Opinión Nacional

Alardea, que a veces algo queda

Se da el tupé el Presidente Chávez de anunciar que venderá petróleo barato a las comunidades pobres del propio centro imperial e incluso de ofrecer ayuda con especialistas venezolanos para ayudar en las labores de rescate tras el trágico avance del último huracán. No se crean los siempre confiados escuálidos que éste no es más que otro alarde del Presidente que busca un liderazgo continental. Una cosa es que Chávez sea un hombre de buen humor, y otra que sea un necio. Lleva siete años demostrando que puede equivocarse, que puede irse de bruces, pero que no es estúpido, que sabe reajustar sus caminos, que sabe hablar a la gente, que sabe organizar y poner en marcha una estrategia y un programa de acción.

No todo es brillante, sin embargo. En el afán por la proyección internacional, Chávez no logra resolver del todo el patio propio. Porque anticipó la impaciencia a la maduración. En vez de construir con detalle y sentido del tiempo un verdadero, disciplinado y bien decantado ejército político para después lanzarse a la batalla, se lanzó a la batalla para ir construyendo ese ejército de su proceso durante el camino. Se echó adelante con todos los que se le acercaron y no ha podido hacer una selección apropiada de ejecutores. Está rodeado de ignorantes políticos que no saben qué hacer ni cómo hacerlo, y de viejos y muchas veces derrotados socialistas que se quedaron varados en el tiempo e interpretan al socialismo del siglo XXI como el resurgimiento de izquierdas que no pueden regresar simplemente porque los panoramas han cambiado y ya no encajan.

Chávez está letalmente solo, ni siquiera tiene una oposiciòn capaz de enfrentarlo y con quien entrenarse. Al final, unos y otros terminan mirándolo a él y esperando instrucciones. Según como hable Chávez, tratan de actuar funcionarios y opositores. Pero no importa cuán inteligente sea un hombre, no puede hacerlo todo solo. Cristo era hijo de Dios y necesitó doce apóstoles, Napoleón creó toda una nueva generación de grandes generales y mariscales para poder construir su imperio.

Todos miran a Chávez y aguardan sus instrucciones pero, como el experimentado Castro ya le advirtiò, no puede ser el alcalde de todo el país, como no puede ser el sargento de todo el ejército ni el legislador de todas las leyes.

Sólo le queda, entonces, echar adelante y que en el camino vaya surgiendo la experiencia y al menos algunos logren aprender. Siquiera algunos que le adviertan que ni Jesse Jackson ni Pat Robertson son sólo astutos hombres de negocios que no hacen montón político en ese universo que son los Estados Unidos, y que con 17.000 estaciones de servicio clientes de Citgo no sólo no domina al mercado de combustibles norteamericano, sino que ni siquiera es el peso único en la Costa Este.

Alguien que le previniera que no importa cuánto haya cobrado, el reverendo Jackson está mucho más cerca del Departamento de Estado imperial y de la Casa Blanca, que de Miraflores. Y que la señora Rice y el señor Bush no alardean.

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