Opinión Nacional

¿Cuándo comenzó a apagarse la estrella de Chávez?

En cambio tengo vivo interés en entender y desentrañar la causa de su caída, de su derrumbe, de cómo su brillo se perdió de pronto y por qué ahora aburre tanto, por qué tanta gente que ciegamente le creía ahora no le cree y por qué se parece tanto a los ricos que de pronto se empobrecen y entonces nada les luce, o lo que es lo mismo, todo lo que hacen parece feo, desagradable y hasta ridículo.

Confieso que desde mi anarquismo pacífico pocas cosas me llaman la atención como el abrupto final de un gobernante todopoderoso. Tengo mi propia idea de por qué o cuándo se jodió Chávez, distinta a los lugares comunes como el desgaste por los años de gobierno, la unidad de los sectores democráticos o la inteligente y formidable campaña del candidato Henrique Capriles Radonski. Tengo mi propia hipótesis, que es simple, sencilla, y que voy a resumir de seguidas; pero antes permítanme una explicación.

A Hugo Chávez la fortuna le permitió casi todo: cambiar la Constitución dos veces, la última para instaurar su reelección perpetua; modificar el nombre, el escudo y la bandera del país; sembrar el retrato de Fidel Castro en las oficinas públicas, al lado de Bolívar, y desterrar la figura de José Antonio Páez del papel moneda y de los homenajes oficiales; otorgar categoría de héroes a Manuel Marulanda y Raúl Reyes, dos bandoleros colombianos; la creación de una nueva jerga política y de unos periodos históricos virtuales y falsos como la cuarta y quinta repúblicas cuyos nombres repiten hasta sus adversarios y enemigos; la glorificación del 4F y de los saqueos del Caracazo; legislar, él solo, sobre todos los temas y materias, más que cualquier parlamento de nuestra historia.

El prestigio y popularidad de Chávez parecían invulnerables. Ni la inseguridad, con 150.000 venezolanos asesinados en sus 14 años de mandato, ni la corrupción ni la inflación ni el alto costo de la vida amellaban la fama y estima que le tenían vastos sectores del país, Chávez lucía invencible y actuaba como si lo fuera. Los largos apagones y las carreteras destruidas parecían estar ocurriendo en otro lugar, en otro país, porque Chávez no era responsabilizado por ello. Chávez podía hablar sin aburrir, y lo hizo, hasta ocho horas seguidas en cadenas de radio y televisión en las que, además de su autobiografía, abordaba lo que le viniera en ganas ante las arrobadas sonrisas y miradas de sus seguidores que, como él, no parecían fatigarse. ¿Qué ocurrió entonces?

Sostengo que Chávez se equivocó ante los ciudadanos y la opinión pública con el manejo del supuesto “cáncer en la zona pélvica” que dijo que padecía, que se operó dos veces en Cuba, se trató allí con quimioterapia y radioterapia y que, según dijo él mismo, se curó. Ciego de poder, Chávez informó a medias y terminó confundiendo sobre la naturaleza, localización exacta, grado de la enfermedad y el pronóstico de curación. Al impedir que algún médico tratante informase sobre esos temas, como corresponde y es lo políticamente correcto, arriesgó mucho y terminó perdiendo credibilidad, que era uno de los ases con los que jugaba el bizarro póker político que él mismo inventó y del que es único y sumo sacerdote.

Es cierto que al comienzo, cuando habló del cáncer, su popularidad creció. Para el imaginario venezolano una persona afectada por el cáncer merece compasión, oraciones y cariño, pero la misma palabra, cáncer, se pronuncia en voz baja y para muchos es tabú: no se juega con ella y a nadie se le desea. Pero, al mismo tiempo, nadie espera que un paciente con cáncer asuma la agresión, la amenaza, la grosería, la confrontación gratuita y la rabia como elementos claves de su público quehacer… “porque no debe estar ni estuvo enfermo de cáncer”. A medida que transcurren los días y los meses, cuando el misterio de la enfermedad presidencial se solidifica, la sospecha de que Chávez no estuvo ni está enfermo de cáncer y que se trató de un ardid, de un engaño, de un truco barato, fue cobrando la fuerza de una convicción. Quienes aún sostenemos que sí está enfermo somos desmentidos rotundamente.

Pocos creen hoy lo del cáncer presidencial. Muchos piensan que jugó con lo que no se debe jugar, que trasgredió un límite y que nada se le puede creer. Fue allí que comenzó a perder espacios y credibilidad. Por eso sigue perdiendo. ¿Cómo le pega Chávez a la gallina las plumas que le arrancó?

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