Opinión Internacional

Sobre golpes y autogolpes

Los gobiernos pertenecientes al ALBA tienen un ingenioso método para perpetuarse en el poder y aplastar a la oposición; consiste en provocar una crisis, llevando a cabo algún tipo de arbitrariedad y -una vez estalla la reacción lógica- denunciar que son objeto de un golpe de Estado.
 
Esto fue lo que ocurrió en Venezuela en abril de 2002. Chávez provocó una grave crisis, tomando medidas que atentaban no sólo contra la democracia y las libertades, sino contra la propia Constitución. En respuesta, la población caraqueña participó pacíficamente en la protesta más grande de la historia de Venezuela, la cual fue recibida a balazos por pistoleros del oficialismo.
 
Chávez fue obligado a renunciar, aunque a los dos días regresó al poder, asegurando que había sido víctima de un «golpe de Estado»; lo cual le permitió profundizar el modelo socialista y reprimir a sus adversarios.
 
Algo muy parecido sucedió en septiembre de 2008 en Bolivia. El gobierno -y más específicamente el ministro Juan Ramón Quintana- orquestó una masacre en el Departamento de Pando. Posteriormente acusó a la oposición de haber organizado un golpe, responsabilizando al prefecto Leopoldo Fernández, actualmente en la cárcel.
 
La amenaza de un supuesto «golpe» -acompañado de un «magnicidio» y de una «conspiración separatista»- ha servido de excusa permanente para que Evo Morales persiga a sus adversarios y modifique la Constitución a su medida.
 
Otro tanto ha hecho en Nicaragua Daniel Ortega, quien considera un «golpe auspiciado por los Estados Unidos» toda manifestación en su contra, ya sea que cometa fraude electoral o que interprete ilegalmente la Constitución, para poder reelegirse.
 
Lo ocurrido el pasado 30 de octubre en Ecuador es una variante de este mismo método del ALBA. Ciertamente, los policías alzados cometieron un grave delito al secuestrar al presidente Correa; pero allí no hubo ni golpe de Estado, ni intento de magnicidio, como asegura el gobierno ecuatoriano.
 
Es de esperarse que, a partir de la huelga policial, provocada por el propio Correa, debido a su soberbia y a su terquedad, comience una feroz persecución contra la oposición y se profundice la revolución socialista; todo argumentando que hubo un intento de golpe, el cual hay que terminar de desmantelar.
 
En todos estos casos, los organismos multilaterales, como UNASUR y la OEA, intervienen de inmediato para darle toda la razón a quien provocó la crisis, llámese Chávez, Morales, Ortega o Morales.
 
Pero los organismos multilaterales no reaccionan siempre de la misma manera si los perjudicados no pertenecen al Foro de Sao Paulo. Cuando el año pasado Alan García enfrentó la crisis de la masacre en la amazonía peruana (Bagua), lo dejaron sólo. Y a Álvaro Uribe prácticamente le cayeron encima, por haber ejecutado la «Operación Fénix», que dio de baja al segundo hombre de las FARC, alias Raúl Reyes.
 
Es importante que la comunidad internacional tenga sus ojos puestos sobre Ecuador, porque lo que se aproxima es un duro golpe contra las instituciones y contra la oposición, propinado por el propio gobierno.

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