Opinión Nacional

4-F: traición, violencia y muerte

1. Son apenas 22 años. Difícil olvidar. Más aún, prohibido olvidar. El 4 de febrero de 1992 una logia de militares felones conmociona al país con una sangrienta escaramuza cuyo propósito es la captura y eventual asesinato del presidente constitucional y la toma del poder político. De aquellos días de traición, violencia y muerte, junto con la memoria y luto por los inocentes asesinados, los venezolanos recordamos con estupor el vil ensañamiento de los milicos contra la residencia presidencial y el desamparo de la esposa del presidente (todavía en aquella época se les conocía como primera dama y no con el poético y pacífico apelativo de primera combatiente). No olvidemos, agravante de la felonía, que los insurrectos estaban en conocimiento de que el presidente, elegido por la voluntad popular de los venezolanos, estaba ausente, en gira oficial fuera de Venezuela.

Los militares que se alzaron en armas, al traicionar su juramento, pretendieron justificar los sangrientos hechos en una supuesta vindicación de derechos sociales vulnerados y de lucha contra la corrupción. Aprovecharon el agotamiento del sistema político que empezaba a manifestarse desde principios de los ochenta, la debilidad de los partidos y el apoyo tácito o directo de una élite que no supo defender, con todos sus errores y limitaciones, los logros del modelo democrático que empezó a gestarse concluida la tiranía militar de Pérez Jiménez. La oscura madrugada del 4-F el incesante tiroteo nos hizo descubrir, para desgracia del país, que el deseo profético de un Jóvito Villalba: “Pérez Jiménez tiene que ser el último tirano militar de Venezuela”, no se cumpliría. Peor aún, hoy 22 años después, podemos constatar que la tutela militar sobre la vida civil es una preocupante y temible amenaza: el artículo 328 de la Constitución, letra muerta. Los asesinatos del 4-F de 1992 quedaron en el olvido, los golpistas sin el castigo proporcional a sus daños tomaron la calle bajo el manto de la impunidad, y la violencia como un estandarte cuya legitimación se ha tratado de consolidar a lo largo de todos estos años se expresa de manera patente en su emblema más gráfico, el puño que repetidamente choca contra la palma de la mano, y en el discurso y la simbología oficial, incluido el conveniente maquillaje que les hizo descartar la frase que les calza a la medida: patria, socialismo y muerte (sic).

2. El primero de febrero de 2007 el expresidente Chávez, abusando de las atribuciones de la habilitación legislativa concedida por la AN decretó la Ley sobre la Condecoración Orden 4 de Febrero“destinada a reconocer el heroísmo, la abnegación de servicio, y el patriotismo bolivariano de todas aquellas personas militares, civiles y los estandartes y unidades militares, que con ética y responsabilidad personal de servidor público, el “día 4 de febrero de 1992, lucharon con gallardía contra el viejo paradigma de la democracia bipartidista y corrupta, con el propósito de refundar la República y así darle paso a esta nueva alternativa”. En su artículo 3 agrega que la Orden “puede ser conferida a venezolanos y extranjeros, aún después de haber fallecido, así como a los estandartes y unidades de la Fuerza Armada Bolivariana, que sean acreedores de esta distinción, “en reconocimiento a su destacada participación en la rebelión justa, patriótica y necesaria para el Estado venezolano ocurrida el día 4 de febrero de 1992”.

3. El sangriento asesinato de Mónica Spear y de su esposo, en razón de la notoriedad de la actriz y reina de belleza venezolana, ha logrado finalmente sacar de su mutismo e irresponsabilidad a un gobierno que, a pesar de que en 2013 fueron superados los 24.000 venezolanos asesinados por el hampa, obstinadamente ha negado el incesante incremento de la criminalidad y se ha escudado denunciando que la inseguridad es una matriz mediática. Como el marido cornudo que ante la evidencia de la foto que muestra a su mujer retozando con el amante en el sofá de la casa, decide vender el sofá, el gobierno ha concluido que la violencia criminal que nos agobia es producto de la programación televisiva y en particular de las telenovelas, y la emprende contra los medios de comunicación.

Convencido de que no existe una relación causa-efecto en la relación contenidos violentos y conducta criminal por parte de la audiencia y que, ciertamente, hay mucha probabilidad de que personajes con notoriedad o altas responsabilidades públicas pueden producir un efecto de modelaje, me pregunto, en la víspera de un nuevo aniversario del 4-F, fallecido Chávez, ¿insistirá el gobierno en exaltar un acto criminal?

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