Opinión Internacional

Tres agendas distintas y una frontera común

Hace dos años se llevó a cabo en la sede del Iesa, en Caracas, un gran encuentro para analizar las relaciones entre Colombia y Venezuela. Tuvimos oportunidad de participar diplomáticos, empresarios, académicos, políticos, militares e intelectuales de ambos países. Dentro de las actividades programadas se incluyó un almuerzo, bajo la diestra conducción de don Pedro Carmona, en el que tomaron la palabra algunos empresarios binacionales para hablar de las bondades de la integración, en especial desde el punto de vista comercial, su campo de acción.

Cual no sería la sorpresa de muchos de los asistentes cuando algunos de los ponentes, con total franqueza, reconocieron que recién habían conocido el país vecino, debido a los crecientes intereses comerciales. Nunca antes habían viajado al otro lado de la frontera, a pesar de estar a una hora y media por avión. Este hecho reforzó el argumento de que por una extraña paradoja, la vecindad nos había alejado. Y de qué forma.

¿Qué sucede en realidad entre nuestros dos países para que a ambos lados existan percepciones coincidentes, que con demasiada frecuencia nos son las más favorables con respecto a un tema, el fronterizo, sobre el cual existe por lo general gran desconocimiento?

La línea fronteriza

Durante muchos años, demasiados quizás, la frontera fue considerada como el último confín de la patria. Era el lugar donde terminaba el territorio. Una región en su mayoría pobremente poblada y que tenía, en esencia, un interés estratégico debido a la seguridad para el Estado. Sin embargo, con los nuevos vientos de la globalización las concepciones comenzaron a variar. O, al menos, a tener un nuevo significado. Gracias a la integración ese espacio usualmente olvidado, y revivido tan sólo para reivindicar discursos nacionalistas, pasó a tener una nueva y muy favorable connotación: allí comienza la patria, lo que le confiere un carácter vital para los nuevos procesos de integración con los vecinos.

El caso de Colombia y Venezuela no es la excepción. Son 2.219 kilómetros de frontera terrestre con una intensidad de intercambio que la colocan en una condición muy especial dentro de América Latina. A lo largo de la historia común allí se han presentado problemas, como es apenas natural. Pero también ha sido fuente de muchos hechos positivos, que han contribuido a solidificar unos lazos indisolubles para quienes habitan a ambos lados de la misma.

La delimitación de la frontera terrestre fue un proceso largo y dispendioso, que tardó un siglo y que dejó resentimientos que aún hoy perduran, afortunadamente cada vez con menor intensidad. Sin embargo, en los últimos meses se ha vuelto a revivir la zona limítrofe como fuente de problemas, lo que ha llevado a un intercambio de declaraciones entre los dos gobiernos, pasando por momentos de la diplomacia tradicional, a la poco favorable del micrófono y las cámaras de televisión.

El cuento de las tres agendas

El entonces Embajador de Colombia en Venezuela, Mario Suárez Melo habló de la existencia de tres agendas en la relación bilateral: la positiva, la secreta y la conflictiva. La primera, con estrecha relación con los temas de la integración y los beneficios económicos para los dos países, en un acelerado proceso que ha sido tomado como ejemplo para la región. La segunda, que engloba los temas más complejos de la relación bilateral, tales como la delimitación de áreas marinas y submarinas o el tema de cuencas, entre otros, que tienen un espacio propio de discusión. La última, que hacía referencia a los temas difíciles de los incidentes fronterizos, el robo de vehículos, el narcotráfico, el paso de fuerzas armadas a territorio vecino o el narcotráfico, entre otros. Las tres agendas mencionadas, de una u otra forma, tienen que ver con la frontera. Vale la pena mirar de manera breve qué sucedió con cada una de ellas.

La agenda positiva: los nuevos mecanismos de la integración obligaron a hacer una reconsideración de la zona limítrofe, dándose inicio a la integración comercial, a comienzos de la década de los noventa, cuando los dos países decidieron abolir las talanqueras que impedían un mejor intercambio bilateral. Y lo lograron. El resultado fue un aumento vertiginoso del comercio bilateral, y de las inversiones, que sorprendió hasta a los más optimistas. El empresariado binacional metió el acelerador a fondo en busca del tiempo perdido. De allí que dicha agenda fuera considerada como la «de mostrar» en la relación bilateral.

