Opinión Nacional

Como si de códigos y leyes se tratara

¿Cómo entender la Ley de reforma parcial del código penal en Venezuela que se llevó en la Asamblea Nacional tras su publicación en la gaceta Nº 5.763 correspondiente al 16 de marzo de 2005, en donde son modificados 34 artículos? La respuesta es sencilla, pero a la vez dolorosa. Estamos frente a un ataque más a la democracia y los derechos humanos; un ataque más a la libertad de expresión y pensamiento, un ataque más a decir, y criticar, los desmanes que hoy padecemos por parte del gobierno. Tan sólo léanse artículos tales como: 147, 148, 215, 283, 285, 297 y 357 para prever lo que se pretende.

En los últimos tiempos Venezuela ha padecido ante el flagelo de un gobierno, en un comienzo neo-populista de corte antipolítico y autoritario, pero en la actualidad se comienza a rasgar las vestiduras mostrando su verdadera cara (militar) la cual se percibe como un proceso de desarticulación del sistema representativo, que por la falta de verdaderos partidos políticos en la oposición, cada día su desgobierno va en aumento.

Así las cosas el mercado de la ideas se pretende clausurar, como clausurada se encuentra la economía a causa de tanta retórica intrusa y acusatoria de fantasmas ya enterrados por la historia. Un morbo que de tanto irrespeto se transforma en una constante conspiración en la mente de quien se le otorga la duda, para no decir su falta manifiesta en la gestión pública del Estado y en sus relaciones diplomáticas.
Como resultado, en Venezuela se recrudece la antipolítica, fenómeno inscrito en tipos de gobiernos reaccionarios, populistas-militaristas, en donde se ataca todo consenso y toda discusión política verdadera. Es decir, se niega la distinción básica de la democracia, como es el pluralismo entre diferentes criterios ideológicos. Actitud ésta que por el desprecio a toda discusión política racional coherente y de respeto a la autonomía de las instituciones, viola todo fundamento jurídico.

Es un lenguaje y práctica que no se adapta a los preceptos constitucionales. Además, y siguiendo a Seymor Martín Lipset; “son cualidades inherentes a todo populismo autoritario”, que valiéndose en un principio de su poder carismático se propone desde el ejecutivo acabar con la mediación entre el pueblo y la jefatura política.

Pueden hacer y aprobar cuantas leyes se les ocurra pero ello no mitiga la debacle económica, institucional, moral que se percibe. Empecinados en confrontar y no resolver se gastan el dinero de los venezolanos. Ahora aumentando los gastos en defensa por 2 mil millones de dólares, es decir, el 6,6% del gasto público cuando sólo prevén para seguridad social el 5,8%, según la ley de presupuesto de 2005. Estos gastos en defensa chocarán frente a millones de ciudadanos de carne y hueso engañados y con el estómago vacío. Así como tampoco podrán callar a ése 80% de la población en conflicto irresuelto de larga data de pobreza y promesas incumplidas con supuestas reformas agrarias, más viciadas que de justicia social.

Es por ello que uno de los principales peligros que afronta la democracia moderna, como lo ha analizado magistralmente Fernando Mires es que: “Los militares en el poder, independientemente a ideologías, proyectos, modelos y locuras, han sido resultado de la precariedad del desarrollo político latinoamericano, precariedad que esos mismos militares han acentuado notablemente”.

En fin, todos los antipolíticos en la historia han llegado al poder como redentores morales, culpando a los políticos y a la política de corruptos en el pasado, y ello les permitió acceder al poder, poder que ejercen sólo a su criterio y en pro de mantenerse en éste mismo desgobernando. En sí sacrificando el debate democrático dentro del Estado de derecho. Por ello en la actualidad cada día se nos presenta de mayor necesidad la reaparición de nuevos partidos políticos. Es decir, es la hora de la producción – reproducción y creación de nuevos y renovados partidos para hacer que la democracia prevalezca.

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