Opinión Nacional

A vivir como nuestros tatarabuelos

Despertamos cada día con la sensación de haber tenido un mal sueño, una pesadilla, pero al poco deambular por nuestro hogar nos damos cuenta que no se trata de una sensación, sino de la triste realidad que agobia a los venezolanos. Por supuesto en este país de contrastes hay una élite que no sufre la pesadilla diaria; vive en un mundo idílico que nunca se imaginó disfrutar, o mejor dicho usufructuar. No se trata de los empresarios o poderosos que antes de la actual pesadilla constituían el 8% de la población, hoy disminuidos,   que eran los que generaban riquezas, producto interno, y empleo. Ellos son ahora objetivo de acoso y destrucción. Esa élite a la que nada falta, está compuesta por los empoderados del régimen, que gozan de poder político, poder económico, y poder social, la legión que detrás del disfraz revolucionario se ha enriquecido rápidamente.

En estos once años hemos sido testigos del hundimiento del país, del progresivo asedio gubernamental para imponer no importa a que precio, un modelo político, otro patrón económico, que nunca fue aprobado por los venezolanos, ni figura en la Constitución. El régimen ha utilizado todo su poder para intimidar; no ha ejercido sus funciones de gobierno y el país se le ha ido de las manos, entre muchos otros aspectos en la generación y distribución de la electricidad. Hoy tenemos una economía en recesión; asfixiada por los controles y la inflación, improductiva, amenazada en sus bases por expropiaciones y confiscaciones; y a un pueblo con sus derechos sojuzgados.

Es más que una pesadilla soportar un gobierno maula que ha incumplido sus obligaciones llevando al país a un retroceso comparable con la época colonial y que ahora tiene la osadía de exigir sacrificios a los venezolanos mientras la élite política sigue compartiendo el festín. Solo el presupuesto de gastos del despacho presidencial aumentó en un 600% con respecto a 2009, porque se manejan desde allí las Misiones, y además el gobierno tiene que atender a sus ilustres invitados. Para esos menesteres figura la partida de alimentos y bebidas con dispendiosos 6 millardos de BsF.

El país real, el que no disfruta de las prebendas de la boliburguesía, no le queda más remedio que apretarse el cinturón, olvidarse de las comodidades de la vida moderna, y aprender a vivir como lo hacían nuestros tatarabuelos. Y es que no hay muchas diferencias con la vida  del agitado siglo XIX venezolano, pleno de sobresaltos y agitación social, como consecuencia de las ambiciones políticas por el poder, y también por las justas reivindicaciones de su población olvidada, sacrificada y empobrecida.

Ellos, nuestros tatarabuelos, se las arreglaban para sobrevivir sin electricidad y agua potable en sus casas, y en la Venezuela del siglo XXI, con toda su riqueza petrolera, con las arcas llenas para conformar un poderío bélico y regalar a diestra y siniestra en otros países, se impuso ya la cultura del tobo y la totuma para cumplir con el ritual capitalista de estar limpio y aseado, y ahora las velas son un artículo de primera necesidad para no sucumbir en la oscuridad.¿Que otro sacrificio se le exigirá a la población? ¿Colapsará el gas, o impondrán el tranvía tirado por caballos para ahorrar electricidad, gasolina, y mano de obra?

 Todo es impredecible. Se terminó la planificación de actividades en el hogar, en el mercado laboral y en la educación. La anarquía es total: no evalúan los medidores de consumo sino que sacan promedios discrecionalmente, y en esa misma forma castigan con multas y cobros excesivos el consumo de electricidad. Las medidas de ahorro en Semana Santa no llegaron al 2%, porque son totalmente irracionales al no tener en cuenta tipo de construcción y su uso para determinar el ahorro. Sigue la improvisación y la burla hacia la ciudadanía.

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