Opinión Nacional

Briones

Apenas comience la Caravana Ideológica del Estado Miranda en Cúpira, el
martes 27 de junio, le rendiremos homenaje a Antonio Brios Montoto,
oficial cubano caído durante el desembarco de Machurucuto en mayo de 1967.

39 años después, develaremos una placa en el sitio donde murió. Recrearemos
los hechos, narraremos su breve historia que dejó huellas en Venezuela.

Resaltaremos su profunda convicción revolucionaria y difundiremos se acción
como símbolo emblemático de quienes luchan por la revolución socialista en
el mundo. Lucha solidaria que alcanza hasta la muerte.

Traigo hoy de nuevo su historia. Hace unos años atrás narré el hecho que
dio inició en mi la búsqueda de la revolución. Encuentro casual que marca el
punto de partida de la gestación, desarrollo y consolidación de mi
conciencia revolucionaria.

En mayo de 1967, siendo subteniente con un mes de graduado y 19 años de
edad, me asignaron la primera tarea como piloto militar. Junto con el
teniente Julio Rodríguez acudimos al Teatro de Operaciones Antiguerrillero
³Destocaribe² en Altagracia de Orituco.

A los pocos días ocurrió el desembarco en Machurucuto. La tripulación del
helicóptero se encontraba a la orden del comandante del TO cuando se recibió
la información desde Cúpira. Para allí salimos. Machurucuto se encontraba
revuelto. Agrupaciones de cazadores de todos los puestos de las unidades
destacadas a la orden del TO. Refuerzos de otras unidades del ejército y de
la infantería de marina. Nuevos helicópteros de la FAV para brindar apoyo.

Múltiples y variadas comunicaciones con Caracas. Periodistas de los diarios
nacionales. Campesinos testigos del desembarco la noche anterior. Alcabalas
móviles a lo largo de toda la carretera nacional de Oriente.

Durante el desembarco de la nave ³Alecrín², portadora de luchadores
revolucionarios que venían a internarse en las montañas de El Bachiller, se
capturó a un oficial cubano. Lo hicieron prisionero en la playa y lo
ubicaron en la tienda de inteligencia fuertemente custodiado. Cuando el
comandante llegó a la zona giró instrucciones a la tripulación del
helicóptero para que se le interrogara. Nos pidió que lo hiciéramos con el
objeto de obtener información sobre asuntos de la aviación militar cubana y
su apoyo al movimiento guerrillero venezolano. De esta manera me vi obligado
a cumplir con una tarea de la que no conocía la técnica. Ni siquiera sabía
como iba a hablarle. No sabía con quién me iba a encontrar. Cómo era ese
comunista guerrillero, enemigo de la democracia. En todo caso, tenía que
obedecer la orden. Cuando me llegó mi turno entré a la carpa. Me sentía
tenso y nervioso. Iba al encuentro con el diablo. Sin embargo, mi sorpresa
fue que en lugar del demonio allí estaba un ángel. Encontré a un hombre
blanco, alto, bien parecido, uniformado con buena ropa de pantalones verde y
camisa beige, de cultos modales, de ojos claros y que estaba más asustado
que yo. El hombre aunque fue parco, expuso profundos conceptos existenciales
e ideológicos. Me dijo por qué contribuía con la lucha armada venezolana. La
solidaridad internacional era parte de la emancipación de los pueblos. Dijo,
racionalmente, que los Estados Unidos eran enemigo de los latinoamericanos y
que su acción política estaba destinada a dominarlos para extraer sus
recursos, imponerles su cultura, sus valores, sus hábitos de consumo y
mantener un mercado cautivo para comercializar sus productos. Respaldaba,
por convicción, la causa de los venezolanos que habían tomado las armas para
dignificar a sus libertadores. Por eso él, espontáneamente, sustentado en
sus creencias en la solidaridad internacional, se ofreció como voluntario
para cumplir esta misión revolucionaria. No conocía nada de la aviación
militar y estaba dispuesto a morir por sus principios.

Lo que me comunicó, dejó en mí una duda acerca de mi apreciación
preconcebida antes de entrar a interrogarlo. Este hombre luchaba por
ideales. No era como lo había imaginado unos minutos antes. Lo que habló
hizo que me viera obligado a valorar su hazaña frustrada. Lo que me
trasmitió fue suficiente para comenzar a cuestionar la rígida formación
doctrinaria que durante 4 años asimilé en la EAM. Al día siguiente, cuando
regresamos a Machurucuto, él estaba muerto. Un tiro de fusil FAL le había
destrozado la cara. Sólo le quedaba la barbilla. El parte oficial señalaba
que había intentado fugarse hacia la playa y que fue necesario dispararle.

Otro comentario que escuché de la tropa, era que se había dado la orden de
ejecutarlo. Lo evacuamos en el helicóptero al hospital militar de Caracas.

Más nunca se supo del cadáver.

Fui el último en mirar su retirada de la vida. Vivirás por siempre, Antonio
Briones Montoto.

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