  éxito de la interdicción que le susurran,  por el mayor número de toneladas de droga incautada, es en realidad la constatación palmaria de que se produce muchísimo más  cocaína que antes, de que está  industrializada la producción de droga. Verá que, aunque nos duela, no todo son  maquinaciones de la DEA –la encarnación del diablo-, en su obsesivo intento de hacer daño al país y a su gobierno.  Hay que recordar que  al principio había coca solamente en los Yungas y que el acullico estaba restringido a poblaciones andinas y, es más, estaba limitado a la familia real y a unos pocos ligados a  grupos de poder.  Es triste constatar que con un gobierno “descolonizador”, empeñado en desterrar la marginación, la discriminación, todo signo de servidumbre y esclavitud, se difunda  el acullico de la coca, el signo patético de la explotación de  campesinos e indígenas, pues  para eso se lo utilizó durante siglos antes y después de la colonia. Que no le digan señor Presidente que la coca no es cocaína. Está en la hoja de la coca, en estado natural, como está la sacarosa en la caña de azúcar o el agua en el río.

De paradoja en paradoja, hemos pasado de un país con “acullicadores” a un país con sembradores de coca para la  producción de cocaína en cantidades insospechadas, lo nunca visto, ni en los peores momentos como fue durante  los gobiernos militares comprometidos con el narcotráfico. Si bien es cierto que el fenómeno económico y social del tráfico de cocaína no es nuevo en el país, sí que lo es su desborde, su magnitud,  y que hay grupos criminales incrustados en la sociedad boliviana metidos en redes internacionales de narcotráfico.  

Ahora le empiezan a hablar de “despenalizar” el consumo de cocaína, poniendo como ejemplo a los  efectos de derogar  la  ley seca sobre el alcohol, sin mencionar que el 30% de las muertes en el mundo (OMS 2011) están relacionados con su ingesta, y que las cifras son peores cuando se refieren  a muertes prematuras, de jóvenes entre 15-29 años de edad. Similar a correr a hacer atajos mientras un grifo derrama el agua sobre las faldas de una montaña. Si no hay coca, no hay cocaína, y aunque el infierno  sea  algo personal, no debemos crear las condiciones para tenerlo más cerca. Señor Presidente, cierre el grifo.

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