Opinión Nacional

De profundis

El presidente Chávez ha confesado haber salido de la Cumbre de Madrid hundido en un profundo abismo. No fueron ésas sus palabras exactas, pero es evidente el abandono que debe haber sentido en la capital española. Como se dice en criollo, cucaracha en baile de gallinas.

Bastante triste, por decir lo menos, ha sido la actuación del presidente venezolano en España, y desastrosa para el país, en cuanto a sus resultados concretos. Chávez dejó en evidencia las coladeras de su psiquis de autócrata frustrado, debilitado políticamente en lo interno, y sin credibilidad y sin importancia en lo externo, y nos ha dejado más aislados de lo que estábamos.

Comencemos por decir que la no-mención de los sucesos de Abril en Venezuela, en el documento final de la Cumbre, es significativa, especialmente si tomamos en cuenta que uno de los compromisos expresados era precisamente «desarrollar una asociación estratégica», a favor de la cual los países de la Unión Europea «asumen una serie de compromisos que pasan por […] reforzar las instituciones democráticas y el estado de derecho, fomentar y proteger los derechos humanos (erradicando el racismo, la desigualdad y la pobreza), y hacer efectivo el funcionamiento del Tribunal Penal Internacional». Esto contrasta aún más con el hecho de que la crisis argentina y un compromiso de ayuda a ese país sí hayan sido objeto de una referencia.

A mi modo de ver, en la redacción del documento, se impuso la prudencia. Los europeos esperaron por un pronunciamiento que debe darse al final de las investigaciones que se realizan en Caracas sobre lo ocurrido: ¿fue realmente un golpe de Estado o hubo renuncia y consiguiente vacío de poder? Inteligente y cautelosa decisión la de no mencionar el 11 de Abril.

Aznar

En segundo lugar, creemos que al presidente Chávez no debe haberle agradado mucho el retorcijón de orejas que le dio el presidente Aznar al exigirle que respetara la división de los poderes en Venezuela. Se ha transparentado hacia afuera, en los tres años de gestión, el control que Chávez impuso sobre las instituciones democráticas en el país. Hugo Chávez, por su parte, quiso jugar el papel del sufrido mártir de la democracia, pero tardíamente. Es interesante que haya llegado a Madrid, eufórico y sonriente, afirmando que las posibilidades de golpe habían sido reducidas «en más de un 90%» y que, al regreso, haya declarado, con cara de funeral, que «existen posibilidades de que sea víctima otra vez de un intento de golpe de Estado». Es decir, trató de tapar, con un manto de autocompasión, su fracaso en la reunión. No en vano comenzó su intervención en la cumbre con una lastimosa queja:

«Estoy aquí de milagro», dijo.

Aznar revolvió igualmente el tema de los etarras en Venezuela, tópico que Chávez evadió y toreó como pudo, sabiendo que ha estado faltando a su palabra dada en los acuerdos previos con el presidente español.

Por otra parte, el asunto de la investigación de que es objeto el presidente venezolano, por las contribuciones del BBVA a su campaña, sigue su curso en España, como debe ser, en una sociedad donde la justicia se ejerce y los poderes públicos son independientes, como debe ser. Chávez, como es de esperarse, se hizo el loco cuando se le interrogó sobre el tema.

«A mí que me registren», dijo.

Malcriadez consuetudinaria

¿Fueron las exigencias de Aznar las que motivaron a nuestro malcriado presidente a no asistir a la importantísima reunión de la Comunidad Andina de Naciones (C.A.N.) y la Unión Europea, y, en lugar de ello, se dedicó a despotricar de la Cumbre en sí y de todas las reuniones que de este tipo se llevan a cabo semanalmente en el mundo? Hasta el momento (domingo 19 de Mayo, 10 a.m.) la Cancillería no ha dado explicación alguna. Por cierto, vale destacar que Venezuela es el próximo país en ocupar la secretaría de la C.A.N., lo cual hace inconcebible este desplante.

La reacción del Presidente, poco menos que infantil, deja traslucir el hecho de que nadie hizo el menor caso de sus planteamientos anti-liberales, e implícitamente anti-estadounidenses, y que, al contrario, la Cumbre estuvo más abocada a hablar de los caminos de entendimiento entre los dos continentes bajo las premisas que el mundo desarrollado ya ha tomado como bases de sus acciones futuras, de las cuales el liberalismo en lo económico al presidente le debe haber retorcido el estómago.

Estas reuniones entre jefes de Estado son importantísimas porque permiten establecer los lazos necesarios con nuestros interlocutores mundiales: aliados, competidores, clientes potenciales, socios de negocios. Una lamentable falta de comprensión de los mecanismos y métodos de estas reuniones (inentendible después de tres años de incesantes viajes por todo el mundo y numerosas participaciones en reuniones de jefes de Estado) se deja ver cuando Chávez declara que ellas no contribuyen a resolver los problemas. ¿Acaso nuestro impaciente prócer pretende que los europeos resuelvan el problema de la pobreza mundial en dos años? ¿Acaso pretende dictarle la pauta al resto del mundo en cuanto a prioridades, acciones, dinámica, etc., sin siquiera sentarse a conversar y simplemente quedándose en un rincón a rumiar su rabia?

