Opinión Nacional

180 Grados

Hace poco más de 100 años el mundo civilizado experimentaba un continuo progreso, con Gobiernos limitados a la defensa y seguridad, administración de justicia y obras públicas. Modestos en tamaño, poderes y gastos, esos Gobiernos respetaban la naturaleza privada del comercio, la producción, la educación y la propiedad en general. La doctrina del liberalismo clásico que aplicaban era parte inseparable de la cosmovisión cristiana. Y los socialistas eran grupos muy pequeños, que escribían artículos de prensa y libros en contra del “laissez faire”.

Hoy en día los papeles se han invertido. Enormes Gobiernos -casi todos socialistas y hasta comunistas- acumulan enormes e innumerables poderes y propiedades, y recursos para sus astronómicos gastos. Reprimen los mercados, y restringen la propiedad privada. Dominan la educación. Y los liberales y conservadores son minorías que escriben artículos, ensayos y libros en contra. Un giro de 180 grados. ¿Cómo fue? ¿Qué pasó?.

Muy simple: hace 100 años, las izquierdas advirtieron que la gente no quiere puras críticas sino propuestas alternativas. Sin dejar de escribir artículos, concretaron entonces sus proposiciones en Programas, formando partidos. El proyecto socialista incluía nuevos propósitos para los Gobiernos, como “re” distribuir la riqueza. Y nuevas funciones, como educación, servicios médicos y jubilaciones. Con nuevos impuestos para sostenerlas, aunados a los Bancos Centrales con el monopolio de emitir dinero, y al amplio uso del crédito. También la creación de granjas y fábricas estatales, y la “nacionalización” (confiscación) de bancos y servicios privados. Y barreras contra las importaciones, un préstamo ideológico del mercantilismo.

Culpando al capitalismo de supuestos crímenes horrorosos, y disimulando su ateísmo para atraer a los “cristianos sociales”, las izquierdas tomaron el poder, por las urnas o las armas. Escribieron en leyes y decretos sus propuestas y medidas de gobierno, las habituales y corrientes desde los ’30, con pocas excepciones. Y ahora, hegemónicos en la política, la economía y la cultura, para evitar que se les cuestione por los resultados -desempleo, inflación, pobreza, corrupción, educación pésima, inseguridad, injusticia en los tribunales, obras públicas ausentes o descuidadas, etc.- los socialistas siguen acusando al inexistente capitalismo, y ya no disimulan su sesgo anticristiano.

Le propongo ahora un ejercicio de imaginación. Por hipótesis, suponga Ud. que los de izquierdas hubieran seguido en las puras críticas, sin Programas ni partidos. ¿Qué les hubiera ocurrido? Pues lo siguiente:

1. Seguirían siendo minoritarios, y escribiendo casi para sí mismos. No es atractiva una doctrina política que no muestra vías de concretarse.

2. Buscando crecer, muchos harían concesiones a la doctrina contraria, y la identidad de la propia se desvirtuaría hasta casi perderse.

3. Para evitarlo, otros renunciarían a la actividad política, y se consagrarían a los estudios, en aislados ghettos académicos (“think-tanks”).

4. En medio de sus cavilaciones, y discusiones sin mucho contacto con la realidad, las divisiones internas les carcomerían hasta los tuétanos.

5. La masa crítica de cristianos interesados en política permanecería fuera de su radio de influencia.

6. El socialismo sería una doctrina poco y mal conocida, no aplicada en la práctica, y una fuerza políticamente ineficaz.

¿La situación le suena familiar? ¡Claro! ¡Es exactamente lo que le ocurre hoy al liberalismo clásico!.

Maestro Bíblico

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