Opinión Nacional

26 Leyes, 100 Leyes, 1.000 Leyes…

El tema de las 26 leyes aprobadas por la Asamblea Nacional, al filo del vencimiento del lapso legal de la habilitación presidencial, en una nada inusual incontinencia legislativa a capricho de Miraflores, sigue ocupando un lugar importante en la agenda de los medios de comunicación y de sectores de oposición, ante la gravedad y consecuencias de dicha acción para el país.

Y nadie duda que la denuncia de tamaña arbitrariedad debe seguir, ante la evidente pretensión de imponer, por allá, agazapados en una alegre redacción, o escondidos detrás del florido protocolo de varios artículos, parágrafos y demás, algunos de los cambios propuestos a la Constitución, y rechazados el 2 de Diciembre de 2007.

La magnitud de la ilegalidad del llamado “paquetazo” (paradójico: levantado sobre las criticas al “paquete” macroeconómico de Carlos Andrés Pérez, ahora Hugo Chávez parió su propio “paquetazo”) para muchos un verdadero golpe de Estado jurídico, contrasta con una reacción colectiva que, si a ver vamos, ha sido más bien tibia, de crítica y rechazo pero sin muchos aspavientos, sin masivas manifestaciones ni lágrimas colectivas. Salvo expresiones de sectores políticos medianamente organizados, y de diversos sectores gremiales, económicos, empresariales y productivos, que han tenido acceso a dichos instrumentos legales, el grueso de la población venezolana navega en el mar de la cotidianidad, o de una ignorante tranquilidad.

Es posible que hayamos perdido tantas cosas como sociedad, como democracia, que hundidos en la diaria, paulatina y lenta eliminación y supresión de garantías, derechos y libertades, no podemos darnos cuenta de la regresión del entramado legal, económico, social y ético de Venezuela. La capacidad de asombro se perdió hace rato, junto al consenso social y a la tolerancia como posibilidades. Quizás en la medida en que se vayan conociendo las reales implicaciones del “paquetazo”, las protestas aumentarán. Quizás…
Las elecciones regionales de Noviembre concentran el interés y las fuerzas (y debilidades) del gobierno y la oposición. Tratándose de unos comicios focalizados, con problemas y realidades locales bien peculiares y diferenciadas, la atención se dispersa, reconociendo, sin embargo, que constituirán una evaluación de la gestión del gobierno nacional.

En todo caso, el problema, no es legal. Con el proceso de desmantelamiento y supresión de las instituciones del país, y su reemplazo por entidades que solo responden a los intereses de la élite en el poder y a su visión del mundo, la Norma, la Ley, dejó muchas lunas atrás de ser un instrumento normativo y racional de justicia, equidad y consenso social, para convertirse en mecanismos de consolidación del aparato militar, clientelar, y empresarial al servicio de la voluntad de un solo hombre. El problema se constituye, de tal suerte, en un problema político, entendido como la preeminencia de una correlación de fuerzas que controlan los recursos del Estado, sobre otras, no aceptadas, no toleradas, no reconocidas.

Triste, patética y lamentablemente, hemos llegado a un punto como país, en el cual la norma es la excepción, y la excepción, es la norma. La destrucción institucional y económica del país, bajo la obcecación socialista, ha ido paralela a la personalización del poder.

No necesita Hugo Chávez de leyes ni habilitaciones para hacer lo que pretende, cuando el descaro es el sello distintivo de su gestión, y la violencia institucionalizada como monopolio del poder coactivo justifica sus desmanes. Faltan los argumentos y las ideas, pero sobran los fusiles.

En este nuevo Estado-Caudillo Saudita y Revolucionario, la renta petrolera alimenta la insensata voracidad estatal, que destruye poco a poco la propiedad privada y los incentivos a la libre empresa y a la inversión, en supuesto afán redistributivo que no es más que la exaltación del cortoplacismo y el parasitismo.

Puede sonar trágicamente exagerado, pero sospecho que la gran mayoría de los venezolanos desconocen el contenido de las 26 leyes y sus posibles efectos en sus vidas. Obstinación, comodidad, conformismo o conveniencia, es posible que no les interesen, más preocupados por no ser atracados, secuestrados, o asesinados, o por subsistir materialmente de quincena en quincena, arrinconados por la escasez y la inflación.

26 leyes, 100 leyes, 1.000 leyes, no cambiarán las razones reales de los problemas del país, ni mucho menos, los verdaderos deseos, necesidades y aspiraciones de la gente.

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