Adiós al Fantasma
Trascendió la vida terrenal para entrar en la gloria inmortal, no la de Coperstown, si no la gloria de pervivir en la memoria de un pueblo para el cual el fue el mas grande de sus ídolos. Su alma buena y generosa no estará mas entre nosotros, su corazón amplio se detuvo para siempre a los 77 años de una vida ejemplar y admirable.
La del “Chico” fue una existencia plena de circunstancias difíciles que supero siempre con ese tesón y coraje acuñados por su formación familiar, imaginemos a aquel joven de 22 años hacerse cargo del campo corto de los Medias Blancas de Chicago, equipo de añeja tradición en la gran carpa, un lejano 18 de abril de 1950, sustituyendo a una leyenda llamada Luke Apling, quien por 20 años había defendido la posición y era un ídolo en la ciudad de los vientos. Para el muchacho nacido en la Caracas de los techos rojos, de alma provinciana y sencilla era un reto enorme, que supo afrontar con entereza y arrojo, pero también con ese talento maravilloso que lo llevo a convertirse en estrella de primer orden en el Béisbol de Grandes Ligas.
Fueron muchos los meritos de “Carrasquelito” en sus 10 años de pasantia en la Gran Carpa. Primer latinoamericano en un juego de estrellas en 1951, una marca de 297 lances sin error implantada esa misma temporada y que solo seria superada dos décadas después. Amen de una habilidad para atrapar los batazos imposibles que hizo que los fanáticos de los “Chi-Sox” lo llamaran “El Fantasma de la calle 35”, en alusión a la calle de Chicago donde por entonces quedaba situado el Comiskey Park. “…era como un fantasma…”, nos contó un viejo fanático que lo vio varias veces en la temporada de 1952, “aparecía de un improviso en el hueco, atrapando batazos que regularmente hubieran ido a dar terrenos de los jardines, pero el los cogía y sobre la carrera, sin detenerse luego del impecable engarce, lanzaba la bola con fuerza a primera, poniendo out al corredor por varios pasos, nunca he vuelto a ver algo parecido…”.
Pero Don Alfonso no fue solo Béisbol, fue un hombre extraordinario también fuera de los diamantes, dueño de una personalidad increíble, jocoso, bonachón, sin posturas, siempre genuino, querido por todos aquellos que lo conocieron e incluso por quienes jamás lo conocimos y nos conformamos con admirarlo desde lejos, con su imagen de leyenda forjada a partir de sus hazañas y su vida. Hasta jefe civil fue, de la parroquia 23 de Enero, durante el 1er gobierno del Dr. Rafael Caldera, acaso el único de quienes han ostentado ese cargo que nunca uso su arma de reglamento y aun hoy, a mas de 30 años es recordado como el mejor de todos los que por ese puesto pasaron.
En Venezuela su paso por el Béisbol fue también inolvidable, desde sus comienzos con el Cervecería Caracas en el recordado estadio San Agustín, hasta su retiro en 1967, paso por el Cervecería, Leones del Caracas, Pampero, Oriente y Tigres de Aragua. Le toco la gloria de dar el primer cuadrangular del Béisbol Profesional Venezolano, el 17 de enero de 1946, con apenas 18 años. Allí se iniciaba la inmortal carrera del niño que había jugado para el Boston de Sarriá, que había usado uniformes hechos con sacos de harina “Gold Medal”, del muchacho que se levantaba temprano a bregar por su familia, del joven que de rodillas y llorando en la puerta del Yankee Stadium dio gracias a Dios, una tarde de 1950, por haberle ayudado a forjar su sueño de jugar en grandes ligas, del único manager venezolano en ganar una Serie del Caribe, la del 1982 al frente de sus adorados Leones del Caracas.
En alguna ocasión leímos que Phil Rizzutto, una leyenda del campo corto y gran capitán de los Yankees de New York durante 16 temporadas entre 1941 y 1956, elogio a Carrasquel con estas palabras: “….para destacarme hubiera tenido que jugar en otro tiempo, fui un buen guante Alfonso, pero tu fuiste grandioso…”. Ese era Don Alfonso, ídolo eterno, icono de nuestra Venezuela y un hombre sin igual que hasta el ultimo momento rindió con valor ejemplar la batalla contra la enfermedad que se lo llevo. Murió como vivió, con coraje, valor y entereza. Dios te bendiga Chico, por siempre.
