Opinión Nacional

Contigo o “Sintigo”: La oferta electoral entre la generación de riqueza y su reparto social

Desde hace algún tiempo he estado pensando en por qué la lengua española no contempla en su vocabulario la palabra “sintigo”, en contraposición a “contigo”, sino que se nos ha impuesto el uso del “sin ti”.  Propugno que sea aceptada sin dilación la nueva palabra; si algún lector sabe cómo ayudarme, se lo agradeceré.

Bueno, pero lo cierto es que el uso de esta nueva palabra es realmente para referirme al entorno político por venir y mas precisamente a las áreas prioritarias o de énfasis de oferta electoral que deberían realizar los candidatos presidenciales de cara a las elecciones venezolanas de este año. Las reflexiones a realizar apoyarían al candidato que resulte ganador en esa contienda a fin de mantenerse en el poder sin comprometer la estabilidad política y social del país. Tratemos de hilvanar algunas ideas al respecto.

Comencemos por señalar que algunas veces asombra la audacia de los candidatos presidenciales para luchar por el poder independientemente de lo que enfrentarán si logran su objetivo de asirse con el mismo; algo así como lo que sucedió en España con el hoy día Presidente Rajoy, … tanto luchar por años para ser candidato presidencial y presidente que ha terminado siéndolo en uno de los momentos mas difíciles de España en las ultimas décadas. Por paralelismo, me quiero referir a la disputa que ya hemos empezado a presenciar con fuerza en Venezuela, un candidato para mantenerse en el poder (Hugo Chávez) y el otro para reemplazarlo (Henrique Capriles Radonski).

Es aquí donde se plantea el dilema de: contigo o “sintigo”, para referirnos a los tiempos que están por venir en el país ante la continuidad o no del Presidente Chávez en el poder, de manera muy particular en lo atinente a los aspectos de política social y económica que habrán de abordarse, tanto por los hoy candidatos como por el futuro Presidente de la República durante el próximo período gubernamental.    

Y es que uno de los temas de fondo que está planteado es aquel que tiene que ver con quién es el candidato que está en mejor capacidad para garantizarle a los ciudadanos los beneficios sociales que requieren. Esto es así porque queramos o no aceptarlo la población ahora sí tiene claro, clarísimo, “lo que están llamados a recibir” del Estado venezolano; la Constitución Nacional de 1999 se los ha establecido como un derecho y a la vez como una obligación del Estado. Otro problema es si el Estado venezolano, a través de sus gobiernos, puede realmente garantizarle a la población la satisfacción de sus necesidades: alimentación, salud, educación, seguridad, justicia, trabajo, salario digno, seguridad social, etc.

Por ello es que, dado por sentado que la población va a seguir demandándole al gobierno de turno que se granaticen sus derechos constitucionales, los candidatos presidenciales, si quieren tener alguna opción de ganar las venideras elecciones, deberán indefectiblemente centrar su oferta electoral en una política principalmente de corte social. Es más, cualquier gobierno que pretenda sostenerse en el poder por los próximos 6 años (dado el aprendizaje obtenido en los últimos casi 14 años) tendrá que garantizar una política social pragmática y efectiva que dé respuesta a las necesidades de la población, especialmente a aquella de menores recursos.

Entonces, la clave está en cómo estructurar una política social vendible y materializable, no cortoplacista sino de largo alcance, y que sea percibida realmente así por los beneficiarios, como única vía para consignar su voto con la confianza necesaria para garantizarse un futuro sostenible, sin que la misma le genere condiciones de dependencia con el gobierno. En este sentido, soy de los que cree que el venezolano claramente demostró su inteligencia para así alternar en el ejercicio del poder a Acción Democrática y Copei entre 1958-1998, hasta que se convenció que ya no podía sacarle mayor provecho a estos partidos porque no supieron administrar adecuadamente los recursos y por no haber podido interpretar a cabalidad las necesidades de la población, y por supuesto, menos aun satisfacérselas. Esto puede estar perfectamente en juego en las elecciones presidenciales del venidero 7 de octubre si existe una oferta electoral que logre convencer al votante de que puede materializarse un proyecto que mejore lo presente y mantenga “activado” el motor del crecimiento y mejoras sostenidas en la calidad de vida de la población. De lo contrario, la gente va a preferir “malo conocido que bueno por conocer”. 

En este orden de ideas, debe señalarse que la mejor política social es realmente una buena política económica que permee los resultados macroeconómicos positivos a nivel de toda la población, … que el ciudadano común perciba y reciba su parte de “la torta”, en lo que pudiéramos llamar una política económica de verdadero y equitativo reparto del producto generado. Esto es clave si queremos tener un país con paz social, solidario y con futuro. Nuestro pueblo ha aprendido mucho en las últimas dos décadas en términos de demandas sociales, no reconocerlo sería un error garrafal de política, más en un clima electoral como el actual. 

Esto no significa de modo alguno que el tema económico debe quedar rezagado ante la prioridad de “lo social”. Al fin y al cabo, no habrá riqueza social que repartir si no se genera riqueza económica. Esto debería ser explícito en el mensaje de los candidatos presidenciales. Ellos deberían decirle claramente a la población, a sus electores, cómo le van a garantizar la generación de riqueza económica para que los objetivos sociales les puedan ser satisfechos de manera permanente, no coyuntural o circunstancial, … y estos sábiamente sabrán elegir lo que más les convendrá. De lo contrario, sería engañarlos y eso tarde o temprano se manifiesta, cobrando los costos políticos del caso. Si se quiere hacer revolución verdadera y de largo alcance habrá de señalarse; y si se quiere cambiar el estado actual de cosas más aun, porque de lo contrario será “cambiar todo para que no cambie nada”.

En otras palabras, contigo o “sintigo” (refiriéndonos a un gobierno con o sin el Presidente Chávez), el mensaje de los candidatos debe ser transparente y honesto. ¿Será mucho pedir, contigo o “sintigo”?  El ciudadano debe saber si lo que se le ofrece es “pan para hoy y hambre para mañana” o si por el contrario se le ofrece un estado de bienestar duradero, fundado en bases sólidas para el crecimiento y desarrollo del país. Conscientes estamos de las carencias de la población y de la necesidad de satisfacerlas, pero también estamos claros que las verdaderas soluciones no están en concentrar en el Estado las posibilidades de desarrollo integral de los individuos, ya que esto más temprano que tarde se pondrá de manifiesto y nos confrontará nuevamente con la cruda realidad, no la que nos tienden a dibujar o hacer creer los políticos. Nuestra historia está plena de estas situaciones.  

Hagámosle a los “políticos aspirantes a gobernar el país” nuestras exigencias como muestra de la madurez que hemos adquirido como población, haciéndoles entender que al asumir la conducción del país son nuestros empleados y como tales deberán rendirnos cuenta, …  no al revés. Contigo o “sintigo”, nos merecemos un mejor país.

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