La agenda Secreta: la idea fue la de manejar los temas más sensibles, dada su complejidad, mediante un mecanismo novedoso: una Comisión Presidencial Negociadora. Su bajo perfil, y la metodología de responder tan sólo ante los Presidentes y los Cancilleres, buscaba evitar filtraciones innecesarias hacia los medios de comunicación, pues sus temas de consideración así lo ameritaban: el diferendo por la delimitación de áreas marinas y submarinas; las cuencas; las migraciones, la navegación de ríos comunes y la demarcación de la frontera. Todos con una estrecha vinculación a la zona fronteriza y fuente de tensiones y discrepancias entre Bogotá y Caracas.

La agenda conflictiva: es de hecho la que más dolores de cabeza genera en Venezuela y Colombia. Tiene que ver con hechos complejos que en su inmensa mayoría suceden en la frontera. Aspectos como los incidentes fronterizos –es decir ataques u hostigamientos de la guerrilla colombiana a militares o guarniciones de las fuerzas armadas en Venezuela; el secuestro; el robo de vehículos; el ingreso a territorio colombiano de miembros de las FF AA de Venezuela; el tráfico de armas; el narcotráfico; el contrabando de precursores químicos, etc., generaron asperezas entre los dos gobiernos. Pero gracias a una serie de medidas de cooperación, que reemplazaron las recriminaciones mutuas, permitieron avanzar sustancialmente en acciones conjuntas contra la delincuencia común y los grupos insurgentes.

Cambia, ¿todo cambia?

Sin embargo, y luego de una relativa calma en la zona de frontera se han presentado ciertos hechos que han conducido a la relación bilateral a nuevos momentos de tensión, cuando no de recriminaciones mutuas, entre las dos capitales. De esta forma, la buena vecindad se erosiona por momentos justo cuando los dos países se encuentran a punto de ingresar al nuevo siglo y milenio. ¿Qué ha sucedido con las tres agendas que parecen entrar ahora en una nueva, e incierta etapa, que parece dejar sobre la mesa más preguntas que respuestas?

Para comenzar, la agenda positiva evidencia serias fisuras en su interior. Lo que hasta el año anterior había sido un excelente intercambio comercial, que podría llegar en el presente año a una suma cercana a los US$ 3.000 millones, se vino abajo. Según cifras de la Cámara de Comercio e Integración Colombo-Veneazolana, en1999 el comercio bilateral ha caído en un 40%. De esta manera, y a pesar de que los empresarios binacionales siguen apostándole, con razón, a que sus inversiones son a largo plazo, y que hay que esperar a que mejoren las condiciones internas en ambos países, no deja de ser difícil que el aspecto central de la relación bilateral sufra este tipo de problemas.

De otro lado, está la situación planteada por las declaraciones del presidente Chávez, referentes a una negociación directa con Mercosur. También se presentó un gran malestar en Colombia tras la decisión de Chávez de dejar de lado la normatividad andina, en materia de transporte intraregional lo que ha generado reclamos ante la CAN por parte del gobierno de Colombia pues se desconocen aspectos que ya tienen una clara regulación dentro de las normas comunitarias. Los resultados negativos están a la vista.

En cuanto tiene que ver con la agenda secreta, los dos nuevos gobiernos han expresado que mantendrán el esquema actual de negociación directa, y de las Comisiones Negociadoras. Sin embargo se ha dicho que las mismas van a ser reestructuradas sin que haya sucedido algo hasta el momento. De esta forma la suerte de la Negociadora parece quedar en una especie de limbo, mientras Bogotá y Caracas no se decidan a actuar de manera coordinada, para asumir de nuevo los trabajos adelantados sobre temas que de por sí tienen un carácter confrontacional. Aún no es claro que pueda pasar con la nueva Constitución en Venezuela en el sentido de desconocer Laudos Arbitrales o tratados que definieron los límites en la zona de frontera. Este hecho abriría una Caja de Pandora de imprevisibles consecuencias.

