Opinión Internacional

Vengo de Cuba

Vengo de Cuba, y algunas cosas cabe decir, de humilde primera mano, de las realidades de ese país o por lo menos de las de La Habana. Pese a las limitaciones de tiempo, y aún entre los problemas por el retorno de Elián y por la manera en que el Gobierno de los EEUU adelantó ‘su rescate’, las elecciones de delegados que
se llevaron a cabo en la isla en esos días y el ambiente propio de la temporada, puedo afirmar que viví el calor de esa ciudad con interés e intensidad.

Traigo la impresión de que la alegría del pueblo cubano, y las siempre inmediatas sonrisas de su gente poco o nada tienen que ver con ‘mares de felicidad’ polÌticos, o con adhesiones a una u otra posición ideológica. Sin pretensiones de buscar culpables, he de decir que, por lo menos en La Habana, los niveles y la generalización de la pobreza en que vive el grueso de la población son verdaderamente increíbles.

Hermosas construcciones, propias de la más selecta arquitectura europea y latinoamericana, se caen literalmente a pedazos, melancólicas de añejas
bonanzas, mientras en ellas se albergan diez o doce familias donde sólo hay espacio para tres o cuatro.

Niños corren flacos por las calles mientras muchas madres, sólo para procurarse algunas monedas, cambian por dinero sus asignaciones de alimento (principalmente de carne, que sólo comen los niños, y los adultos pocas veces al aÒo, o en sitios muy
selectos a los que tienen acceso los poderosos y los turistas).

No obstante lo estricto de las políticas contra la prostitución (que van desde impedir que los cubanos suban a la habitación de un hotel con los turistas, hasta no permitir que mujeres vayan a las discotecas solas) hasta en zonas privilegiadas es común ver a toda hora del dÌa jineteras a la caza de su botÌn en divisas extranjeras. Muchos hombres cubanos aceptan con tristeza y dosis inconmensurables de resignación que, para muchas de sus hermosas mujeres (hermanas, primas y hasta novias y esposas) la mejor alternativa de vida pasa por enamorar o tolerar en el lecho a extranjeros dispuestos al matrimonio. De esta terrible forma de prostitución sólo se habla en susurros, tristes los ojos de por medio, pero es tan presente y
palpable que aterra.

Pese a las innumerables vallas contra el imperialimo en La Habana, todo, absolutamente todo, se paga y se cotiza en divisa norteamericana. En las ‘cadecas’
(casas de cambio) se advierte al turista que no es conveniente convertir mucho dinero a moneda cubana pues ésta ‘solo sirve para propinas o para hacer compras en sitios humildes’. Abunda el mercado negro.

Se pueden obtener excelentes habanos y ron, sacados directamente de las fábricas, a precios de risa.

De Fidel se habla poco, y siempre con mucha prudencia. Sin embargo, una vez abierto el tema fueron muy pocos los que no coincidieron en que están ya cansados de su encierro y limitaciones, en que la libertad es mejor camino y en que el líder es el responsable de la mayoría de los males del paÌs. Los más benévolos no le
cuestionan, y aún le guardan fe, pero critican con encono (cualquier parecido con nuestra realidad no es pura coincidencia) su escasa capacidad para rodearse de gente capaz y solidaria con el pueblo. Las diferencias de clases son sencillamente abrumadoras, las mansiones (que sí las hay) y los lujos están reservados a los gobernantes y extranjeros mientras que el ciudadano común vive, aunque con decoro y dignidad, en la mayor humildad.

Aún así, el pueblo cubano es modelo de amabilidad, alegría y capacidad para el trabajo. Quizás es la poesía del Caribe que se les (nos) mete en la sangre. Es de ese mar de donde brota su verdadera felicidad, no de otros, que más que ‘mares’ suenan a ‘males’.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba