Opinión Internacional

Un país que resuelve sus problemas

Hace poco, mi querido amigo Arturo Ramos Caldera —afamado oftalmólogo— me recordaba una frase que yo le había dicho en cierta ocasión, los Estados Unidos es un país que resuelve sus problemas. Fue en momentos en que se había intensificado la lucha contra la discriminación racial, sobre todo en el campo de la educación, que es precisamente donde las desigualdades más inciden en el desarrollo normal de la capacidad de las personas.

Cuando en 1947 visité por primera vez esa gran nación, pude observar personalmente dos hechos que hirieron profundamente mi sensibilidad por constituir obscenos atropellos a fundamentales derechos humanos. En el servicio público de transporte, los autobuses tenían secciones separadas para los blancos y para los negros. Y a la puerta de un restaurante pude leer un cartel que decía: “Aquí no se admiten perros ni negros”.

Fue largo el camino recorrido. Los individuos de la raza negra iniciaron una lucha sostenida por la reivindicación de su plena condición de ciudadanos. Emblemático resultó el gesto de la señora Rosa Parks al negarse a abandonar el asiento que ocupó en el sector de los blancos de un autobús municipal. En tanto que en las calles se multiplicaban las manifestaciones de apoyo a su actitud, Martín Luther King —valiente luchador por los derechos de sus hermanos de color— asumía el liderazgo. “Yo tengo un sueño”, exclamaba, y ponía toda su fuerza y voluntad para hacerlo realidad.

Con el respaldo de una peregrina doctrina de la Corte Suprema, se afirmaba que la segregación de las razas no constituía violación del principio constitucional de la igualdad. Al crearse escuelas públicas separadas para blancos y para negros que ofreciesen enseñanzas de la misma calidad y equiparables facilidades tangibles (edificios, currícula, calificaciones y remuneración de los maestros), no podría alegarse perjuicio para los derechos de uno u otro grupo de ciudadanos. “Iguales, pero separados” era la fórmula aplicada.

En el año de 1954, la propia Corte Suprema rectifica y erradica para siempre la absurda tesis discriminatoria. Es ilegal que los niños negros no puedan estudiar en las mismas escuelas adonde van los niños blancos La memorable sentencia del Magistrado Warren rechaza la simple equivalencia de los factores materiales de los colegios segregados como solución satisfactoria del problema. La separación de los niños blancos de los negros tiene en éstos efectos perjudiciales en su motivación para aprender. La segregación es intrínsecamente desigualdad y, por tanto —así fue sentenciado—, constituye la denegación de una primordial garantía constitucional.

No fue fácil la transición, y en ocasiones se hizo necesaria la enérgica actuación del Poder Ejecutivo (Truman, Eisenhower, Reagan) para hacer efectivas las medidas antisegregacionistas, que fueron profundizadas en la Ley de Derechos Civiles de 1964. El proceso igualitario pasó por una etapa llamada de “discriminación positiva”, que a veces resultó perjudicial incluso para los blancos, quienes se encontraban en la imposibilidad de competir con los negros amparados éstos por cupos preferenciales establecidos por algunos institutos docentes.

No obstante sus altibajos, el propósito de resolver el problema era irrevocable, y ello permitió que un joven llamado Barack Obama pudiera proclamar que él no tuvo impedimento alguno para estudiar en las mejores escuelas y universidades de los Estados Unidos. Su caso tiene además una significación especial. Con la claridad mental que lo distingue, se despojó él mismo y a todos sus hermanos de raza de cualquier complejo de inferioridad: “No hay una América negra, no hay una América blanca, ni una América latina, ni una América asiática, no hay sino los Estados Unidos de América”, según manifestó en la convención del Partido Demócrata de 2004. Y más tarde, en su célebre discurso del l8 de marzo de 2008 en Filadelfia, preconizó la reconciliación de liberales y conservadores —por encima de diferencias raciales— para finalizar la obra iniciada por los Padres Fundadores de la República.

El triunfo de su candidatura no es sólo el acceso de un negro a la más alta magistratura y, por ende, la solución definitiva del problema racial, sino la de un intelectual universitario de mentalidad amplia que habrá de desarrollar programas en beneficio de su país y de la justicia y de la paz en escala universal.

No me cabe entonces duda alguna de que con su inteligencia y coraje sabrá asumir como cuestión prioritaria la concepción y ejecución de un plan de relaciones políticas, económicas, sociales y culturales con los pueblos de América Latina sobre nuevas bases de equidad y de consensual que no automática solidaridad.

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