Opinión Nacional

2012 D.C.

Todo nuevo año viene acompañado de saludos y buenos deseos. Tiempo de reencuentros familiares y de recordar, parientes lejanos o fallecidos, amigos recientes o de la infancia. Eventos del pasado se mezclan en la conversación con las expectativas del futuro. Nace el 2012 y percibo esperanza en el rostro de mucha gente, el deseo de ver y participar en el fin de una pesadilla que ya dura más de una década y que ha hecho retroceder al país en lo económico y social. Las calles oscuras y desiertas, patético símbolo del perdido decenio, hacen que la inseguridad, sea tema dominante en la mesa navideña: más de trescientas muertes violentas en la primeras tres semanas de diciembre, casi todas en los barrios más pobres, preñan de luto a la ciudad. Aquellos con suerte comentan: a uno le robaron el celular, al vecino la casa, un tercero fue víctima de un secuestro y a la abuela le arrancaron el collar con la medalla de la Virgen.

No faltan los hartos de la «política» que hasta han impuesto que en sus hogares el tema sea silenciado. Otros, ausentes, inmersos en lo trivial, no leen la prensa y tampoco ven otra televisión que no sea la del cable. No faltan aquellos, que con una expresión de culpa, guardan silencio porque progresan gracias a la mano amiga del Gobierno, arte practicado desde antaño. El petróleo compra votos y silencios, pero no alcanza para curar la pobreza, generar empleos dignos, educación sólida y medicina de calidad.

El nuevo año nos amenaza con más inflación, desabastecimiento e inseguridad, cadenas radiales, visitas de chinos y viajes oficiales a Cuba. Mientras Europa en crisis y el Imperio decadente, no cesan de inventar y reinventarse, producen robots, computadoras, celulares, nuevos medicamentos, aviones y toda clase de artefactos ahorradores de energía, la Venezuela socialista no registró ninguna patente en el último año, no aumentó la producción industrial y logró, casi un milagro, disminuir la de alimentos y gestar el mayor retroceso educativo de su historia.

Sí, 2012 será otro año oscuro no por apagones, ni por el cuento de los Mayas, sino por la penumbra autoritaria que oprime corazones y nubla las mentes. El mito «Gobierno no pierde elecciones» se agrietó en 1952 cuando Jóvito Villalba, aupado por URD, AD y el PC, derrotó a Pérez Jiménez, el sepelio puede llegar 60 años después.

Primarias y elecciones presidenciales, optaremos en el 2012 entre la penumbra, el salto hacia el cementerio de los países fracasados o las ruedas del progreso. El Gobierno utilizará las armas a su alcance: promesas, babalaos, medios electrónicos, dádivas y amenazas, prensa silenciada, universidades en ruinas, invasión de tierras y edificios, milicias y toda la inseguridad posible.

La oposición deberá mantener la unidad y defender cada voto, convencer indiferentes y captar la voluntad popular, luego nos corresponde a todos apoyar al triunfador en las primarias porque sólo unidos será posible abrir la puerta y atisbar hacia un nuevo amanecer.

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