Opinión Nacional

Bolivarianos y en la oposición

Con notable astucia, unas agallas que la historia se encargará de glosar en el futuro, y fundamentos conceptuales totalmente discutibles, el chavismo se ha presentado ante la opinión pública nacional e internacional como el legítimo continuador del pensamiento y la obra de Simón Bolívar. El único existente y el único posible.

Aunque Hugo Chávez ha sido el promotor más visible de una interpretación del hecho nacional que funciona como un poderoso elemento aglutinador, pienso que no sería correcto atribuirle a su persona toda la responsabilidad en esta especie de pugna por la «denominación de origen» que, de forma por demás abusadora, ha construido el chavismo en torno a un patrimonio que es de todos los venezolanos.

Nadie debe cansarse de denunciarlo: la figura de Simón Bolívar es un patrimonio compartido; manipular su figura y su legado para ganar legitimidad en el debate actual constituye toda una afrenta.

El mito construido en torno a la memoria de Bolívar ha tomado suficiente oxígeno para agotar todos los matices posibles del pensamiento político latinoamericano.

Desde Marcos Pérez Jiménez hasta Fidel Castro. Chávez recogió y desarrolló con notable pericia una interpretación perteneciente a las corrientes de la extrema izquierda venezolana y continental: el soldado antimperialista, ojo visionario que pudo atisbar por adelantado las calamidades que traería el dominio de los Estados Unidos sobre esta parte del mundo; socialista, indigenista y filomarxista.

Quienes hoy nos oponemos al régimen político que impera en Venezuela podemos convenir con la mayor convicción en el legado del Bolívar Panamericano. Es una realidad que no admite ninguna discusión: América Latina no es un antojo metafísico; es una poderosa realidad cultural y política, cuyo herencia es la prolongación del diseño, hazañas militares y el talento político de Bolívar. No es exclusivamente por cortesía diplomática que en cualquier ciudad del mundo de relativa relevancia haya un busto con la cara de Simón Bolívar: concluida su vida el mensaje para el resto de la humanidad fue uno: sin Tercer Mundo, nunca habrá mundo.

Habrá que ponerle reparos, sin embargo, al «Bolívar presocialista», del cual habló Chávez, y muchísimo más al Bolívar marxista del cual tienen décadas hablando los partidos comunistas y paracomunistas latinoamericanos. Es harto conocida la lamentable opinión que sobre la vida de Bolívar adelantara Carlos Marx décadas después de su muerte. Una biografía que Marx se negó tozudamente corregir a posteriori, en la cual se vierten terribles simplificaciones de su vida, no exentas de un enorme desprecio racista. Marx prácticamente afirma que las repúblicas latinoamericanas se libertaron solas, gracias a la suerte, la ayuda de las legiones extranjeras europeas y los errores militares españoles. Con gran probabilidad ­y en esto coinciden, incluso, los historiadores chavistas más autorizados- el texto más lamentable que escribió el pensador alemán en toda su vida.

Así como fue una impostura inaceptable postular, como lo hizo Pérez Jiménez, que los partidos políticos debían quedar proscritos porque esa fue la última disposición del Libertador en aras de que «se consolide la unión», también es completamente condenable que el chavismo continental pretenda vendernos la baratija retórica del Bolívar socialista. El Libertador jamás sentó doctrina sobre economía y no pudo haber tenido opiniones fundamentadas sobre desarrollos e interpretaciones alejadas de su tiempo.

El Bolívar de la Oposición Democrática, me atrevería a afirmarlo, es el del Congreso de Angostura: uno de los episodios más fértiles de su vida, un auténtico legado vivo para las naciones latinoamericanas. La arquitectura pública de poderes autónomos; el gobierno civil; la renuencia a los mandados vitalicios; la alternabilidad; los valores de la ilustración sobre la vida ciudadana y la cosa pública. La lucha por la justicia social a través de marco que garantice la libertad personal y la ausencia de hegemonías.

Esos «valores burgueses» que con notoria ignorancia despachan algunas plumas dolientes del gobierno, creyendo que con apoyarse en el controvertido vocablo, hoy en desuso en todo el mundo, el problema va a quedar zanjado. Es cierto, son valores burgueses. También son valores burgueses el pluralismo político, la convocatoria a elecciones, la existencia de la propiedad privada, los derechos individuales y colectivos y la responsabilidad pública. Valores hijos de la Revolución Francesa, la gran revolución burguesa de la historia, el primer episodio importante de movilización de las masas de la modernidad, fuente de inspiración permanente para Bolívar. Antes que «valores burgueses», conquistas de la civilización.

Pero además, a diferencia de lo que hoy postulan algunas voces acomplejadas, Bolívar puso mucho celo en controlar y arrancar de cuajo la intriga fundamentada en odios raciales o de clase. No hay leyenda urbana más estrafalaria y antojada que la del fulano Bolívar cimarrón. Al contrario. Nada aterrorizaba más a Bolívar que la mentada «república parda» que han glosado a posteriori los historiadores.

Por eso fue que cometió la enormidad de fusilar a Manuel Piar, uno de sus generales más eficientes en el campo de batalla.

Con notable agudeza, El Libertador compendió que en el mestizaje gestado en esta parte del mundo residía la forja de un nuevo perfil humano: aquella «raza cósmica» de la cual, mucho después, hablara el mexicano José Vasconcelos: el encuentro inédito de tres culturas que crearon una nueva cosmovisión compartida.

Ese fue Simón Bolívar. Un hombre de acción que, antes que una ideología, legó a los venezolanos un ideario de valores inspiradores. Nuestro Simón Bolívar.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba