Opinión Nacional

Carnaval de protestas

Las protestas en este país se han convertido en el instrumento a través del cual se hace sentir la irritación popular. La misma que la prestigiosa  analista  Mercedes Pulido ha percibido en la población como reacción al miedo, en lugar de optar por el sometimiento. La gente no sólo fue a votar contra los más extendidos y pesimistas pronósticos sino que, ante zarpazos como aquél que el combinado TSJ-CNE-SEBIN pretendió contra los cuadernos de votación a menos de 48 horas del proceso comicial, se hizo presente en las calles para defender la privacidad de su preferencia, tal  como lo manda la Ley.

Hasta ahora, la seguidilla electoral había favorecido la permanencia en el poder de una casta militarista inescrupulosa. Ahora, esa continuidad apunta peligrosamente a un  triunfo opositor y el gobierno podría estar acariciando usar el secuestro de las instituciones, que le ha servido para burlar reiteradamente la voluntad de los ciudadanos, en función de desestabilizar desde el poder con el macabro fin de justificar un apretón de tuercas. A la manera del acoso contra la disidencia en Cuba -aunque    con burdo estilacho porque fue en Maracay y no en La Habana- en la batida contra los funcionarios de la MUD se ve la mano de los castristas. Operación fallida en la que murió un joven venezolano. Nunca saben qué hacer contra un pueblo en la calle. Se les fue la mano y la abortaron, porque la jauría se desplegaba por todo el país. Una represión recrudecida, producto de provocaciones oficialistas para enfrentar a los venezolanos, podría volverse en contra de quienes la incentiven pero no deja de comportar peligros con un poder concentrado en manos aterradas, sin el menor respeto por derechos ni garantías. Aunque la enfermedad socave y el sol queme la espalda.

La gente –como de costumbre, marcando una no siempre bien ponderada pauta- disipó el miedo y la incertidumbre entre la dirigencia y se los inoculó al gobierno en una intravenosa de 3 millones de mililitros que duró una jornada ante las urnas. Ya ese camino se le impone al gobierno e intentar el saboteo sólo se trocará en más respaldo para la opción opositora.

El que ya comprensiblemente bautizan como “fenómeno Capriles” se explica por esa irritación que drenó hacia el polo que pegó primero y por tanto pegó dos veces. Cuando los demás se anotaron en la justa, ya Capriles jugaba adelantado en una campaña posicionada. La intuitiva inteligencia popular, afilada a lo largo de 12 años de intensiva lección de real politik, fortaleció al que aparecía ganador y que hoy, sin lugar a dudas, dispone de la posibilidad de reunir a los venezolanos para el tan anhelado retorno a la democracia. Más allá de discursos, esa polarización tiene que ver con el variopinto “carnaval” de protestas que hoy signa la vida social venezolana y que dramáticamente ha marcado la política y definido la agenda electoral. El alma de los venezolanos está hastiada de carencias, de promesas deshonradas, de amenazas veladas o manifiestas, de abusos de poder, de burlas descarnadas y de genuflexos que sirven de mampara al poder absoluto. Y colocaron al ganador con tremenda ventaja para el arranque.

La alternativa de cambio salió fortalecida. Monitorear al poder mañoso y herido es importante. Exigir auditar al REP, revisar la plataforma tecnológica y sacar las manos milicianas del asunto electoral es vital. De esa manera se volverá a canalizar la irritación. Así no botaremos la bola.–

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