La reacción de Chávez, más para llamar la atención que por motivos genuinos, no debe haber caído muy bien entre los asistentes. El jefe de Estado costarricense, Abel Pacheco, alojado en el mismo hotel que Chávez, comentó:

«No comprendo bien a Hugo, que a veces se nos acerca y a veces se nos aleja».

No se puede pretender que de estos encuentros salga una especie de lista de órdenes a ejecutar de manera inmediata por parte de los países participantes y, mucho menos, se puede esperar que problemas tan agudos para la Humanidad, como la pobreza, se resuelvan de un plumazo en un documento. La queja del presidente venezolano no tiene razón de ser. Cumbres como la de Madrid permiten establecer los cimientos para atacar problemas globales en forma global. Esos procesos toman décadas, y mucho trabajo, para alcanzar resultados, y no se llega a buen puerto a fuerza de un «voluntarismo» infantil como Chávez pretende hacer con el país que, por desgracia, gobierna.

Para avanzar en las relaciones internacionales (que abarcan muchas y diversas áreas) es necesario establecer criterios comunes, y es aquí donde se le enreda el trompo al descendiente de Maisanta.

«Hay que salir del esquema neoliberal, que ha hecho mucho daño. Mientras dejemos llevarnos por la tesis del libre mercado vamos lento y mal. No veo ni rastro de la gran política en esta cumbre», afirmó.

El presidente venezolano se dio cuenta con amargura de que a la Unión Europea no le interesa en lo absoluto sus proclamas y peroratas antiyanquis, antimercado, anticapitalitas y antiliberalismo, salpicadas de citas bolivarianas. La Unión Europea, de la cual Aznar es Presidente, está encaminándose hacia el progreso, hacia una economía de libre mercado más abierta y menos burocrática, más integrada, más competitiva, más fuerte, más poderosa. No podía ser más desubicado su discurso antineoliberal.

Los resultados están a la vista. Chile terminó la cumbre firmando un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, y Venezuela, con falta de credibilidad, dudas sobre nuestro futuro político y económico, desconfianza y falta de interés hacia nuestra realidad.

Ya no importa, a estas alturas, si Chávez perdió credibilidad o no. El respaldo internacional que pudo haber cosechado después de su retorno el 13 de abril lo echó a la papelera. El verdadero problema, sin embargo, es que Venezuela sí perdió muchísimas oportunidades. Si Chávez quería mirar a Europa para fortalecer sus lazos con el continente para no mirar hacia EE.UU. como socio, esta reacción suya es aún más absurda y contradictoria.

Presumo que el presidente habrá hecho caso omiso de las declaraciones del primer ministro danés, Anders-Fogh Rasmussen, presidente de la UE a partir de julio próximo, quien afirmó que «si los países ricos deben abrir sus fronteras, los [países] pobres tienen que comprometerse a luchar contra la corrupción y sanear sus democracias». Criterios puros y sencillos, y todo un reto para las democracias latinoamericanas, del cual nadie recogió el guante. Valga decir (y esto no es coincidencia) que es Chile el país menos corrupto de América Latina según el Transparency International Corruption Perception Index de 1998.

La viga en el ojo ajeno

Si Chávez tenía algo importante que decir, perdió una gran oportunidad. Aznar se burló de él al decir:

“A mí me hubiese gustado mucho ver y oír a Chávez en la reunión, pero no hemos tenido esa suerte”.

Probablemente, Chávez esperaba que le dieran unas 6 ó 7 horas para exponer sus «ideas», aderezadas por sabe Dios qué anécdotas, pero José María Aznar tomó medidas «preventivas» al respecto (imagino que por la mala experiencia que deben haber sido esas reuniones interminables en Margarita). Chávez se había opuesto al formato establecido por Aznar para esta cumbre con intervenciones cortas de los presidentes sobre temas concretos, como si pretendiera que la dinámica de la cumbre pudiera mantener por horas y horas, por días y días, de discusiones bizantinas, a 40 Jefes de Estado, quienes, a diferencia de él, sí se toman en serio las ocupaciones que tienen que atender en sus respectivos países.

¿Quiénes despidieron a Chávez en Madrid? Pues el partido comunista español y la dirigente principal de las Madres de la Plaza de Mayo. Con eso cuenta Chávez como apoyo en el exterior. No es de extrañar. La credibilidad presidencial debe hundirse más en el subsuelo cuando se queja de que el gobierno colombiano no fomenta el diálogo con los guerrilleros narcotraficantes de la FARC y es incapaz de encabezar el diálogo necesario para el fortalecimiento de la democracia en su propio país.

Bueno, al menos se dio el lujo de mostrarle al mundo su flamante avión presidencial.

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