Opinión Nacional

Descubrir al Ciudadano Venezolano

¿Qué es un ciudadano?, se preguntaba Aristóteles, “es aquel quien es capaz de gobernar y ser gobernado”, él mismo respondía. Frase cuya respuesta coloca en el centro del ethos democrático (su esencia) la habilidad de esa persona en ser capaz de emitir juicios políticos prudentes derivados del uso de su pensamiento.

El 11, 12, 13 y 14 de abril escribí al calor de los acontecimientos, y por tanto, en el atractivo delirio de los sentimientos, de las pasiones, que los libros textos que podrían ejemplificar magistralmente el “ethos democrático” de nuestra sociedad eran “La psicología de las masas” de Sigmund Freud y “La psicología de las multitudes” de Gustavo Le Bon. En el cual, lo que existía, me daba la impresión, era la ausencia del talante democrático de nuestra sociedad, la vacuidad de esa capacidad esencial del ciudadano que nos dijera Aristóteles. La ciudadanía existía sólo en papeles y en el discurso utilitario de los actores de la polarización.

Y es que, si antes vivíamos en los espacios de una minúscula democracia, sólo formal y ejercida cada cinco años, hemos pasado en los actuales momentos a una excesiva participación en la política. Tal grado de politización ha conllevado a la polarización. Y tal grado de polarización sólo conlleva a entender a la política en términos maniqueos, en términos schmitteanos de Amigo y Enemigo, el bien contra el mal, los patriotas contra los apartidas y el consiguiente uso y abuso ideológico de términos como Democracia, Patria, Sociedad Civil, Simón Bolívar, etc.

Hoy día, en el contexto de la actual coyuntura, tratando de estar en el sendero de la “razón”, más fría sí, pero más justa y necesaria, se que sí existe el ciudadano cuyo oficio es y ha sido la moderación (phronesis). Ciudadano discursivamente inexistente porque los espacios para su opinión (doxa) han sido robados por los actores de la polarización, cuya conveniencia no podría admitir que alguien critique y al mismo tiempo apoye, a la oposición o al oficialismo.

Es necesario hacer descubrir y crear ese tercer actor convenientemente olvidado u ocultado. Reivindicar al ciudadano como el actor que incluye al “escuálido”, al “chavista” y, principalmente, a la persona, al sujeto que hay detrás de las etiquetas ideológicas, al Pedro Pérez o María Rodríguez que como personas se hacen ciudadanos por su querer republicano.

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