En lo que tiene que ver con la Agenda Conflictiva, luego de una relativa calma de dos años, las cosas se han vuelto a colocar en una situación, por momentos, compleja. Los hechos que generaban tensión, y que habían sido manejados dentro de mecanismos efectivos de cooperación, parecen invertir ahora lo andado.

Habría que comenzar por un hecho central: el proceso de paz en Colombia y la llegada al poder del Presidente Hugo Chávez en Venezuela. Dada la importancia que el tema de la paz tiene para Colombia, la activa participación del presidente Chávez en el mismo ha generado hechos positivos y negativos. En primer lugar, y como hechos positivos, el territorio venezolano ha servido para conversaciones entre el gobierno colombiano y el Eln, así como entre integrantes de este grupo insurgente y representantes de la sociedad civil.

Además, luego de un ataque de grupos paramilitares en la zona fronteriza, el gobierno de Venezuela, en un gesto humanitario que ha sido reconocido por Colombia, recibió a un buen número de refugiados que debieron huir allí.

Sin embargo, se ha planteado un interesante debate sobre la conveniencia o no de que un país con la cercanía geográfica de Venezuela y los intereses en juego, pues se ha dicho con razón que la paz de Colombia es la de Venezuela, deba participar de manara tan activa en el proceso de paz en el país vecino. Algunos consideran que su cercanía puede convertirse en un obstáculo.

Sin ir muy lejos, una declaraciones del Presidente Hugo Chávez, sobre su neutralidad frente al conflicto interno colombiano, generaron la cancelación de un viaje del presidente Andrés Pastrana a Venezuela. Más adelante, la propuesta del Primer Mandatario de reunirse con representantes de las Farc en territorio venezolano, y sin contar para ello con la aquiescencia de Colombia, llevó las cosas a un punto en el que los canales de la diplomacia tradicional terminaron cediendo terreno ante el uso de los micrófonos y las cámaras, con repercusión negativa a ambos lados de la frontera. Al final, una cordial reunión entre el presidente Chávez y el canciller Guillermo Fernández de Soto volvieron las cosas a su cauce natural, con la promesa de tener la aquiescencia de Colombia para un eventual encuentro con dicho grupo guerrillero.

Lo que sigue

Es difícil aventurar lo que vaya a suceder en adelante, en especial dada la situación de incertidumbre a ambos lados de la frontera. Colombia inmersa en un proceso de paz que no tiene claridad, así como una crisis económica como no se veía desde hace 70 años; Venezuela y su proceso interno que deja muchos interrogantes entre la comunidad internacional, a pesar de los reiteradas aseveraciones de la administración Chávez de que todo se mantendrá bajo los canales institucionales.

Mientras tanto, lo que se impone es la mesura y la cabeza fría, para que la diplomacia tradicional, con sus canales establecidos, permita manejar las relaciones bilaterales de la mejor manera a pesar de los problemas eventuales que se puedan seguir presentando en la frontera. Más que las recriminaciones mutuas, que en el pasado ya demostraron su total ineficacia, hay que regresar a los mecanismos de cooperación establecidos entre los dos países.

Por último, existen otros elementos positivos que no se han profundizado en la medida requerida. Aspectos importantes de la integración, como un mayor intercambio académico, educativo o cultural, incluso entre representantes de la sociedad civil a ambos lados de la frontera, deberían tener un mayor despliegue. Se puede resaltar el que una Comisión Académica Binacional, compuesta por investigadores y profesionales de distintas universidades y actividades, haya entregado en fecha reciente el primer informe de la relación bilateral, que deberá ser entregado a los dos presidentes en fecha cercana.

Colombia y Venezuela comparten un pasado común que debería ser la guía de un promisorio futuro que permita, a su vez, construir un presente basado en la integración, la buena vecindad, el respeto mutuo y la cooperación. Sin retórica. Con hechos ciertos. La frontera debe ser el eje sobre el cual las tres agendas puedan converger hacia la senda promisoria de la buena vecindad. La integración debe estar por encima de todo.

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