Además de Diosdado…
Por pruebas de su intemperancia contenidas en videos y grabaciones que exhiben la paliza que se dio a diputados opositores y también divulgan la confesión del impresentable Mario Silva, la mala imagen de Diosdado Cabello es un bagazo.
A esos testimonios audiovisuales se agrega su permanente comportamiento de pendenciero protegido por un grupo de guardaespaldas y por la salvaguarda que le otorga el control del gobierno sobre todos los poderes para garantizarle impunidad a sus abusos.
Se sabe que la devastación que propicia Cabello tiene antecedentes y de allí su mala fama cultivada desde cuando los destrozos a su salida de la gobernación de Miranda. Esos destrozos exhiben -junto con sus últimas actuaciones- una negra semblanza descriptiva de la condición depredadora de buena parte de la dirigencia chavecista, y que el pueblo de a pie conoce bien y harto está de que esos dirigentes presuman ser amorosas vestales ofendidas.
La huella dañina del presidente de la Asamblea Nacional se trae a colación para preguntar si se advirtió, al lado de Cabello, el comportamiento consentidor de Blanquita Eekhout, vestal de verdad, Princesa portugueseña del chavecismo, ácida y radical doncella roja presunta amiga de ETA con prontuario en la DISIP -considerado una condecoración por la izquierda malandra-, prima donna de la Asamblea Nacional, cuando aplaudía hierática de gesto satisfecho, la batida que daban María Corina Machado en los escalones del estrado legislativo. Y al otro lado, anodino y yes man, Darío Vivas, concertado con Blanquita y con la mitad del hemiciclo en las palmas de aprobación al atropello.
Es pues, no sólo Cabello el impúdico, sino todos quienes hacen comparsa alcahueta al desafuero, y es por lo que no debe haber condescendencia para con la cúpula PSUV.
Enjuiciarlos por sus desmanes diversos será condición necesaria para recuperar una democracia que asegure que será la dirigencia chavecista la que no regrese jamás a aprovecharse del sistema y a destruir lo construido.
