Opinión Nacional

Conclusiones del domingo 23

Que Chávez haya convertido en un plebiscito, en una gigantesca encuesta poblacional, las elecciones del pasado 23 de noviembre, permitió que todos pudiésemos registrar unos datos muy importantes difícil de ser logrados sin ese magno evento. Primero, que tanta gente esté dispuesta a participar en las decisiones del país. ¡Qué grado de involucramiento de los venezolanos con su destino nacional a través de un mecanismo democrático y pacífico, fantástico!
El gigante acontecimiento permitió ratificar que Chávez tiene seguidores. Esta fue su campaña y se ocupó de tal modo que su imagen estuvo por encima de varios de sus candidatos que aún sin mucho perfil ni carisma lograron triunfar gracias a su intervención directa e incesante. Nadie puede afirmar que esa alta votación para un hombre que tiene diez años en el poder, un natural desgaste y muchos reclamos por promesas incumplidas, se deba tan solo a las misiones. Hay otras causas pero con el mismo efecto: aún lo quieren. Pensar lo contrario es engañarse.

Del evento también se supo que las encuestadoras no logran precisar las tendencias con un confiable margen de verosimilitud. Pareciera que la gente no responde con certeza los cuestionarios y no revela sus reales sentimientos.

Uniendo resultados de las dos últimas elecciones, uno tendría que concluir en que quienes siguen a Chávez están dispuestos a dos cosas: A respaldarlo en su proceso siempre y cuando su mensaje de reivindicaciones se mantenga en alto, pero que tal empeño no incluya el tema de la reelección indefinida ni atente contra el concepto de propiedad privada. Hasta allá no llega su amor.

El acto comicial también enseñó que sus pretendidos socios del PPT y Partido Comunista no tienen gente ni fuerza que ofrecer para respaldar al líder del PSUV y que si regresan al redil tienen que aceptar condiciones exigentes y quedarse calladitos y obedientes.

Se demostró que las elecciones son, en Venezuela, un medio efectivo y poderoso para decidir destinos, que las maquinitas y la automatización, siempre que haya suministro eléctrico, ojos vigilantes y procedimientos expeditos, brindan las necesarias garantías para elecciones sin trampas, aunque no perfectas.

Acerca de quienes se oponen al gobierno, como aquellos que votan por él, tienen en su seno a muchos pobres. Si las fracciones son prácticamente de dos mitades, cada una cercana a los 5 millones, es inimaginable pensar que la mitad opositora sea solo de clase media o de ricos. Esos números revelan que hay clase media en el chavismo y en la oposición, con gente pobre en ambos lados.

La mitad poblacional de predilección chavista, si bien no se puede afirmar que tenga una ideología sólida y homogénea, porque con frecuencia su conducta consumista revela poca identificación con un modelo socialista comprobado, sí comparte una afinidad o una tendencia que se demostró en las elecciones. Por el contrario, la mitad que se opone a Chávez pese a que comparte un ideal democrático y esto constituye un valor muy arraigado, en materia de objetivos y estrategias exhibe demasiada variedad y dispersión que todavía crean perspicacias en la población y porque algunos líderes dejan ver indeseables egoísmos, con indisposición al sacrificio y falta de compromiso con la gente y con el país.

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